Hubo un tiempo en el que el ‘Chris’ más famoso no era Chris Pratt, Chris Hemsworth, Chris Pine o Chris Evans, todos ligados de una manera u otra al cine de acción y sobre todo de superhéroes. Mucho antes de que el mundo fuera invadido por los Star-Lord, Thor, Capitán América y compañía, había otro joven Chris que monopolizaba las grandes películas de Hollywood. Un Chris que estaba llamado a marcar la nueva generación de grandes actores y cuya carrera, irónicamente, comenzaría a perderse a raíz de participar en películas de superhéroes.
Así es, estamos hablando de Chris O’Donnell, un nombre que quizá muchos ya hayan olvidado y los más jóvenes ni siquiera sepan de él, pero que durante los noventa fue una de las grandes promesas del cine gracias a películas como Tomates verdes fritos, Esencia de mujer o Los tres mosqueteros, en la que daba vida nada menos que a D’Artagnan junto a Charliee Sheen o Kiefer Sutherland, entre otros. Sin embargo, el final de la década para el actor fue en gran medida también el de su éxito, pues con el cambio de siglo pasaron de ofrecerle grandes papeles a poco menos que integrarle en una especie de “lista negra” y apenas contar con él. ¿Cómo llegó a esta situación?
El chico con estrella que comenzó con Michael Jordan y Al Pacino
Los inicios de Chris O’Donnell ya advertían que estaba llamado a ser una gran estrella. Con apenas 16 años y tras haber hecho sus pinitos como modelo, el actor hacía su primera gran incursión frente a cámara en un anuncio de McDonalds en el que aparecía nada menos que junto al gran Michael Jordan, la por entonces superestrella de los Chicago Bulls. Puede que el bueno de Air Jordan le pegase algo de su duende, pues O’Donnell no tardó en hacerse un hueco en la gran pantalla después de aquello.
Porque, tras aparecer en la serie Jack y Mike con un pequeño papel, su debut en el cine se produjo en la película Los hombres no abandonan, nada menos que junto a Jessica Lange o Kathy Bates. Con esta última repetiría en su siguiente película Tomates verdes fritos, la que le puso definitivamente sobre el mapa y le preparó para encarar su primera gran reto como intérprete: darle la réplica a Al Pacino. En 1993 O’Donnell acompañó al legendario actor de Scarface en Esencia de mujer, el drama de 1993 por el que ganaría el Oscar a mejor actor. A pesar de su juventud, O’Donnell mantenía el tipo dando vida a un joven que ayudaba a un coronel retirado y ciego que a cambio le enseñaba valiosas lecciones de vida.
O’Donnell pasó prácticamente de la noche a la mañana a estar en la cresta de la ola. Tenía tan solo 23 años pero todo el mundo quería trabajar con él. Entre esas ofertas que le iban llegando, estaba nada menos que la de dar vida al icónico compañero de Batman, personaje que había vuelto a ser importante tras las películas de Tim Burton, Batman (1989) y Batman vuelve (1992), aunque ya sin el director al frente de la saga. Se dice que para el papel había otros jóvenes actores como Ewan McGregor, Matt Damon, Jude Law o Leonardo DiCaprio, pero fue O’Donnell quien se lo llevó. Fue precisamente DiCaprio quien dos años más tarde se impuso en otro casting, el de una película llamada Titanic, mientras O’Donnell veía como su nuevo filme como Robin truncaría su carrera.
Porque las malas críticas y el fracaso de Batman y Robin en 1997 sepultaron en gran medida la carrera de Chris O’Donnell, que de pronto pasó a ser la estrella del momento a un actor ridiculizado y poco valorado, como le sucedió en buena medida al resto de los que trabajaron en aquella película (George Clooney, Alicia Silverstone o Uma Thurman). Y como las desgracias nunca vienen solas, O’Donnell volvió a dejar pasar dos papeles que podrían haber cambiado su carrera: el de Men in Black, que recayó sobre Will Smith, y el de Spider-Man, que terminaría siendo para Tobey Maguire. Para entonces O’Donnell ya no quería saber nada de los superhéroes, consciente de su mala experiencia con Robin, y en el año 2000 llegó incluso a tomarse un breve descanso de la actuación para desconectar y pasar más tiempo con su familia.
Entre pizzerías e Investigación criminal
El cambio de siglo fue un gran cambio también para el actor, que pasó en gran medida al destierro de las grandes películas y más con su período de descanso. Cuando quiso volver ya era quizá demasiado tarde, pero aun así encontró la forma de seguir siendo relevante. Primero con la película Kinsey, en torno al biólogo y padre de la llamada “revolución sexual” Alfred Kinsey, al que daba vida Liam Neeson. Posteriormente O’Donnell comenzaría a aparecer en distintas series de televisión, como Dos hombres y medio, El abogado o Anatomía de Grey, en la que daba vida al novio veterinario de Meredith (Ellen Pompeo).
No obstente, encontraría su sitio en Navy: Investigación Criminal Los Ángeles, spinoff de la original NCIS en la que O’Donnell daba vida a ‘G’ Callen, un misterioso agente con gran capacidad para transformarse y pasar desapercibido. Una virtud que parece haberse llevado a su vida personal, en la que mantiene un perfil bastante bajo desde hace años, y cuyas únicas apariciones en público son siempre acompañado de su mujer Caroline Fentress y sus cuatro hijos. Pero también para promocionar su pequeño negocio local, Pizzana. Hasta este 2023 han sido sus dos grandes ocupaciones, y aunque la serie ha acabado precisamente este año, parece que O’Donnell sigue encontrando motivos para ser feliz a pesar de todo.