El 24 de febrero de 2022 las tropas rusas invadieron Ucrania, dando comienzo a una guerra que continúa en la actualidad. Pero la realidad es otra, porque la guerra del Donbass estalló en 2014 y es desde ese año que el Shakhtar no ha tenido una ubicación fija para disputar sus partidos. Este martes recibirá como local en el Volksparkstadion de Hamburgo al Barça para disputar el partido del Grupo H de la UEFA Champions League.
Los desplazamientos para el equipo ucraniano no son sencillos por regla general, pues el transporte aéreo está cerrado ante la posibilidad de un ataque ruso, lo que obliga a moverse por vía terrestre, ya sea ferrocarril o autobús. En esta ocasión, hay que añadir que las autoridades cerraron el aeropuerto de Hamburgo, donde un padre se atrincheró con explosivos dentro de un coche con su hija de cuatro años como rehén. Así, el viaje que realizaron para llegar fue el siguiente: primero viajaron en autobús de Leópolis a la ciudad polaca de Rzeszów, de ahí volaron a la ciudad alemana de Lübeck, y una vez en territorio alemán, volvieron a subirse a un autobús para llegar hasta Hamburgo. En total, 11 horas de viaje entre el avión y los dos autobuses, más de 1.200 kilómetros desde Leópolis a Hamburgo.
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“Son detalles que yo creo que desde fuera no se perciben, pero la fatiga con la que llegan los jugadores después de jugar un partido, a no ser que la Federación facilite aplazar otro de liga para poder competir en Champions sin problema, es grande. La situación no es sencilla, al menos a la hora de gestionar los detalles de recuperación de los jugadores para que lleguen en las mejores condiciones”, confesó a Infobae el expreparador físico del equipo, Javier Lurueña. El jugador de 21 años Georgiy Sudakov confesó a Sport el “desafío mental” que supone para ellos: “Los constantes desplazamientos nos están agotando y estamos viendo un aumento en las lesiones. Sin duda, es un desafío mental, pero lo manejamos bien, entendemos que estamos en una posición favorable y no tenemos motivos de queja”.
Desde 2014 alejado de sus hogares y sus aficionados
En 2014, las milicias separatistas prorrusas declararon una república independiente en Ucrania con capital en la ciudad de Donetsk. Este ambiente de tensión les obligó a abandonar el Donbass Arena y acogerse a otras localidades para disputar los encuentros. Se trasladaron al Arena de Lviv, con capacidad para 34.915 espectadores, para competir como locales.
En 2017, se volvieron a mover a Kharkiv para jugar la liga ucraniana y acoger los partidos de Champions. El estadio se encuentra actualmente destruido por la guerra con Rusia. Dos años después, en 2020, se instalaron en la capital ucraniana. Presumían de un estadio de cinco estrellas, el Olímpico de Kiev, que además acogió la Eurocopa 2012, la que ganó España frente a Italia, pero su fachada fue dañada por los bombardeos rusos, lo que les obligó a salir de Kiev. Se repetía la situación, tenían que volver a salir de casa.
Han pasado por las ciudades Kiev, Leópolis, Uzhorod, Mynay y Hnidyn como locales en sus encuentros ligueros. Desde que estallase el conflicto con Rusia, el país no acoge competiciones europeas, por lo que se ven obligados a cruzar las fronteras en cada partido internacional. La pasada temporada la sede del Shakhtar fue el Legia Varsovia, este año, el Volksparkstadion de Hamburgo.
Tres horas convertidas en un día completo
“Hay que volar a Polonia o Eslovaquia y luego coger un tren o un autobús para cruzar la frontera. Por ejemplo, a Kiev solían ser tres horas de vuelo desde Londres. Ahora son dos horas hasta Polonia, luego autobús hasta el oeste de Ucrania y el tiempo de espera en la frontera es largo, unas 10 horas puede llevar a veces, y luego desde Lviv en el oeste y tren nocturno hasta Kiev son unas 8 horas. Así que en total casi 24 horas de viaje, ahora”, apuntó Lurueña a Infobae.
El cambio de localidad y estadio no es el único que ha sufrido el equipo ucraniano. Los búnkeres ubicados en las inmediaciones de los estadios continúan, listos para ser ocupados por futbolistas cuando una alarma antiaérea comienza a sonar. Lurueña recuerda que el partido del Dnipro se paró “tres veces”: “Cuando se escuchan las sirenas, el árbitro pita, detiene el partido, todos al búnker y no sale nadie hasta que no dejen de sonar”. Esta es la principal razón por la que los partidos siguen sin acoger espectadores.
“De hecho, en el túnel de vestuarios e instalaciones conjuntas hay televisiones con el mapa del país y existe una aplicación que cuando hay riesgo de que caiga un misil, según cálculos matemáticos, determina la zona donde es más probable que impacte y en el mapa virtual se ilumina de color rojo. A mayor intensidad brilla, mayor probabilidad existe de que caiga ahí. Y hasta que no desaparece el color del mapa no se reanuda el partido. Una vez de vuelta al césped existe un tiempo para que los futbolistas calienten y vuelvan a entrar en calor antes de continuar el partido donde se dejó”, añadió el preparador físico español. Dificultades añadidas a los jugadores, que sueñan con poder regresar algún día, más pronto que tarde, a su hogar.