“Ya vimos el año pasado que cuando te estás jugando un Mundial, vas líder y no tienes esa necesidad de ganar, se te cierra un poco el ‘culete’”. Jorge Martín ve “bastante tranquilo” a Pecco Bagnaia, el hombre que más opciones tiene de proclamarse campeón del mundo de MotoGP este fin de semana en Valencia. Por eso, el español quiere poner de los nervios como sea al italiano y dar la campanada en Cheste, salvando los 21 puntos de distancia que le separan de la gloria. Estos, como el propio defensor del título reconoce, “no son suficientes para mantener la calma”.
Martín se agarra a la esperanza, lo último que se pierde, para no dejar de soñar hasta que las cuentas, si lo hacen, se lo impidan. “No veo nada claro, pero siento que se lo puede llevar. Tengo una corazonada de que se lo puede llevar”, comentaba su madre, “medio bruja” según el piloto, en El Larguero (Cadena SER). El propio interesado sabe muy bien lo que necesita para seguir vivo antes de la carrera larga del domingo: “Primero hay que ganar el sábado (en la sprint) y ver qué posibilidades tenemos para meter pilotos en medio, porque al final hay que ganar y meter pilotos en medio”.
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Recuerda el precedente de Jorge Lorenzo en 2013. Entonces, la misma jugada que él necesita “no le salió bien” al mallorquín ante Marc Márquez, así que Martín intenta autoanimarse para que la historia no se repita: “A ver si lo hacemos mejor”. Confía en que así sea en un Gran Premio de la Comunidad Valenciana que se le da particularmente bien, con seis podios y dos victorias en 10 participaciones. Cierto es que su techo allí en la categoría reina es un segundo lugar en 2021. Precisamente, por detrás de Bagnaia.
“No depende sólo de mí, depende de muchos factores, pero habrá que intentar que se den esos factores para ganar”, promete Martín. Los sprint los domina como nadie este curso, con ocho triunfos, y en el que toca ahora debe echar el resto. A su máximo rival le vale con un quinto puesto tanto en esa prueba reducida como en la normal para imponerse. Él, no queda otra, tiene que aspirar a dos triunfos y rezar para que la Ducati ‘mayor’ se quede en 15 puntos en todo el GP. El sorpaso está, es irremediable, complicado: aun sin puntuar en la sprint y con Martín ganándola, Bagnaia aún le sacaría nueve puntos.
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En el ambiente, flota el sinsabor de hace unos días en Catar, cuando Martín pasó de la euforia de haberse impuesto el sábado a la decepción de pinchar, nunca mejor dicho, el domingo, porque un neumático trasero lastró su actuación. Una circunstancia que ha llevado a sospechar lo suyo a un viejo conocido de la competición como Marco Melandri. “MotoGP es un negocio, con jerarquías. Es mejor para ellos que gane un piloto oficial (de Ducati) que uno satélite. Es normal que el equipo de fábrica sea privilegiado y tenga que aportar más resultados. No tiene sentido negarlo”, declaró el compatriota de Bagnaia en Corriere dello Sport.
Frente a la hipótesis del complot entre equipos con motos Ducati, gana más fuerza que todo fuese cuestión de pura y dura mala suerte. Pero ahí queda el comentario. Hasta el propio Martín desconoce a ciencia cierta qué pudo ocurrir: “Hay que esperar incluso meses para estudiar ese neumático y entender qué ha pasado. Yo tengo la idea de que fue que la goma no trabajó como tenía que trabajar, pero si no es así, por lo menos saberlo para que no nos pase en el futuro”.
Predestinado a las motos incluso antes de nacer
¿La pasión de una persona por algo puede empezar antes de que llegue al mundo? En el caso de Martinator, la respuesta es afirmativa, sin lugar a dudas. Lo aclaró, y no hay medias tintas que valgan, Susana Almoguera, madre de la criatura, en su intervención radiofónica en la SER: que Martín esté vivito y coleando, desde el 29 de enero de 1998, fue posible por “una resaca en Jerez”. El lugar de los hechos se entiende mejor al saber que “en casa siempre ha habido motos y somos muy moteros por el padre”.
A Jorge, ya en cuerpo presente, le llamaron las dos ruedas desde los dos años, cuando iba “esquivando árboles” a los mandos de una bicicleta sin ruedines: la primera moto le llegó a los seis, desde China. Tampoco se puede obviar el dato de que la urbanización de San Sebastián de los Reyes en la que vive la familia está al lado del Circuito del Jarama. Así pues, no sorprende que, según quien le dio su segundo apellido, el deseo de levantar el trofeo de MotoGP haya estado presente en todo momento. Y su trayectoria le avala para pensar que algún día, sea en 2023 o más adelante, puede cumplirlo.
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Exitoso en la Cuna de Campeones y la Red Bull Rookies Cup, proclamándose campeón de la segunda en 2014, se estrenó en el Mundial, gracias a Mahindra, en 2015. En sus dos primeras temporadas en Moto3, las lesiones le relegaron a la cola de la parrilla (decimoséptimo en el 15 y decimosexto en 2016). En 2017, obtuvo su primera victoria en carrera, precisamente en Valencia, y terminó cuarto en la clasificación. En 2018, con siete victorias y 10 podios, se llevó el entorchado mundialista: el hito de ser el primer madrileño capaz de reinar en el motociclismo, sobre una Honda, no se lo quitará nadie.
No acabó de encontrarle el aire a Moto2: undécimo en 2019 y quinto en 2020 con el equipo Red Bull KTM Ajo (con chasis KTM primero y Kalex después). Ya en MotoGP, su tope en la tabla final de pilotos era un noveno lugar, por partida doble con la escuadra satélite de Ducati, la montura por excelencia, hoy en día, en la primera división motorista. Todo ha cambiado este año, con la capacidad de sacrificio de Jorge Martín dando sus frutos. Cuando empezaba, las victorias que conseguía significaban becas con las que la economía familiar se resentía menos persiguiendo su sueño. En nuestros días, no ha perdido el ímpetu, y eso le ha llevado a acariciar la cima: consiga o no el objetivo, lo habrá dado todo.