Crédito, débito, prepago, virtuales… Gracias a la tecnología, cada vez existe más variedad de tarjetas y con más funcionalidades. Más allá de la retirada de efectivo o la compra de bienes y servicios en comercios y otros establecimientos, las tarjetas permiten pagar desde el móvil, recibir alertas de cada movimiento que se realiza o realizar compras online de forma más segura.
La tarjeta de débito siempre está asociada a una cuenta corriente y es una herramienta para disponer del dinero depositado en ella. Cuando saques efectivo de los cajeros automáticos o hagas compras con ella, los cargos se trasladarán de manera inmediata a la cuenta asociada y tendrás por límite el saldo disponible en la cuenta. Es decir, podrás tirar de tarjeta hasta que se te acabe el saldo.
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Por su parte, las tarjetas de crédito te adelantan dinero, es decir, conceden un crédito al usuario. Cuando pagas con ellas, el importe se anota en una cuenta de crédito, independiente de la cuenta corriente y puedes gastar hasta el límite de crédito que el banco te haya asignado a ti en particular, en función de tu nivel de ingresos y de otros parámetros de solvencia. En el contrato de la tarjeta se establecen las distintas formas de pago del crédito dispuesto:
- La más habitual es el pago a fin de mes sin intereses.
- También es posible aplazar el pago durante más tiempo, pagando los intereses fijados en el contrato. A medida que vamos devolviendo el crédito, podemos volver a utilizarlo. Por ello se conoce como crédito revolvente o revolving.
En qué se diferencian la tarjeta de débito y la de crédito
La principal diferencia es que las tarjetas de crédito permiten pagar las compras en plazos mensuales, aunque sea una opción muy cara, pues las TAE que aplican se acercan al 20%. Por eso elegir el pago aplazado con intereses no es recomendable, salvo que excepcionalmente nos falte dinero para alguna operación y no podamos usar otras alternativas sin coste o con un coste más reducido. Además, hay otros aspectos en los que no coinciden:
- Con las tarjetas de débito podemos sacar dinero en cajeros sin comisiones, al menos en los cajeros de nuestro propio banco, mientras que sacar dinero con tarjeta de crédito, salvo excepciones, implica pagar comisiones.
- Las tarjetas de débito son más fáciles de conseguir, basta con tener una cuenta corriente. Para que nos concedan una tarjeta de crédito necesitaremos superar los requisitos de solvencia del banco, que al menos nos pedirá contar con algún tipo de ingresos.
- La tarjeta de débito está vinculada a la cuenta corriente, la de crédito no. Por ello no tienes que contratar la tarjeta de crédito de tu banco, puedes tener una tarjeta de crédito de otra entidad y domiciliar los pagos en tu cuenta corriente habitual.
- Con la tarjeta de crédito puedes pagar sin depender del saldo de tu cuenta corriente. Basta con tener fondos suficientes el día en que te cargan la cuota mensual.
- Algunas tarjetas de crédito ofrecen incentivos por usarlas, como la devolución de un pequeño porcentaje de las compras pagadas con ellas, a veces en todos los comercios y a veces, solo en algunos. Este tipo de incentivos no suele darse con las tarjetas de débito.
- Muchas tarjetas de crédito incluyen seguros gratuitos. Suelen ser seguros de vida o accidentes, seguros de viajes o seguros de protección de compras, aunque normalmente con coberturas muy limitadas.