Nuestro mundo suele caracterizarse por añorar aquello que ya no tiene. Lo podemos comprobar en la música, en el cine, en la moda, en las series y también en el deporte: lo vintage suele ser sinónimo de éxito. Apelar a la nostalgia, para hacernos revivir aquello de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’, está a la orden del día: incluso quienes todavía no estaban ahí acaban subiéndose al DeLorean igualmente. Es lo que sucede ahora con la Copa Davis, el Mundial oficioso de tenis de toda la vida. Concentrar su tramo decisivo en una sede única, como se ha hecho toda la vida en otras disciplinas deportivas, parece haber dejado de funcionar, y la competición ha perdido algo de la magia especial que siempre tuvo.
Hablamos de un evento más que centenario, puesto que existe desde 1900. Uno que se le dio especialmente bien a España en su antiguo formato de eliminatorias en casa y fuera: por algo es la cuarta nación más exitosa a la hora de conquistar la Ensaladera, con seis títulos. Cinco de ellos llegaron cuando la Davis viajaba y se disputaba a lo largo de todo el año. El interés por ella en nuestro país se remonta a los años 60, cuando el equipo nacional alcanzó dos finales de forma casi consecutiva.
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Tanto en 1965 como en 1967, Australia fue demasiado para los nuestros: 4-1 en ambas ocasiones, jugando al calor de Sídney y Brisbane. El inolvidable Manolo Santana lideraba a la selección, secundado por Juan Gisbert y José Luis Arilla en el primer caso y por otra leyenda como Manolo Orantes en la segunda ocasión. Pero los aussies eran intratables por aquel entonces: Roy Emerson, John Newcombe, Fred Stolle y Tony Roche. Casi nada.
La venganza se serviría en un plato congelado, ya que España no volvería a optar a levantar la Davis hasta el año 2000. En el Palau Sant Jordi de Barcelona, Juan Carlos Ferrero entró en el imaginario colectivo español, secundado por Albert Costa, Àlex Corretja y Joan Balcells. Se endosó un 3-1 a los australianos, en los que Lleyton Hewitt era capitán general. Nos pagarían con la misma moneda, a base de un 3-1 entonces favorable a ellos, en 2003. Sí, en la final donde sonó el himno de Riego en Melbourne: Ferrero, Carlos Moyá, Corretja y Feliciano López, hoy director de las Finales de la Davis, estaban allí. También Hewitt y Mark Philippoussis.
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En 2004, Sevilla, en La Cartuja, acogió una vibrante final entre España y Estados Unidos, resuelta in extremis, 3-2, para los locales. Rafa Nadal empezó a hacerse un nombre en aquella serie, en la que Moyá también tuvo un protagonismo crucial. Ferrero y Tommy Robredo completaron la alineación, ante un combinado norteamericano realmente temible: Andy Roddick, Mardy Fish y, en dobles, los hermanos Bryan.
Aunque quizá la Davis más especial para España fuese la tercera, consumada a domicilio, en Mar del Plata, en 2008. El favoritismo correspondía a Argentina (David Nalbandian y Juan Martín del Potro estaban al frente), pero la Armada tiró de épica como nunca, sin Nadal y con David Ferrer cayendo en el debut, y venció 1-3. Para los anales, quedaron aquella victoria increíble de Feliciano ante Del Potro en el segundo choque, el dobles igualmente sufrido de Feli y Fernando Verdasco y el punto definitivo, amarrado por este último ante José Acasuso.
Poca o ninguna historia hubo en 2009, otra vez en el Sant Jordi y ante una República Checa que se llevó la ‘manita’: 5-0. Nadal, Ferrer, Feliciano y Verdasco consiguieron la cuarta Ensaladera. La quinta llegaría en 2011, recurriendo a otro talismán como La Cartuja. Argentina dio menos guerra en aquella ocasión, aunque se repitiese el 3-1: sólo se llevó el dobles, con España recurriendo a idénticos representantes.
Un nuevo formato menos propicio
Por supuesto, en todas aquellas finales la superficie se adaptó a las condiciones más favorables para quien ejercía de anfitrión: hierba en los casos australianos, tierra batida en España y pista dura en Argentina. Esta última es siempre la elegida desde que la Davis cambió su idiosincrasia en 2019.
Cuando Kosmos, la empresa del exfutbolista Gerard Piqué, tomó las riendas y decidió simplificarlo todo, nadie protestó inicialmente. La nueva era se inauguró con la sexta victoria española, en la Caja Mágica madrileña: se eliminó a Argentina en cuartos, a Gran Bretaña en semifinales y a Canadá en la final en cuestión de días. Nadal, Roberto Bautista, Pablo Carreño, Feliciano y Marcel Granollers lo consiguieron.
Sin embargo, esos buenos tiempos parecen olvidados en la actualidad, sin España peleando por la Ensaladera (fase de grupos en 2021 y 2023, cuartos de final en 2022) y con las figuras escaseando por lo apretado del calendario tenístico. La capital española y Málaga han acogido las Finales de la nueva Davis desde que fue modificada. Algo que al número uno del mundo, Novak Djokovic, no le acaba de parecer justo, ya con Piqué fuera de la organización.
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“Personalmente, creo que el mejor formato sería algo a medio camino entre el antiguo y este. Creo que no haber jugado en Serbia en muchos años no es lo ideal. Jugar allí beneficia a nuestra federación y a los jugadores jóvenes. No tengo en cabeza un formato perfecto, sería bueno discutirlo. Pero con los jugadores, los equipos… Todo el mundo debería tener voz. Somos parte integral de la competición y podríamos dar información valiosa. Que un país como España lleve cuatro o cinco años jugando en casa es demasiado. Esta es una competición global y quizá al menos desde semifinales debería jugarse con local y visitante, como antes”, declaró el serbio a AS.
En septiembre, el suizo Stan Wawrinka, campeón de tres Grand Slams, clamó por la escasez de público en las gradas de Mánchester (la fase de grupos sí ha pasado a ser multisede) durante una eliminatoria entre Suiza y Francia. Feliciano López, como cabeza visible de la Davis en los despachos, tuvo que responderle esta semana. Primero, apuntando que hubo un “lleno” en el recinto cuando jugó Gran Bretaña. Después, buscando coherencia: “Si el formato se modificó porque los jugadores nos quejábamos de que el otro no funcionaba, ahora que se ha cambiado no puedes quejarte otra vez”.
Él pide “tiempo y estabilidad” para que la actual Copa Davis acabe calando entre todos. Nada cambiará en 2024, y habrá que ver si las críticas quedan aisladas o continúan creciendo. Los nostálgicos, eso sí, seguirán esperando su oportunidad, por si acaso todo vuelve a su ser en algún momento.