Seis meses después de su ascenso al trono, Carlos III continúa realizando primeras veces. Este martes 7 de noviembre, el británico ha presidido por primera vez en su vida la apertura del Parlamento, siendo el primer soberano varón en hacerlo en 70 años. Una ocasión que ya forma parte de la historia de las islas y para la cual se ha realizado una procesión real por las calles de Londres.
En ella, Carlos no ha sido el único protagonista, pues su mujer, la reina Camilla, también ha estado presente. Conscientes de que los dos serían el centro de todas las miradas, ambos se han enfundado en sus mejores galas, tal y como dicta el protocolo. El rey ha optado por el uniforme militar de Almirante de la Flota Real Naval Número 1, el cual ha adornado con una gran cantidad de condecoraciones, y posteriormente se ha puesto la Túnica de Estado de terciopelo carmesí y la Corona Imperial.
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Camilla, por su parte, ha decidido reciclar y ha lucido el vestido de la coronación de su marido, un traje de color blanco de manca larga decorado con flores de pedrería y ramas metalizadas de acabado dorado. Pero la gran novedad, lo que verdaderamente ha llamado la atención, estaba en su cabeza, ya que ha llevado una espectacular tiara que antaño fue de su suegra.
Se trata de una de las joyas más impresionantes de la casa real británica, una pieza valorada en seis millones de libras, es decir, casi siete millones de euros, que llegó a ser el símbolo del reinado de Isabel II. Al elegirla, Camilla ha querido hacer un homenaje a su suegra que no ha pasado desapercibido, pues la desaparecida soberana la llevó en sus momentos más importantes, incluida en el año 1953, cuando fue coronada, además de en cada apertura del Parlamento a la que acudió desde entonces.
‘Corona del Estado’
Esta alhaja es conocida como la ‘Corona del Estado’ fue confeccionada en el año 1820 como un encargo de Jorge IV para su coronación y está compuesta por más de 1.300 diamantes, 180 perlas y un diamante de 4 quilates. De forma redonda, está adornada por cuatro cruces y cuatro ramos de flores que representan a las flores típicas de cada región de Reino Unido, las rosas de Inglaterra, el cardo de Escocia y el trébol de Irlanda.
Si bien en su origen fue creada para el rey, es decir, para un hombre, pocos años después pasó a las mujeres de la familia cuando la sobrina de Jorge VI, la reina Victoria, la eligió para la procesión de su coronación. Desde entonces ha sido una joya imprescindible para las royals británicas. Victoria, a su vez, se la dejó en herencia a su hijo, Eduardo VII, aunque fue la esposa de este, la reina Alejandra, quien la utilizó durante su vida. Eso sí, antes la modificó y le quitó once perlas para ajustarla mejor a su cabeza.
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Tras la muerte de Eduardo VII esta corona pasó a manos de su sucesor, Jorge V, y pasó a decorar la cabeza de su mujer, la reina María de Teck. Las siguientes manos que la recibieron fueron las de Jorge VI, Isabel Bowes-Lyon, quien no la lució nunca en su vida, siendo la gran reaparición de esta joya en 1953 gracias a Isabel II. Ahora es su nuera, con quien tuvo tantos conflictos antaño, quien la ha sacado del joyero real para demostrar que, pese al paso de los siglos, sigue siendo impresionante.