Los viajes low cost son prácticamente una reliquia, sobre todo para los que se decantan por el avión. La transformación del espacio aéreo ha culminado con una serie de consecuencias para los pasajeros: los billetes son cada vez más caros. Ryanair es uno de los operadores de bajo coste por excelencia. La empresa, antes de la pandemia, ofrecía vuelos a casi todas las capitales europeas por menos de diez euros. Los destinos por 9.99 eran los más frecuentes. La subida de los costes ha provocado un aumento de las tarifas y el precio medio de los billetes asciende hasta los 58 euros. Hace un año, la compañía alertaba de un encarecimiento del 20%, pero presumía de ser, con todo, la opción más económica. El rápido crecimiento de la alta velocidad, sin embargo, está cerca de frustrar sus planes.
Las cuentas del primer semestre fiscal de la aerolínea irlandesa, publicadas esta semana, reflejan una subida de los precios próxima al 24% con respecto al mismo período del año anterior. Ryanair asegura que los costes totales de la compañía aumentaron en la misma cantidad y el gasto en combustible subió un 29%. Pese a ello, la firma low cost disparó sus ingresos por pasajero —concretamente un 17%— y transportó a más de 100 millones de turistas, cerrando el ejercicio con unos beneficios netos de 2.180 millones de euros, el doble que hace un año.
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Ryanair es la compañía líder del mapa español, tanto en cantidad de clientes transportados como en número de frecuencias, aunque cada vez resulta más difícil encontrar un viaje que llame la atención por barato. “Los días de los vuelos a 9,99 euros han quedado atrás”, reconocía el director financiero de la aerolínea hace unos meses en una entrevista para Bloomberg. La empresa no solo ha disparado el precio de los billetes, sino que también ha comenzado a aplicar cargos adicionales por el equipaje. ¿Por qué los operadores cobran cada vez más por un servicio que muchos usuarios valoran cada vez peor?
La respuesta es sencilla y no solo tiene que ver con los márgenes empresariales. Las aerolíneas llevan meses denunciando la falta de aviones por una serie de retrasos en las cadenas de producción. Los consumidores, además, parecen dispuestos a pagar más por los billetes después de un largo período de restricciones y controles sanitarios derivados de la pandemia. El recorte de personal y la subida de los combustibles son otras de las excusas más repetidas, aunque los grupos ecologistas no comparten esta explicación.
Los trenes, una alternativa sostenible y competitiva
Un informe reciente de Greenpeace analiza la estructura y la organización de las compañías low cost. La organización ecologista pone el foco en los salarios de los trabajadores, bajos en comparación con otras aerolíneas, además del régimen por el que tributan. “Los viajes en avión son normalmente más baratos porque las empresas no pagan impuestos al queroseno. El transporte aéreo es el más contaminante, pero disfruta de numerosas exenciones fiscales”, ha detallado Cristina Arjona, coordinadora de la campaña de movilidad de Greenpeace España, en una conversación con este diario.
La época dorada de las compañías low cost podría tener los días contados. “El avión, hasta hace poco, competía tanto en precio como en número de conexiones. Los vuelos cortos son cada vez más caros y el ferrocarril tiene tarifas cada vez más atractivas. Además, se ha diversificado la oferta con la entrada de los operadores privados en el mercado. El tren, donde es competitivo, gana por goleada”, explica Adrián Fernández, director gerente de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Los últimos datos publicados por la CNMC destacan la cuota de mercado de la alta velocidad en la ruta Madrid-Barcelona, que asciende hasta el 80%. En el corredor Madrid-Valencia, nueve de cada diez usuarios se decantan por los convoys.
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Los profesionales del sector prevén un crecimiento todavía más fuerte para lo que resta de década, con la consolidación de la alta velocidad en otras regiones como Galicia, Asturias y País Vasco. “La subida de los billetes va a impulsar los desplazamientos en tren. El ferrocarril genera entre 10 y 14 veces menos emisiones contaminantes que el transporte aéreo”, apunta Cristina Arjona. La movilidad sostenible es uno de los grandes retos de la próxima legislatura y el encarecimiento de los vuelos low cost puede jugar a su favor. Las asociaciones ecologistas, no obstante, piden una apuesta más ambiciosa para impulsar los desplazamientos en tren: “Las compañías tienen que aprovecharla oportunidad para desarrollar una política de precios más accesible, no solo a nivel nacional, sino también entre los distintos países. Las conexiones internacionales todavía están bastante atrasadas”.