Además de ser una frase en latín que hace referencia a la fugacidad de la vida, Memento Mori también es una novela de César Pérez Gellida que daría inicio a la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, que alcanzaría una enorme popularidad dentro del género negro en su vertiente más oscura y truculenta.
Ahora se ha estrenado en Prime Video una ficción basada en esta historia (escrita por Germán Aparicio, Luis Arranz y Abraham Sastre) que nos adentra en la investigación de una serie de asesinatos de mujeres al mismo tiempo que, de forma paralela, se nos presenta al asesino como forma de adentrarnos en la psicología del mal en su estado más puro.
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Así, por una parte, tenemos al inspector de homicidios Ramiro Sancho (Francisco Ortiz, la revelación de ¡García!) y su equipo, al que se irán sumando expertos en psicopatías, como la profesora de universidad, Martina (Manuela Vellés) y Carapocha (Juan Echanove), un veterano asesor criminalista obsesionado con indagar en torno a las mentes perturbadas que disfrutan asesinando.
Por otro lado, conoceremos a Augusto (Yon González, en una vertiente interpretativa de lo más sádica), una especie de Patrick Bateman en versión pucelana (la serie transcurre en Valladolid), extremadamente narcisista, amante de las citas literarias y las canciones pop y que vive para matar, como lo único que pudiera calmar su furia.
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A partir del momento en que la policía encuentre el cuerpo de una joven con los párpados arrancados, comenzará una lucha contrarreloj para averiguar la identidad del asesino, al mismo tiempo que nos sumergiremos cada vez más en las raíces del horror a través de la perfidia de Augusto.
Del libro a la pantalla
Memento Mori se inserta en la línea de actuales producciones basadas en bestsellers recientes dentro del género criminal, como es el caso de La novia gitana o La red púrpura, de Juan Gómez Jurado, que se pueden ver en Atresplayer, La chica invisible, de Disney Plus+ o La chica de nieve, en Netflix, procedente de otro superventas como es Javier Castillo. Aunque su principal referente sería El silencio de la ciudad blanca, de Eva García Sáenz de Urturi (de la que se hizo versión cinematográfica), por la utilización y el provecho que se hace de los escenarios de la ciudad en la que transcurre.
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En este caso, la incomodidad procede, sobre todo, del acercamiento a la cotidianeidad del asesino, algo que sin duda remite a la icónica obra de Bret Easton Ellis American Psycho (también a El dragón rojo, de Thomas Harris, el creador de Hannibal Lecter) aunque en este caso no se arrojen demasiadas reflexiones en torno a la esencia perversa del protagonista y se acumulen los tópicos a su alrededor, como los traumas sufridos en la infancia.
La serie es tan entretenida como poco exigente, está llena de clichés y, aunque sus giros de guion ayudan a mantener el interés, hay muchos elementos que no terminan de encajar: desde la historia de amor entre Ramiro y Martina, hasta la propia propuesta interpretativa de Yon González, en ocasiones demasiado caricaturesca.