La ciudad de Madrid no deja indiferente a nadie. Con un amplio abanico turístico, de ocio y de entretenimiento, es un destino ideal para todo tipo de públicos y gustos. Gracias a increíbles monumentos y espacios como el Museo del Prado, la Gran Vía o el Palacio Real, cuenta con un patrimonio histórico y cultural insuperable y solo al alcance de las grandes ciudades europeas. Sin embargo, lo que muy poca gente conoce es que entre sus calles y plazas se ubican lugares secretos que recogen un aura de misterio única.
Así, se pueden encontrar espacios que albergan una gran importancia histórica y que antaño jugaban un papel fundamental en el desarrollo de la ciudad. Uno de ellos es lo que se conoce como las mazmorras secretas de la Inquisición, unas antiguas cárceles situadas próximas a la plaza de Tirso de Molina.
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A la altura del número 14, haciendo esquina con la calle Lavapiés, se levanta el Centro Municipal de Mayores de Antón Martín, pero siglos atrás, se encontraba este enigmático enclave. Es fascinante que a día de hoy un lugar como este se encuentre en pleno centro de Madrid, una actividad que permite conocer las entrañas de la ciudad y lo que acontecía hace cinco siglos.
Una cárcel secreta
Históricamente, la cárcel fue conocida como la Cárcel eclesiástica de la Corona, y basta una visita a sus celdas para conocer la vida y las deficiencias que sufrían los presos allí encarcelados. Su origen se remonta al siglo XVII, cuando acogía a presos eclesiásticos encerrados por delitos civiles. No sería hasta el siglo XVIII cuando sus celdas fueron utilizadas para todo tipo de presos. Así, estuvo en uso por el tribunal de la Inquisición hasta su disolución en el año 1834.
Su visita es gratuita y abre sus puertas de lunes a viernes de 09:00 h a 20:00 h, y los sábados y domingos de 11:00 h a 20:00 h. Durante ella se puede apreciar como los presos vivían en unas condiciones pésimas, muestra de ellos son los pequeños orificios que dan al exterior.
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Estos son los escasos respiraderos con los que contaba la cárcel, unos diminutos agujeros por donde entraba el aire y un poco de luz. En la bajada hasta las celdas el ambiente ya se empieza a enrarecer, pues poco a poco uno se va dando cuenta del agobio y del destino que les esperaba a quienes eran encarcelados aquí.