La ropa que donamos no siempre consigue encontrar un nuevo dueño. Esto es lo que ha descubierto un estudio de Greenpeace, que ha colocado geolocalizadores en 29 prendas distintas para descubrir dónde acaban las prendas que se desechan en España.
“Las grandes marcas nos animan a comprar más y más ropa barata. Pero cuanta más ropa compramos, más ropa desechamos”, explican en su informe. La sobreproducción de prendas ha creado la necesidad de encontrar formas de reciclarlas y reutilizarlas, pero estas no siempre son efectivas.
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Por ello, Greenpeace ha decidido probar su eficacia: cogieron 29 prendas de ropa distintas (vestidos, jerseys, zapatillas, pantalones…) y en buen estado. En ellas, escondieron dispositivos de geolocalización, para luego meterlas en contenedores de once provincias diferentes, tantos los municipales como los colocados en tiendas como Zara o Mango, cadenas que colaboran con Cáritas. Cuatro meses después, tan solo una de esas prendas ha logrado tener una segunda vida, pero en Rumanía. Y es que 14 de ellas (48%) han sido enviadas fuera de España.
Los principales destinos han sido Emiratos Árabes Unidos (cinco prendas) y Pakistán (cuatro prendas), pero también se han encontrado en India, Rumanía, Egipto, Marruecos, Togo y Chile. Y siguen viajando.
“Nosotros pensábamos que a estas alturas tendríamos resultados mucho más definitivos sobre cuál sería el destino final de estas prendas”, admite a Infobae España Sara del Río, la directora de esta investigación. Del Río lamenta que, después de tanto tiempo, la ropa todavía siga circulando, añadiendo más peso a su huella ecológica.
Así, una chaqueta que dejaron en un contenedor de Mango en A Coruña a finales de julio fue localizada en septiembre en Emiratos Árabes Unidos, país que serviría como centro de recepción internacional. El 29 de octubre, Greenpeace detectó esta prenda en Giza (Egipto), pero en noviembre se encontraba 200 kilómetros más lejos, en Alejandría.
“Implica una huella climática increíble porque tenemos que trasladar esa prenda hasta 10.000 kilómetros para que pueda ser reutilizada. Y aún así, no se asegura que esa reutilización se dé”, afirma del Río.
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Por el momento, muchas de las prendas no se han identificado fuera de España, aunque Greenpeace asegura que han sido o van a ser exportadas, pues fueron detectadas en zonas de carga de algún aeropuerto. “Efectivamente cuatro meses no son suficientes para poder hacer una investigación en profundidad, porque (las prendas) tardan mucho en llegar”, reconoce Del Río. De los que sí se han localizado en España, algunos han terminado en vertederos y plantas de residuos.
Solo el 10% de la ropa europea se queda dentro de la UE
Del Río afirma que tan solo un 10% de la ropa fabricada en la Unión Europea se queda en los Estados miembros. Esta suele ser la ropa más cara y de mayor calidad, dejando el resto para otros continentes.
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, el 46 % de los textiles usados exportados desde la Unión Europea acaba en un país africano, donde el 60 % es revendido y el 40 % restante se desecha, muchas veces directamente en el medioambiente.
“La diferencia que los sistemas de gestión de residuos textiles en África son muy diferentes a los que se pudieran tener en la Unión Europea, con lo que o acaban en vertederos o quemados a cielo abierto, lo que tiene un impacto muy grande para el medio ambiente y también para la salud de las poblaciones que están alrededor”, explica del Río.
Otro 41% de la ropa desechada en Europa termina en Asia, “que es paradójicamente la región del mundo donde más ropa nueva se fabrica”, informan desde Greenpeace. La mayoría de los textiles usados se convierten en trapos o rellenos industriales, o se vuelven a exportar para su reciclaje en otros países asiáticos o para su reutilización en África. “Es probable que aquellos que no se consigan ni exportar ni reciclar acaben en vertederos”, advierten.
Un modelo de sobreproducción
“El problema es que el modelo que tenemos está absolutamente desorbitado en producción de ropa y en generación de residuos”, asegura del Río. Cada vez se produce más ropa y cada vez esta es de peor calidad, lo que impide que se reutilice. Por ello, “la probabilidad de que la ropa que nosotros donamos sea reutilizada es mínima” y los sistemas de gestión, cada vez menos efectivos.
A pesar de los resultados, Greenpeace sigue animando a llevar ropa a contenedores de reciclaje, de los que al final no depende el destino final de las prendas. “Lo que no está funcionando es comprar ropa nueva y tirar ropa que tenemos en el armario solo porque ya no nos gusta o porque ya no se lleva tanto”, insiste del Río.
La investigadora pone el foco en el Black Friday, que llegará a finales de semana, y pide a la gente que se abstenga de comprar ropa en grandes cantidades. “Que dentro de este modelo no sean partícipes de una compra desaforada”, concluye del Río.