Sánchez asume el riesgo de la amnistía y de la vuelta de Puigdemont en su jugada más delicada para revalidar en la Moncloa

Con la defensa de la medida de gracia, el líder socialista adopta uno de los cambios de opinión más flagrantes para superar otro capítulo de su extenso manual de resistencia

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Pedro Sánchez, durante la fallida
Pedro Sánchez, durante la fallida sesión de investidura de Feijóo, en septiembre. REUTERS

Hace una semana, Pedro Sánchez abrazó en público la amnistía a los encausados por el procés catalán: la justificó en el Comité Federal del PSOE y reconoció su cambio de opinión al respecto. Durante su larga trayectoria política, no es la primera vez que el secretario general de los socialistas modifica su hoja de ruta, especialmente en lo relativo al “tema catalán”. Así es como el propio presidente del Gobierno en funciones se refirió tras una pregunta incómoda del periodista Carlos Alsina en la precampaña de las generales.

¿Por qué nos ha mentido tanto?”, lanzó el presentador para enumerar varios ejemplos. Entre ellos estaba “indultar a políticos”, algo que finalmente sí hizo en 2021, cuando aprobó la medida de gracia para los principales líderes independentistas encarcelados, entre los que se encontraba el presidente de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras.

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El líder socialista habló alto y claro sobre los “cambios de posición política en algunos asuntos de Estado” que le llevaron a “tomar decisiones muy difíciles y complejas”, como la medida de los indultos a los políticos catalanes. “La política está para resolver problemas, aportar soluciones y no dar rienda suelta a las venganzas de nuestras propias pasiones”, remachó en la entrevista radiofónica del pasado 19 de junio. Si bien, ya en su momento, cuando impulsó la medida en junio de 2021, no negó el cambio de postura: “Antes la solución era el castigo, ahora los indultos”.

Con la actual defensa de la amnistía, Sánchez adopta uno de los cambios de opinión más flagrantes, enfrentándose a su jugada más delicada para superar otro capítulo de su extenso manual de resistencia. Hasta antes del 23 de julio, la posibilidad de esta medida no era “algo futurible”. “Llevo cinco años gobernando. El independentismo pedía la amnistía y no lo ha tenido; lo que ha tenido son indultos condicionados”, zanjó en una entrevista en TVE dos días antes de la cita con las urnas.

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En la campaña de las elecciones de noviembre de 2019, Sánchez se comprometió a traer de vuelta al expresidente de la Generalitat: “Yo me comprometo aquí y ahora a traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia española”, y tras conceder los indultos, enterró la posibilidad de aplicar una medida de gracia a Carles Puigdemont, a quien ha recomendado “comparecer y someterse ante la Justicia”.

A la espera de saber el alcance de la amnistía, todo apunta a que Puigdemont sería uno de los grandes beneficiados de la misma, suponiendo otro giro de guion en lo relativo al conflicto político de Cataluña con el Estado. En esta ocasión, eso sí, para sofocar las críticas acerca de la defensa de la medida de gracia, Sánchez ha avanzado en su modus operandi de explicaciones.

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No solo ha reconocido en primera persona y ha asumido el cambio de opinión radical, sino que ha desvelado sin tapujos el motivo: porque es una condición para revalidar al frente de la Moncloa. “Esta medida es una condición para que pueda haber un gobierno de progreso y para evitar un gobierno de la derecha y la ultraderecha, PP y Vox, que perdieron las elecciones el pasado 23 de julio”, esgrimió en su discurso del Comité Federal.

No hacerlo hubiera llevado a la política española por el camino de la repetición electoral, pero el líder socialista ha apostado todo a aceptar esta medida, cuyos últimos flecos separan a PSOE y Junts del pacto definitivo para la investidura del líder socialista. Por eso, esta coyuntura ha empujado a las escépticas filas socialistas a acompañar al secretario general del PSOE, que diseñó un partido a su medida, por estos derroteros.

Doble efecto de la medida, pero sin riesgo cero

El amplio respaldo de los cargos del partido a la decisión tomada por el presidente del Gobierno en funciones en lo relativo a la amnistía no se basa en la nada. El tiempo y las elecciones del pasado 23 de julio han dado la razón a Sánchez ante otras decisiones delicadas durante su último mandato, como la coalición con Podemos, la política de pactos con EH Bildu, y los indultos a los líderes del procés y la derogación del delito de sedición. Y es que, Pedro Sánchez arrancó casi un millón de votos más con respecto a 2019 frente a unas encuestas que dejaban al partido por debajo de los 100 escaños y sin posibilidad alguna de revalidar en la Moncloa.

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Más allá de mantenerse en el Gobierno, Sánchez busca con esta decisión dar la estocada final al independentismo, un movimiento de capa caída en las calles y que se quedó en casa en las dos últimas citas con las urnas: tanto en las municipales del 28 de mayo como en las generales del 23 de julio, el PSC fue la primera fuerza, doblando el brazo a ERC y Junts.

El secretario general de Junts
El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont y la diputada de Junts, Miriam Nogueras, posan en el exterior del Parlamento Europeo, Bruselas (Bélgica). (Europa Press)

“Hay que hacer de la necesidad una virtud”, es el nuevo lema del que hace gala Sánchez. “Las medidas de gracia, los indultos, entonces, fueron discutidas, es cierto. Pero los resultados creo que son indiscutibles. En el epicentro del conflicto, en Cataluña, el reencuentro se abre paso día a día y esa dinámica ha fortalecido a quienes trabajamos, precisamente por el entendimiento”, celebró el presidente del Gobierno en funciones para detallar cómo se ha desinflamado el conflicto territorial desde 2017 hasta ahora.

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“Se expresa claramente en las encuestas y se percibe en la calle, no hay más que pasear por cualquiera de las calles de cualquier ciudad de Cataluña; se siente también en las familias que fueron las principales víctimas de esa confrontación y también, se manifiesta en las elecciones cuando los catalanes y catalanas tienen la ocasión de poder pronunciarse. La fractura en consecuencia queda atrás y se está abriendo y hay que afianzar ese paso hacia el reencuentro. Nadie puede discutirlo porque esta es una evidencia: ni hasta incluso los más recalcitrantes pueden negar que la situación en Cataluña es infinitamente mejor que la de 2017″.

No obstante, existe el riesgo de que la posible vuelta de Puigdemont a la política activa en Cataluña se le vuelva en contra en sus aspiraciones de que los socialistas vuelvan a liderar la Generalitat tras las elecciones catalanas previstas para principios de 2025. También, está por ver cómo un empoderado Puigdemont puede desestabilizar la legislatura, ya que, por el momento, está imponiendo los tiempos de la negociación con el PSOE.

Por ahora, se desconoce el alcance del pacto entre Sánchez y Puigdemont más allá del relato que impere tras el eventual pacto de investidura. En caso de que ambos sellen un acuerdo histórico, la duración de la legislatura será una incógnita, pues los votos de Junts serán necesarios para todas y cada una de las votaciones. Dure lo que dure el actual periodo legislativo, desde luego no será apto para cardíacos dada la impredecible conducta del partido independentista, que transita por la senda de la gobernabilidad. El tiempo dará o quitará la razón a Sánchez ante su jugada más delicada.

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