Las restricciones con las que compite el Shakhtar tras 21 meses de guerra: “Suena la alarma, el partido se para y los futbolistas van al búnker”

Javier Lurueña, expreparador físico del equipo, Alberto Bosch, analista de la selección ucraniana de fútbol y Andrew Todos, periodista ucraniano, detallan en ‘Infobae España’ la situación futbolística del rival del Barça en Champions

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Bondarenko y Gundogan pelean por el balón durante el partido de ida entre Barça y Shakhtar (REUTERS)
Bondarenko y Gundogan pelean por el balón durante el partido de ida entre Barça y Shakhtar (REUTERS)

Ucrania amanece con frío el ruido de las alarmas antiaéreas retumbando en el país. Vladimir Putin, después de meses de acumulación de tropas y tanques, de sombrías advertencias de violencia y de ambiguas garantías de paz, inicia la “operación militar especial rusa” para “desmilitarizar” el país ucraniano. Es 24 de febrero de 2022 y Rusia ha iniciado su invasión a Ucrania. Una guerra que desde entonces ha destruido hogares, cobrado vidas y parado el reloj de la vida cotidiana. El mencionado conflicto también paró durante unos meses el deporte, entre ellos uno de los más populares, el fútbol.

21 meses después, la pelota sigue rodando tras esa pausa. El Shakhtar Donetsk compite bajo unas condiciones que ya admite como cotidianas. Este martes (18.45 horas) reciben en Hamburgo, a 2.400 kilómetros de su hogar, al Barça para disputar la cuarta jornada de la fase de grupos de la Champions. “Esto no deja de ser un hándicap para ellos. El profesionalismo de los jugadores del Shakhtar hace mucho, pero obviamente las condiciones del día a día no son las mismas”, afirma a Infobae España Javier Lurueña, preparador físico español del conjunto ucraniano durante los últimos seis meses de la temporada pasada.

Del terreno de juego al búnker y de vuelta al césped

A lo largo de los últimos 21 meses han ido disminuyendo las restricciones a la hora de disputar un partido en Ucrania. “Antes solo se permitía jugar partidos en Kiev y en las regiones occidentales como Lviv y Uzhhorod. Ahora los partidos se pueden disputar en cualquier lugar, pero las restricciones a los aficionados no han disminuido, sigue estando prohibida su entrada”, desvela Andrew Todos, periodista ucraniano afincado en Londres, durante su conversación con Infobae España.

Lo que se mantiene son los búnkeres ubicados en las inmediaciones de los estadios, listos para ser ocupados por los futbolistas cuando una alarma antiaérea comienza a sonar. “Sin ir más lejos el partido del Dnipro se ha parado tres veces. Cuando se escuchan las sirenas el árbitro pita, detiene el partido, todos al búnker y no sale nadie hasta que no dejen de sonar”, explica Javier Lurueña.

“De hecho en el túnel de vestuarios e instalaciones conjuntas hay televisiones con el mapa del país y existe una aplicación que cuando hay riesgo de que caiga un misil, según cálculos matemáticos, determina la zona donde es más probable que impacte y en el mapa virtual se ilumina de color rojo. A mayor intensidad brilla, mayor probabilidad existe de que caiga ahí. Y hasta que no desaparece el color del mapa no se reanuda el partido. Una vez de vuelta al césped existe un tiempo para que los futbolistas calienten y vuelvan a entrar en calor antes de continuar el partido donde se dejó”, añade el preparador físico español.

Alberto Bosch, asistente de campo y analista de la selección absoluta ucraniana de fútbol, repara en la capacidad de aclimatamiento de las personas. “El ser humano al final es muy fuerte y se acaba adaptando a situaciones que no son normales. Al principio, cuando sonaban las alarmas antiaéreas la gente se asustaba mucho e iba corriendo al búnker. Ahora en plena ciudad de Kiev estás acostumbrados a este tipo de circunstancias. O a que caiga un misil cerca suyo. Aún teniendo miedo acaban normalizándolo. Es bastante duro, pero la realidad es esa. Ellos tienen que seguir y mantener un estilo de vida lo más normal posible dentro de estar viviendo en una guerra. Entonces tienen que ir, seguir haciendo vida, yendo a trabajar...”, asegura.

Los futbolistas del Shakthar celebran su gol ante el Barça durante el partido de ida de la Champions (REUTERS).
Los futbolistas del Shakthar celebran su gol ante el Barça durante el partido de ida de la Champions (REUTERS).

Los desplazamientos, el mayor hándicap para el Shakhtar

El conflicto bélico supone un esfuerzo físico, mental y logístico para el Shakhtar Donestk. El club ucraniano disputa, por motivos de seguridad, sus partidos de Champions como local en la ciudad alemana de Hamburgo, hasta donde asienta tras una odisea de más de once horas de viaje. Al estar el espacio aéreo ucraniano cerrado, viajaron en autobús a la ciudad polaca de Rzeszów, desde donde tomaron un vuelo hasta la ciudad alemana de Lübeck al haber cerrado las autoridades el aeropuerto de Hamburgo, donde un padre se atrincheró con explosivos dentro de un coche con su hija de cuatro años como rehén. Lübeck se sitúa, aproximadamente, a una hora de Hamburgo por carretera, recorrido que realizaron en autobús.

“Son detalles que yo creo que desde fuera no se perciben, pero la fatiga con la que llegan los jugadores después de jugar un partido, a no ser que la Federación facilite aplazar otro de liga para para poder competir en Champions sin problema, es grande. La situación no es sencilla, al menos a la hora de gestionar los detalles de recuperación de los jugadores para que lleguen en las mejores condiciones. En ese sentido chapó por los futbolistas”, dice Javier Lurueña. “Es difícil para ellos, sin duda. Pero entienden el privilegio que tienen de ser futbolistas, de poder representar a su club y a su país en el escenario europeo de la Liga de Campeones, y como tales se sienten estimulados por ello”, afirma Andrew Todos, quien además pone el foco en la prensa y las dificultades a la hora de cubrir de liga del Shakhtar.

“Hay que volar a Polonia o Eslovaquia y luego coger un tren o un autobús para cruzar la frontera. Por ejemplo, a Kiev solían ser tres horas de vuelo desde Londres. Ahora son dos horas hasta Polonia, luego autobús hasta el oeste de Ucrania y el tiempo de espera en la frontera es largo, unas 10 horas puede llevar a veces, y luego desde Lviv en el oeste y tren nocturno hasta Kiev son unas 8 horas. Así que en total casi 24 horas de viaje ahora”. Grandes diferencias entre la planificación del Barça y de un conjunto ucraniano que recibirá a los de Xavi alejado de su hogar, sin su público y tras haber superado una odisea para disputar el partido. Pero ya saben, el fútbol debe continuar.

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