‘Nada que decir’, la novela ganadora del Premio Tusquets que indaga en el deseo femenino y la noción de éxito en la era de Tinder

Silvia Hidalgo se consolida como una de las voces más potentes de toda una nueva generación de escritoras que hablan sobre las contradicciones del universo femenino

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Silvia Hidalgo y la novela ganadora del Premio Tusquets, 'Nada que decir'
Silvia Hidalgo y la novela ganadora del Premio Tusquets, 'Nada que decir'

Es su tercera novela y, con ella, Silvia Hidalgo no solo ha ganado el Premio Tusquets, sino que se ha erigido como una de las voces femeninas más potentes de su generación, al igual que su predecesora en el galardón, Cristina Araújo, con Mira esta chica.

Después de Dejarse el flequillo y Yo, mentira, la autora se consagra con Nada que decir, una novela en la que indaga alrededor de la psicología de la mujer en un momento de crisis existencial. Un territorio en repleto de inquietudes, miedos y escasas certezas.

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Así es la realidad de la protagonista, recién separada, con un bebé y un trabajo que exuda toxicidad. En definitiva, asfixiada en un entorno social que se encarga a cada paso de cuestionarla.

Relaciones en la era tecnológica

Dentro de este panorama, esta antiheroína que se mueve dentro de los designios de la cultura digital, buscará en las Apps de citas un crush con el que establecer cualquier tipo de vínculo, por muy superficial o primitivo que sea, al mismo tiempo que intenta olvidar a un ‘hombre tumor’ con el que se ha obsesionado.

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“Quería hablar del momento que estamos viviendo, de cómo nos comunicamos. Yo tenía muchas inquietudes al respecto de cómo la tecnología está afectando al lenguaje, a la forma en la que decimos las cosas”, cuenta Silvia Hidalgo, que además de escritora es ingeniera informática a Infobae España.

Para empezar, la protagonista no termina de encajar el mundo que se ha creado a su alrededor, aparentemente idílico y perfecto. Así que se encargará de romper los lazos que había creado para empezar de cero, aunque tenga que ser constantemente juzgada.

“Hay muchos estigmas asociados a la mujer, sobre todo en cuestiones domésticas y en el tema de los cuidados. Se nos dice lo que es prioritario para nosotras y si vas a contracorriente, eres penalizada. Por eso me apetecía que la protagonista fuera madre, pero como una circunstancia más, sobre todo porque para ella no es lo más importante en su vida”.

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La protagonista de Nada que decir comienza su itinerario en un momento muy crítico en el que se encuentra incómoda en todos los aspectos de su vida y decide abrazar el enfado, porque al menos es una energía que la hace sentirse viva. “Irá escarbando un túnel que la llevará cada vez a sitios más profundos y oscuros, pero lo importante para ella es moverse y tener el control de su vida. Así que poco a poco, en medio de la asfixia, irá encontrando burbujas de aire y comenzará a respirar, a abrazar su vulnerabilidad y establecer de nuevo relaciones que la hagan sentirse humana”.

Sexismo cotidiano

A lo largo de la novela, la protagonista será víctima de pequeñas violencias cotidianas de carácter sexista. Por ejemplo, hombres con corbata que dominan su oficina se reirán de ella cuando salga de una reunión. “Son cosas que terminan minando, creando inseguridades y generan miedo, impotencia. Parece que nunca estás del todo en tu lugar, y por eso puedes ser violentada en cualquier momento por el simple hecho de ser mujer”.

Silvia Hidalgo
Silvia Hidalgo

La autora cree que sigue perpetuándose una cierta noción de romanticismo que se ha encargado de dibujar el cine y la propia literatura, la de imaginarnos un camino predibujado y un final inventado que se acopla a nuestros deseos y necesidades. De ahí la metáfora del laberinto, del que todas creemos que podemos salir y muchas veces nos metemos en situaciones que no podemos controlar y que generan desconcierto. “Ella ve las famosas red flags por todos lados, pero cuando se da cuenta de que no sabe cómo manejar las situaciones, se juzga a sí misma, que es algo que creo que hacemos mucho las mujeres y no es justo”.

Silvia Hidalgo se enamoró de las ficciones a través del cine cuando era pequeña. Fue su ventana hacia nuevos mundos y le sirvió para ampliar su mirada. Por eso, su literatura es también muy visual, y sensitiva. Y en ese aspecto, la forma en la que retrata el deseo femenino resulta de lo más precisa y reveladora.

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“Desde pequeñas nuestro deseo también ha sido educado. Siempre vemos las mismas imágenes, los mismos modelos de relación que nos han hecho sentir incómodas con el deseo que sale de nosotras, al mismo tiempo que también nos hemos sentido objetos de deseo. Es algo que va más allá del plano intelectual, es más profundo y ahí entran las contradicciones, la de sentir, por un ejemplo, un deseo que va en contra de nuestros propios ideales”.

Nada que decir hace referencia a la forma en la que el lenguaje se ha pervertido y carece de valor. “Palabras que antes para ella tenían un sentido, dejan de tenerlo a través del teclado del móvil. Ella siente que ha perdido la capacidad de expresarse”. Por eso, a través de las aplicaciones para ligar, subvertirá los códigos, poco a poco entrará en el juego y de alguna manera se vengará de toda esa carga que machismo que conllevan. “Ella quiere ganar, así que imitará a los jugadores, que siempre son hombres y, de esa manera, se dan un poco la vuelta al tablero en torno a lo que significa el éxito, tanto el social como el sexual”.

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