El pasado 22 de octubre las calles de Madrid se transformaron, como cada año en la Fiesta de la Trashumancia, en una vía pecuaria con el paso de cientos de ovejas y cabras. Pero esta vez fue una mujer, Marity González, nombrada primera pastora mayorala en 2018, la que guio al ganado y reivindicó el papel de la ganadería extensiva como herramienta de conservación de la biodiversidad y lucha contra el cambio climático.
Marity, de 48 años, tiene claro que “sin las mujeres no habría ni trashumancia ni pastoreo extensivo” porque aunque sea un trabajo poco reconocido y suelan estar en un segundo plano, son muchas las que se dedican a este sector. Fue ella, junto a otras compañeras pastoras, la que por primera vez en 2007 recorrió a pie la Cañada Real Conquense, que se extiende a lo largo de más de 400 kilómetros desde Guadalaviar, en Teruel, hasta La Carolina, en la provincia de Jaén. A partir de ahí, cuenta a Infobae España, “las mujeres también comenzaron a bajar caminando, porque normalmente lo hacían en coche junto a los niños”, un hecho significativo teniendo en cuenta que en España hay unas 300.000 cabezas de ganado trashumante dirigidas por unas 2.000 familias, pero solo en torno a 200 hacen el recorrido a pie.
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Tras recorrer esa vía, Marity se aficionó al pastoreo y, aunque primero comenzó a trabajar en la Asociación Trashumancia y Naturaleza como administrativa -y lo sigue haciendo- , en 2017 la organización compró un rebaño para abrir cañadas que estaban en desuso y se convirtió en ganadera. “El pastoreo en trashumancia es el futuro”, dice convencida, pues se trata de una alternativa efectiva para mitigar el cambio climático al ser una actividad que mantiene el campo en buen estado y contribuye a conservar la biodiversidad de hábitats. También ayuda a prevenir incendios, controlar la erosión y fertilización del suelo, algo fundamental
Dispersión de semillas
Los movimientos trashumantes del ganado son además fundamentales en la dispersión de semillas. Cada oveja traslada diariamente unas 5.000 semillas y abona el terreno con más de tres kilos de estiércol, por lo que cada rebaño de 1.000 ovejas trashumantes dispersa más de 150 millones de semillas y unas 100 toneladas de abono a lo largo de 500 kilómetros. Si no se llevara a cabo esa trashumancia, recuerda Marity, esas cañadas “se llenarían de matorrales” y aumentaría la posibilidad de que se originara un incendio, lo que es especialmente relevante en España, que cuenta con un patrimonio de vías pecuarias “único a nivel mundial” con más de 125.000 kilómetros de vías pecuarias y 420.000 hectáreas de superficie.
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El pastoreo, además de contribuir a la sostenibilidad ambiental, también “ayuda al impulso de una economía circular”, un modelo de producción y consumo que se centra en optimizar los recursos y minimizar los residuos generados. “Allá por donde pasamos vamos comprando en tiendas, consumiendo en bares o durmiendo en alguna pensión y, además, ahorramos dinero porque los animales comen de forma natural en vez de consumir pienso o forraje”, explica la pastora.
Sin relevo generacional
Pese a los beneficios del pastoreo, esta profesión está en riesgo de desaparición y no precisamente por falta de trabajo, sino porque no hay un relevo generacional en los pueblos. El trabajo, tal y como confirma Marity, requiere pasar largas horas junto a los rebaños, así como la exigencia de hacerlo todos los días, lo que complica tanto ese relevo como “la contratación de personal de apoyo”.
No obstante, Marity destaca que hoy en día es mucho más común que haya pastoras y mujeres ganaderas, en parte debido a que desde que hace unos años la titularidad de las explotaciones agrarias es compartida, de forma que la pareja que lo gestiona puede estar dada de alta en la Seguridad Social. “Antes yo también estaba más en la sombra, pero me di cuenta de que debía salir a la luz para dar a conocer nuestro trabajo, porque veo que las mujeres trabajan el triple que los hombres en este sector: cargamos con los niños, con la casa, con los papeles y las maletas, porque la trashumancia supone llevarte la casa a cuestas y eso casi siempre lo hacen las mujeres”, asegura.
En el caso de Marity, su oficina está en Cantabria, y dependiendo de las circunstancias y de su hijo, sale con el rebaño un fin de semana, una semana o un mes. Asegura que haber sido la encargada este año de pastorear y guiar a cientos de ovejas y cabras por las calles de Madrid le hizo sentir “mucho orgullo”, por lo que seguirá reivindicando el papel fundamental de la mujer en este sector.