Las pensiones han sufrido a lo largo de los últimos años una importante transformación. De hecho, la sostenibilidad del sistema ha sido, es y será, uno de los hitos vinculados a los fondos europeos más conflictivos. Estas prestaciones varían en función de muchos factores, tales como, la provincia donde se resida, si el receptor es hombre o mujer y también, por la edad. Concretamente, los pensionistas de entre 66 y 75 años cobran de media 4.000 euros más al año que los que superan esa franja de edad.
Los pensionistas han sido uno de los colectivos más afectados por la subida de precios. Por este motivo, Pedro Sánchez, en el marco de la reforma de las pensiones, vinculó la subida de las pensiones al Índice de Precios al Consumo (IPC) medio hasta noviembre, en sustitución de la revalorización del 0,25% anual que Mariano Rajoy impuso en 2013 para acabar con el exceso de déficit de la Seguridad Social. Así, en 2023, las pensiones se han revalorizado un 8,5%, y de cara al próximo año volverán a incrementarse en torno a un 4%, tal y como ha garantizado el Ejecutivo socialista por ley.
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Sin embargo, el sistema de pensiones recoge ciertas diferencias en función de diversos parámetros. A la conocida brecha de género, que se ha comenzado a acortar de manera significativa en los últimos ejercicios, se suma también la diferencia de edad, que de media en España genera diferencias de hasta 4.000 euros anuales en función de los diferentes grupos poblacionales.
Concretamente, según los últimos datos del informe Mercado de Trabajo y Pensiones en las Fuentes Tributarias de la Agencia Tributaria, los pensionistas mayores de 75 años cobran de media 16.063 euros al año, frente a los 20.078 euros que ingresan los que tienen entre 66 y 75 años. Hay que tener en cuenta que, pese a que la mayor parte de estas prestaciones corresponden por edad a pensiones de jubilación, también incluyen otras como la de viudedad o incapacidad, que son inferiores, lo que arrastra a la baja la cuantía media.
Esta disparidad por edad tiene en común las regiones con las pensiones más altas. Los madrileños, tanto los mayores de 75, como los que se encuentran por debajo de esa franja de edad, son los pensionistas que más cobran, según la estadística de Hacienda —en el informe no figuran datos de País Vasco y Navarra por no pertenecer al territorio de régimen fiscal común— concretamente, 19.441 euros anuales en el primer caso y 23.793 en el segundo—. Cierran el top tres de comunidades con la pensión más alta, Asturias y Cataluña.
Brecha de género
La situación es más complicada si además de a la edad atendemos al género del receptor de estas pensiones. En 2022, de los 3,8 millones de pensionistas mayores de 75 años, más de dos millones eran mujeres, que percibían una pensión media de 13.743 euros, frente a los 19.035 euros que ingresa el millón de pensionistas varones.
La diferencia en esta franja de edad corresponde principalmente a que muchas de esas prestaciones en el caso de la mujer corresponden a la pensión de viudedad. Con la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, ellas generan derecho no solo a su propia pensión de jubilación, sino también a pensiones de supervivencia -viudedad y orfandad- en caso de fallecimiento. Por tanto, cabe esperar que a medida que han aumentado las tasas de empleo de las mujeres, también lo haya hecho el número de viudos que perciben prestación contributiva de viudedad.
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Algo que se constata si se observan las pensiones recibidas el pasado año por las mujeres de entre 66 y 75 años. Pese a que la brecha de género en este grupo poblacional persiste —las mujeres cobran 5.000 euros menos de pensión que los hombres— lo cierto es que su cuantía aumenta hasta los 17.206 euros anuales.
Sostenibilidad del sistema
La situación es insostenible para las arcas públicas. El gasto en pensiones ha superado por primera vez en su historia los 12.000 millones mensuales en junio, mientras el país se encamina en su conjunto hacia la marca de un pensionista por cada dos trabajadores. Sin embargo, ya hay algunas regiones que están más envejecidas y más ‘vaciadas’ que se acercan ya al límite de un trabajador por cada pensionista.
Las reformas que desde 2011 se vienen acometiendo para garantizar la sostenibilidad del sistema conllevan, en la mayoría de los casos, una disminución de las expectativas del importe de la pensión. La elevación progresiva de la edad de jubilación, mayor exigencia de años cotizados, la ampliación de las bases de cotización, o la concreción de un factor de equidad intergeneracional son medidas encaminadas a afrontar estas presiones, y que podrían reducir en los próximos años el importe de las pensiones.