Hace no muchos años, el Partido Popular hubiera definido como un imposible que uno de sus grandes problemas, sino el principal, fuese el de saber distanciarse, o al menos diferenciarse, de otra formación política a su derecha capaz de robarle una parte importante de su electorado. Lo primero, imponerse en las urnas, lo consiguió pero no del todo, incapaz como ha sido de formar una mayoría. Lo segundo, marcar una línea con Vox, es un quebradero de cabeza del que no son capaces de escapar en Génova.
Desde la irrupción y el incremento de Vox, el PP ha intentado mantener la distancia en el relato con la ultraderecha, pero lo cierto es que no ha sido capaz de hacerlo. De hecho, el comportamiento ha sido el contrario: no ha dejado de acercarse a los ultras. Primero aceptaron sus votos, luego formaron gobiernos de coalición y, ahora, han sido arrastrados a una encrucijada imposible: avalar las protestas violentas en las sedes del PSOE o caer en una peligrosa equidistancia. Un asedio que, diariamente, está acabando en disturbios y enfrentamientos entre los manifestantes y la Policía
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Durante la primera semana de protestas, el Partido Popular ha perdido el relato, dejando espacio a que la ultraderecha se apropiara de él. Mientras Vox aparecía en las fotos de Ferraz y asumía el reto de plantar batalla, el PP permanecía bloqueado, incluso sobrepasado por los acontecimientos. Ante la ausencia de una línea oficial, Vox logró ir ocupando el espacio que dejó huérfano su socio.
Entre bandazo y bandazo, con Ayuso como voz más contundente contra la violencia y los disturbios, Feijóo casi desaparecido, sin condenar de manera rotunda los ataques a las sedes socialistas, y Vox agitando cada vez más el clima, el PP se vio empujado a mediados de semana a buscar un espacio diferente y convocó a toda velocidad una concentración en las plazas de toda España para este domingo.
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Los populares esgrimieron en un manifiesto publicado ayer que la concentración es convocada con el objetivo de “decir no al privilegio, no a la impunidad y no a la amnistía” y se esfuerzan muy mucho en dejar claro la necesidad de desarrollar la “batalla contra la impunidad” en las calles “de forma pacífica, cívica y legítima”. Una vez más intentando distanciarse de la extrema derecha.
Este movimiento le da una segunda oportunidad a Feijóo, desdibujado después de no poder superar la votación de investidura. Los populares se enfrentan ahora a la difícil coyuntura de aceptar como sus socios en cinco Gobiernos autonómicos y en más de una centena de consistorios avalan abiertamente las acciones violentas en las inmediaciones de la calle Ferraz.
Al mismo tiempo, en el PSOE observan esta reacción tan virulenta de la derecha como una oportunidad que les permita generar un relato favorable a sus intereses. Muchos votantes que no se sienten cómodos con la ley de amnistía sienten un profundo rechazo a lo que está sucediendo noche tras noche en las sedes del PSOE, circunstancias que podrían hacer decantar la balanza a favor de los socialistas. Esta nueva arista del asunto vuelve a poner de manifiesto la debilidad al PP, que no consigue explicar de forma clara su posición con respecto a lo acontecido en los últimos días.
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Los populares, aunque aún no superan el trauma de ganar en votos el 23J y no poder gobernar, en lo que respecta a las acciones, ya han aceptado que, de no producirse una sorpresa mayúscula, ocuparán la bancada de la oposición durante los próximos años.
Vox, en un momento de máxima tensión, ha visto la oportunidad perfecta para intentar captar el foco mediático y evitar caer en el olvido. Este miedo ha llevado a la formación a seguir azuzando a sus bases, practicando un ejercicio de oposición interna dentro de su propio bloque ideológico, llamando a sus militantes y simpatizantes a acudir a todas aquellas concentraciones que expresen rechazo a la amnistía.