El Festival de Gijón suele cerrar por todo lo alto la temporada de certámenes en territorio español aunque, este año, por un cambio de fechas, será el de Sevilla el que se encargue de finalizarlo. El FICX ha alcanzado su 61 edición con la idiosincrasia que siempre le ha caracterizado, la de reivindicar el cine independiente y poner en valor aquellas películas que hayan podido pasar desapercibidas y que aquí adquieren un valor casi a modo de reivindicación.
Alejandro Díaz Castaño lleva siete años al frente del festival y se ha encargado de preservar su espíritu indómito con mimo. “Ha sido un año un poco raro en general, porque ha habido movimientos políticos, que siempre pueden afectar, pero gracias a la alcaldesa de Gijón, hemos podido mantener su independencia”.
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Se refiere a Carmen Moriyón, perteneciente al Foro de Asturias, que tomó el cargo tras las pasadas elecciones sustituyendo a Ana González, siendo su segunda vez en el cargo. “Está siendo una edición marcada por la normalidad, pero eso no significa que no estemos preocupados por otros movimientos que hemos visto en otros festivales, como en el caso de Sevilla, algo que deja en descubierto la fragilidad de las estructuras sobre las que se asientan los eventos culturales”.
Y es que, en un principio, el Ayuntamiento de Sevilla, en manos del Partido Popular, tomó la decisión de cancelar el festival este año, lo que generó una ola de disgusto dentro del sector audiovisual. Se intentó mover de fecha a primavera, pero finalmente, al menos este año, tendrá lugar la próxima semana.
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Apuesta por la independencia
“En mi caso siempre he intentado hacer todo lo posible para despolitizar el festival”, continúa Díaz Castaño. “Y entenderlo como algo que pertenece a la ciudad, reflejando así la pluralidad de la sociedad, que es lo importante. Así que no quiero que sea instrumento de ningún partido político”.
No ha sido el único cambio que se ha producido en la órbita de certámenes españoles. José Luis Cienfuegos, que hasta ahora había sido el director del Festival de Sevilla, pasaba a ocuparse de la Seminci de Valladolid, intentando darle un nuevo enfoque, por ejemplo, incluyendo una buena parte de la cosecha de cine español, con títulos como Teresa, de Paula Ortiz o El amor de Andrea, de Manuel Martín Cuenca. “Nosotros también hemos seguido un poco esta línea, aumentando la cuota de cine español. Y tenemos más cine asturiano que nunca, que creo que es bueno para el festival, porque cada vez es mejor y se hacen cosas más interesantes. En ese sentido, es un catalizador”, cuenta.
Uno de sus principales ejes consiste también en apostar por películas que no tienen distribución en España para que puedan tener una mayor visibilidad. “Las colocamos en primera línea después de haber pasado por secciones paralelas de otros festivales y adquieren una mayor repercusión y lo mismo ocurre con nuevos títulos que no han conseguido hacerse un hueco en otros certámenes”.
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En esta edición ya ha pasado por Gijón Michael Winterbotton, que ha presentado su nueva película Shoshana, sobre el conflicto árabe-israelí en los años treinta. También Catherine Breillat, la histórica cineasta francesa de títulos tan controvertidos como Romance X y que estuvo en la pasada edición del Festival de Cannes con El último verano. Y Lisandro Alonso, que traía Eureka, protagonizada por Chiara Mastroianni y Viggo Mortensen, con el que repite después de Jauja.
Además, una retrospectiva a la directora de fotografía de Claire Denis, Agnès Godard, que también ha firmado películas míticas como París, Texas, de Win Wenders y que conversará con Albert Serra, gran admirador de su trabajo.
Eso sin contar con todos los descubrimientos dentro de una edición que ya ha dinamitado las expectativas después de aumentar en su primer fin de semana toda la recaudación obtenida en 2022.