Raphael Dwamena ha sido noticia este fin de semana al morir en pleno partido en Albania. El futbolista natural de Ghana, con 28 años y un pasado en España como integrante del Levante y el Zaragoza, se desplomó fatalmente en pleno partido de Liga con el K. S. Egnatia. Nada se pudo hacer por su vida ni en el césped ni en el hospital. El problema de corazón del que tenía constancia, por lo menos, desde 2017 ha acabado con él. Algo que ya le advirtieron que podía ocurrir si no se retiraba y que en absoluto importó al jugador.
A partir de su etapa en la capital aragonesa, el delantero africano enlazó hasta tres salidas consecutivas de los distintos clubes por los que pasó debido a las dudas razonables que arrojaba su estado cardíaco. En Zaragoza, los especialistas consultados llegaron a asegurar que Dwamena tenía que dejar el fútbol de manera inmediata si quería sobrevivir. Es más: en su paso por las filas mañas, se decidió instalarle un desfibrilador que acabaría evitándole el fallecimiento en octubre de 2021.
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Entonces, cuando se encontraba en el banquillo en un partido de Copa que disputaba el BW Linz austríaco en el que militaba, Dwamena se desplomó. El dispositivo que se le colocó un 23 de enero de 2020 en el Hospital Miguel Servet zaragozano resultó capital para que el susto no fuese a mayores. Sin embargo, el internacional ghanés tomó, tiempo después, una medida al respecto que puede que esté entre los motivos que expliquen la muerte que le ha sobrevenido ahora.
El riesgo que corrió Dwamena
“No sabía cuándo llegaría el siguiente golpe. No le desearía este sentimiento a nadie en el mundo”, afirmó el protagonista en una entrevista que concedió al periódico suizo NZZ, en la que reconoció, en octubre de 2022, que se había quitado el desfibrilador que llevaba. Según él, por “mal funcionamiento”. “Cayó al suelo en dos ocasiones a causa de una descarga eléctrica provocada por su marcapasos, una en Zaragoza y otra en el Blau-Weiss Linz”, se esgrime.
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Según contaba el medio helvético hace poco más de un año, prácticamente todos los que rodeaban a Dwamena le desaconsejaron dejar de llevar marcapasos, médicos incluidos. De hecho, tuvo que firmar que correría él mismo con los riesgos a partir del momento en que se lo extrajeran. “Entiendo que cualquier persona normal tendría miedo. Pero no me rindo”, justificó el propio interesado.
“He visitado a tantos médicos. Cada uno dice algo diferente. Respeto las opiniones, los diagnósticos. Pero no los tomo en serio, a veces tengo que reírme. Sólo una persona puede decirme que es hora de parar: el Señor”, dijo también Dwamena, de profundas creencias religiosas. Incluso manifestó: “Si muero, esa es la voluntad de Dios. Entonces me fui. Y pronto olvidado. Así son las cosas. La gente que me rodea estará triste. Durante unas horas o tal vez incluso unas semanas. Pero lo superarán y seguirán adelante, seguirán trabajando. No baso mi vida en complacer a la gente. Sólo a Dios”.
En ese reportaje de NZZ, Raphael Dwamena eligió su frase preferida de la Biblia: “Buscad al Señor porque le podéis encontrar; ¡Llamadlo porque está cerca!”. Sobrecoge conocer hoy, cuando apenas ha pasado un día desde que nos dejó, su reflexión acerca de la sentencia. “La muerte no es lo más aterrador que le puede pasar a una persona. Es mucho peor estar separado de tu Creador por la eternidad. Sólo aquellos que creen en Jesús estarán con él”, expuso, con valentía, meses antes de que le llegase su hora.