Sánchez activa a la izquierda frente al “falso moderado” de Feijóo y “el odio” que genera Vox

El líder socialista, que este jueves será investido presidente, tiene la virtud de captar como nadie la realidad política. Su discurso pretendía movilizar a la izquierda contra el miedo de la ultraderecha

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El líder socialista español, Pedro Sánchez, durante el debate parlamentario para su investidura. EFE/ Javier Lizon
El líder socialista español, Pedro Sánchez, durante el debate parlamentario para su investidura. EFE/ Javier Lizon

Era el turno de réplica de Pedro Sánchez cuando el candidato socialista soltó una metáfora muy ilustrativa. “Usted, señor Feijóo, ha hecho el camino inverso que Manuel Fraga [el fundador de AP, la casa madre del PP]”. Para Sánchez, Fraga empezó su carrera política en la dictadura franquista y acabó abrazando a la democracia. “Usted señor Feijóo iba de moderado y, en cambio, es el que más ha hecho por Vox, por la ultraderecha. Fraga estuvo más perspicaz”, le espetó Sánchez.

El líder socialista, que si este jueves nada se tuerce (Junts amagó con tirarlo todo por la borda tras el discurso de Sánchez) será investido presidente del Gobierno, tiene la virtud de captar como nadie la realidad política que estamos viviendo. Es consciente de que en un momento de polarización extrema, retórica faltante, con protestas diarias en la calle contra la ley de amnistía, anuncios de recursos de inconstitucionalidad contra esta ley, y comunicados incendiarios de jueces, fiscales, asociaciones de policías y guardias civiles e incluso de ex dirigentes socialistas, necesita enviar señales a la izquierda y erigirse en el referente que los salve de las hordas ultras.

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Por eso, gran parte de su discurso de este miércoles perseguía un objetivo: movilizar a los suyos, a esa izquierda a la que necesita activar para hacer frente a la “falsa moderación” de Alberto Nuñez Feijóo y “al odio y la rabia social, la derecha retrógrada” que representa Vox. Porque Sánchez sabe que le espera una legislatura muy complicada, con una derecha muy combativa y con una aritmética compleja que le obligará a continuos malabarismos de pactos para sacar adelante leyes y presupuestos.

La justificación de Sánchez sobre la amnistía durante su discurso en la investidura (Twitter Psoe)

Sánchez es realista, maleable, se sabe adaptar. También necesita movilizar a sus potenciales socios de legislatura. Y que nada mejor que encender el botón del miedo a la ultraderecha. Su primera parte del discurso se centró en este leitmotiv. “El único muro contra el gobierno de derecha y ultraderecha ha sido el gobierno de coalición progresista (…) Quieren encerrar a las mujeres en las cocinas, a los LGTBI en los armarios y a los migrantes en campos de refugiados. Este es el dilema al que se enfrenta Europa. O la democracia proporciona seguridad o la inseguridad acabará con la democracia”. El mensaje estaba claro. El mejor Pedro Sánchez salió al ataque.

El líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, aplaudido por los suyos tras su intervención (REUTERS/Susana Vera)
El líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, aplaudido por los suyos tras su intervención (REUTERS/Susana Vera)

El resumen es que la amnistía, el epicentro del debate político, es el mal menor si lo comparamos con la ultraderecha. Porque visto como está el panorama político, para Sánchez PP y Vox están ligados irremediablemente. Ambos gobiernan juntos en cinco comunidades autónomas, cinco diputaciones y 135 municipios. En muchas de estas administraciones, recalcó Sánchez, “el Partido Popular y Vox han eliminado los carriles bici, ha suspendido licencias fotovoltaicas, han frenado la implantación de zonas de bajas emisiones, teniendo que renunciar por ello a fondos europeos. En otros, han eliminado la educación sexual de los institutos, han recuperado los nombres franquistas del callejero, han retirado libros de las bibliotecas municipales y censurado conciertos, películas y obras de teatro”.

Sánchez repitió su mantra hasta la saciedad. “PP y Vox son incapaces de gestionar lo público, pero capaces de gestionar odio. El PP ha dado a Vox la plataforma para extender su agenda reaccionaria”. Acusó a Feijóo de “ser un falso moderado” y de llegar a Madrid, a la presidencia del PP nacional, para “cortar el frágil cordón sanitario que, pese a todo, había mantenido su predecesor, el señor Casado [que rompió relaciones con Vox], y se sumó al club reaccionario de Trump, de Le Pen, de Orban y de Santiago Abascal”. Sánchez sabía las fibras que tenía que tocar porque “las circunstancias son las que son” y hay que “hacer de la necesidad, virtud”, para evitar que la ultraderecha llegue a La Moncloa. “Deje de escudarse en Vox”, le pidió a Feijóo.

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La verdad es que a Sánchez le interesa que el PP siga vinculado a Vox. De hecho, como le recordó el presidente en funciones y candidato, Feijóo está solo en el Congreso porque ningún otro partido (excepto UPN) quiere ir de la mano con la ultraderecha. El miedo a la “derecha retrógrada” debe estar vigente durante toda la legislatura. Es el pegamento que ha conseguido armar la mayoría de Sánchez y fue parte de su inesperado éxito electoral el 23 de julio, cuando muchos lo daban políticamente por muerto. También debe ser la herramienta que apuntale su futuro. El Gobierno de coalición formado por PSOE y Sumar no solo quiere “convencer” con “políticas de avances sociales”, sino que recordará a los progresistas y los votantes templados que tienen dudas o rechazan la amnistía por qué vale la pena esta concesión a cambio de tener un Ejecutivo de izquierdas.

Feijóo, resignado

Ante la estrategia de Sánchez, el turno de Feijóo pasó del ataque a la resignación. Para el líder del PP, la investidura de Pedro Sánchez nace “de un fraude” electoral, ya que “lo que se trae al Parlamento no se votó en las urnas” y porque deriva de “un ejercicio de corrupción política”, porque “tomar decisiones en contra del interés general a cambio de beneficios personales es corrupción política”. Para el líder del PP “la investidura se ha producido fuera de España: llega desde Waterloo”, en alusión a la localidad belga en la que vive Carles Puigdemont. Según Feijóo, Sánchez ha comprado sus votos “firmando cheques que pagarán todos los españoles. Esta investidura es una humillación”.

El líder del Vox, Santiago Abascal (REUTERS/Susana Vera)
El líder del Vox, Santiago Abascal (REUTERS/Susana Vera)

A Feijóo solo le quedaba la pataleta. Después de su primer discurso, el líder del PP ha terminado por asumir que las reglas de la democracia son las que son y que la mayoría parlamentaria que sustentará al Ejecutivo es “legítima”. Lo dijo de forma explícita y solemne, algo que le honra. “Esta es una mayoría de investidura legítima. Lo diré cuantas veces sea necesario. Aunque también es cierto que sus pactos nacen de un fraude masivo a los ciudadanos. Usted será presidente haciendo lo contrario de lo que prometió en campaña”.

Feijóo ya se huele cuatro años en la oposición, si le dejan sus barones. Como le dijo Sánchez a Feijóo, “Isabel Díaz Ayuso es la líder intelectual del PP”. Una Ayuso que no pudo dejar de ser protagonista cuando las Cámaras del Congreso la pillaron llamando “hijo de puta” al presidente cuando este hizo alusiones al famoso contrato que se llevó su hermano durante la pandemia del coronavirus. “Es lo mínimo que se merece”, señalaron desde el equipo de la presidenta madrileña.

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Lo demás, fue lo esperado. Un Santiago Abascal desatado acusando a Sánchez de dar un golpe de Estado y comparándolo con Hitler, con el dictador nazi. El líder de Vox estuvo muy histriónico y muy histórico, mencionando al emperador romano Nerón, “un inmoral”, y al cómico Cantinflas para referirse al líder socialista. Abascal amenazó incluso hasta a Feijóo, al que instó a parar la amnistía en el Senado (donde el PP tiene mayoría) bajo la advertencia de romper sus gobiernos autonómicos. “Tiene la obligación legal y moral de hacerlo. De lo contrario, estarían colaborando lateralmente con el golpe y eso nos impediría a nosotros colaborar con ustedes en el resto de las instituciones. Nos lo pondrían muy difícil”, subrayó el líder de Vox, que también anunció el registro de una moción en la Cámara Alta para iniciar la ilegalización de ERC y Junts.

Con Yolanda Díaz, la futura vicepresidenta del Gobierno de coalición, todos fueron parabienes. “Lo ha hecho bien en la pasada legislatura”, reconoció Sánchez. Ambos viven un matrimonio idílico y esperan que no lo estropeen unos “hijos” díscolos. La actitud de los cinco diputados de Podemos dentro de Sumar se puede enquistar como un problema de futuro. Los morados no estarán en el Ejecutivo, y eso les autoriza para tener, amenazan, autonomía de voto en toda la legislatura. Irene Montero tuvo que aguantar la sorna de Feijóo (”¿el Gobierno más feminista de la historia va a cesar a la ministra de Igualdad?”) y el apoyo sincero de Gabriel Rufián; “Ojalá podamos sumar juntos”. Sánchez deberá seguir aplicando su manual de resistencia toda la legislatura y recordar lo que espera al país si sus alianzas se rompen: “una ultraderecha que cuestiona la democracia y también los derechos humanos”.

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