Han pasado unos cuantos años. Ahora tiene 87. Pero lo recuerda con nitidez. Quizá porque los buenos momentos tardan en olvidarse. Cuando era pequeña, deseaba que llegara la noche. Su hermana, dos años mayor, tumbada en la cama de al lado, le leía durante un buen rato el libro Corazón. Se lo había regalado su padre. Ella escuchaba con atención. “Para mí, esto era la felicidad”, dice emocionada Emilia Peñalver. Por eso, cuando el tiempo les obligó a romper esta tradición, lo echó de menos: “Desde entonces, nunca me había vuelto a leer nadie”. Pero esto cambió en 2020, al unirse al programa Lectures a cau d’orella que ofrecen algunas bibliotecas de Barcelona para luchar contra la soledad de los más mayores. Una vez a la semana, recibe la llamada de un bibliotecario que le lee una obra durante media hora. “Te hacen sentir que no estás sola y que están ahí para ti”, afirma.
Hay libros que resultan pesados y difíciles de sostener. Otros tienen la letra muy pequeña y ni siquiera las gafas son capaces de facilitarles su lectura. Incluso hay quienes se sienten cautivados por una buena novela pero, al final, se cansan de continuarla. Buena parte de los usuarios del programa tienen problemas de visión o dificultades para desplazarse hasta las bibliotecas. Pero, para Emilia, es otro el motivo que le llevó a sumarse al proyecto: “Me encanta que me cuenten historias y, además, una persona que lee bien, es un gusto”, cuenta.
Te puede interesar: Oposiciones a celador del SAS en Andalucía: sueldo y requisitos
Cada jueves, durante los momentos más intensos de la pandemia, llamaban a su casa desde el Ayuntamiento de Barcelona para hacerle un seguimiento y preguntarle “cómo iba” o si necesitaba algo. Fue entonces cuando le informaron de la existencia del programa Lectures a cau d’orella. “Me encantó la idea”, asegura Peñalver. Siempre fue ama de casa. Hace 14 años que es viuda. Fue entonces cuando se refugió aún más en la literatura. “Lo heredé de mi madre”, expone. A ella le gustaba mucho leer, en especial, la poesía. De ahí que no dudara en incorporarse a esta iniciativa.
Una llamada semanal para un agradecimiento eterno
Lectures a cau d’orella nació a principios de 2020, en plena pandemia, impulsado por la Biblioteca Vila de Gràcia (Barcelona) y llevado a cabo por bibliotecarios y voluntarios. El objetivo de su puesta en marcha era responder a la necesidad de sustituir el préstamo y la lectura al domicilio de personas con discapacidad o mayores. Con la crisis sanitaria, “quedaron aislados y queríamos darles una respuesta social y cultural”, manifiesta Silvia de la Vega, empleada de la biblioteca, con más de 15 años de experiencia.
Te puede interesar: Covid de rebote: el efecto que experimenta una de cada 5 pacientes que toma Paxlovid
El centro contactó con Radares, un proyecto impulsado por Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona para paliar los efectos de la soledad no deseada. Llegaron a atender a cerca de 50 personas en la pandemia. Aunque esta fue la biblioteca pionera, con el tiempo, otras fueron replicando el proyecto en la capital de Cataluña. Con la vuelta a la ‘normalidad’, la demanda se redujo de forma notable, pero hay quienes llevan años participando, como Emilia. “Son usuarios habituales, que han sido muy agradecidos”, expresa de la Vega.
Durante meses, Felipe era el voluntario que leía a Emilia, pero tuvo que dejarlo porque “tenía otros proyectos”. Después, Paco le cogió el relevo. En su caso, por ejemplo, al principio se citaban los martes por la tarde, pero ahora suele ser por la mañana, el día que convengan. Los voluntarios llaman a casa de los adscritos al programa una vez a la semana, cuando acuerden entre ambas partes.
Una ventana a la libertad en plena pandemia
“Siempre me ha gustado”, garantiza Peñalver. La literatura juega un papel clave en su vida: ha leído infinidad de autores y obras. No puede decantarse por uno en concreto. “A la mayoría les gusta la novela policiaca o romántica”, indica de la Vega. Los voluntarios del programa, en base a los gustos de los participantes, recomiendan los libros que creen que pueden interesarles aunque, en algunos casos, lo tienen fácil: por encima de todo, prevalece la pasión por este arte de la expresión escrita, como ocurre con la catalana.
Emilia recuerda cómo Felipe le leyó una novela de Arturo Pérez-Reverte, capítulo a capítulo, cada día de la semana que tenía que contactar con ella. Su tiempo de lectura, determinaba la duración de la llamada. “A veces estábamos un poco más del tiempo habitual si el capítulo era más largo y, sino, lo terminábamos a la siguiente semana”, explica.
Te puede interesar: El 40% de las mujeres con discapacidad sufre violencia de género: “Hay que garantizar recursos como un empleo digno porque te hace sentir capaz”
Aunque Emilia garantiza “no sentirse sola” porque tiene tres hijos que le llaman y visitan a menudo, en los meses más complicados de la crisis sanitaria, sí estuvo “completamente sola” y sin poder salir de casa. Es por ello que la literatura se convirtió en una ventana a la libertad en plena pandemia para los más mayores y, con esas llamadas, su mente lograba traspasar las paredes entre las que debían protegerse.
De emisor y receptor, a amigos y confidentes
“Acabamos riéndonos los dos”, relata Peñalver. Así es como es habitual que terminen sus llamadas con Paco: con anécdotas y reflexiones sobre el fragmento de la obra que acaban de leer. Y es que, en realidad, quienes participan en Lectures a cau d’orella buscan sentirse atendidos y saber que hay alguien al otro lado de la línea que “está ahí” para ellos. “Piensas que si necesitas algo, podrías comentárselo para que te ayudara”, declara.
Entre emisor y receptor se acaba generando cierta confianza y, con ello, se crea una relación de amistad que traspasa el teléfono. “Parece que no, pero consigues un vínculo afectivo, hablas con ellos cada semana”, señala de la Vega. Esta opinión la comparte Emilia. Para ella, “todo lo que sea que alguien te llame para algo, ya está muy bien”. De esta forma, y aunque sea solo una vez a la semana, los bibliotecarios les ayudan a combatir la soledad y, sobre todo, a salir de su rutina y romper la monotonía que se acaba apoderando de sus días. “Hablas de historias que te cuentan y te sales de tu dolor de espalda o de piernas”, bromea.
Tal es el valor que le dan los usuarios al programa, que reconocen que les daría pena que llegara a su fin. Emilia tiene claro que, el tiempo que dure, seguirá formando parte de él. “Es una distracción”, garantiza. Y un viaje a ese pasado que quiere seguir manteniendo muy presente.