España alberga multitud de destinos que quitan el aliento. Uno de ellos es la costa cántabra, un lugar que lo tiene todo, pues gracias a sus pequeños pueblos, salpicados por impresionantes playas marcadas por una orografía escarpada, cuenta con un rico patrimonio histórico y cultural. A este se le suma una naturaleza increíble que permite disfrutar de parajes de ensueño y de una experiencia rural única. Cada uno de estos puntos son paradas obligatorias en la agenda de cualquier viajero, pero destaca uno por encima de los demás gracias a la particularidad que atesora.
Este es el caso de uno de los pueblos más bonitos, no solo de Cantabria, sino de España. Estamos hablando de Santillana del Mar, el cual se le conoce popularmente como la Villa de las tres mentiras, pues se dice que ni es santa, ni llana, ni tiene mar. Algo que no está del todo claro, pero lo que es indudable es que cuenta con una oferta turística sin igual encabezada por los dos Paradores que incluye.
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Sí, han leído bien, en la villa el viajero se puede alojar en dos establecimientos pertenecientes a la Red de Paradores de España: el Parador de Santillana del Mar y el Parador de Santillana Gil-Blas. Esta es la guinda a una localidad que cuenta con uno de los cascos históricos más bellos de España.
Una experiencia rural única
El Parador de Santillana del Mar es el punto de inicio ideal para comenzar a conocer el casco histórico de la villa. Se trata de “una construcción de nueva planta que, respetando el entorno de la villa, reproduce la arquitectura popular montañesa y dispone de una amplia y agradable terraza. También cuenta con restaurante, bar, sauna y jardín. Sus amplios salones, de gran capacidad y luz natural, cuentan con los servicios y equipación necesarios para la celebración de todo tipo de eventos.”, explican desde Paradores.
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Por su parte, el Parador de Santillana Gil-Blas se sitúa en el centro de la localidad, en una pintoresca casona del siglo XVII. Su nombre proviene del famoso pícaro literario creado por Alain-René Lesage en 1715, y su estancia permite disfrutar de una experiencia rural en toda regla. Con suelos de madera y un estilo montañés, el viajero podrá disfrutar de unos días increíbles en cada una de sus habitaciones. De hecho, algunas cuentan con hasta chimenea.
Igualmente, el edificio se caracteriza por el uso “de la sillería de piedra en una fachada en la que sobresalen el escudo de la familia Barreda-Bracho y los cuatro balcones de hierro forjado”, explican desde su portal web. Además, se incorporó a la red de Paradores en el año 1946, siendo uno de los primeros en hacerlo.
Ambos alojamientos cuentan con todo tipo de servicios y comodidades a disposición del cliente, además de una oferta gastronómica única. El restaurante se localiza en la planta baja del Parador de Santillana Gil-Blas y permite disfrutar de la “cocina tradicional cántabra, con una importante presencia del producto de cercanía y de algunas de las especialidades emblemáticas de la cocina regional”, cuentan en su página web.
Así, sus especialidades son: cocido Montañés, fritura de Rabas del Cantábrico, tostas de anchoas con tomate, entrecot de ternera tudanca con milhojas de patata y calabacín y tarta Santa Juliana (dulce de queso y galleta).
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La ‘Villa de las tres mentiras’
A Santillana del mar se la conoce como la Villa de las tres mentiras (ni es santa, ni llana, ni tiene mar) y los Paradores son espacios ideales para conocer todos sus rincones. Sus estrechas y empinadas calles constituyen un trazado medieval único que ha sido catalogado como Conjunto histórico-artístico. Así, la localidad se vertebra por medio de sus dos calles principales, Carrera y Juan Infante, las cuales se unen con la calle Cantón.
Esta conduce a la colegiata, uno de los mayores monumentos de la localidad. Este templo ya existía en el siglo IX, con el nombre de monasterio de Santa Juliana, cuando monjes provenientes de Al-Ándalus decidieron esconder las reliquias de Santa Juliana en este lugar. Además, se trata del primer y más importante edificio románico de Cantabria y debido a este acontecimiento tuvo gran relevancia durante la Edad Media, llegando a convertirse en capital eclesiástica.
A su vez, en torno a ella y su hermoso claustro, de finales del siglo XII y principios del XIII, se estableció un núcleo poblacional que vivió épocas de gran esplendor económico. Esto se refleja en los numerosos palacetes presentes esta villa. Por su parte, el viajero no puede marcharse sin hacer una parada en la Plaza Mayor, donde se ubica la Torre del Merino, del siglo XIII, y la Torre de Don Borja. Igualmente, en ella también se desarrolla el mercado.
Pero esto no se queda aquí, pues en Santillana del Mar se sitúa uno de los mayores descubrimientos históricos de la humanidad: las Cuevas de Altamira. Estas cuevas cuentan con, probablemente, la colección de pinturas rupestres más importantes y famosas del mundo. A día de hoy, el viajero puede disfrutar de una réplica exacta de las pinturas, pues la gran afluencia de visitantes hizo que los científicos temieran por su preservación.
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Cómo llegar
Desde Santander, el trayecto tiene una duración estimada de 25 minutos por la carretera A-67. Por su parte, desde Bilbao el viaje es de alrededor de 1 hora y 25 minutos por la vía A-8.