Aitana Bonmatí usa su Balón de Oro como altavoz para “seguir luchando” el mismo día en el que Rubiales es inhabilitado

El fútbol femenino español vive instalado en una nube desde el pasado 20 de agosto, cuando la selección se proclamó campeona del mundo y pasó a trascender más que nunca. No sólo a nivel deportivo, sino también en la esfera social. ¿Reconocieron a algunas de nuestras heroínas y no a ciertos colegas suyos de profesión en la gala del Balón de Oro? Si la respuesta es afirmativa, confirmamos que la segunda victoria mundialista de la Roja, tras la cosechada por ellos en 2010, ha calado hondo. De hecho, ellas sí se han llevado el máximo reconocimiento individual posible, gracias a una Aitana Bonmatí que ha puesto, con él, la guinda al curso de su vida. Inmejorable tanto en el FC Barcelona como en el equipo nacional.

En el Mundial, la centrocampista catalana tomó las riendas a lo grande, jugando a las mil maravillas y haciendo jugar de idéntica manera a sus compañeras. Tres goles y dos asistencias, más un liderazgo sin parangón, le dieron el MVP del torneo. Por si esto fuese poco, Bonmatí ya venía de pasarse el juego sobradamente en la temporada de clubes, casi perfecta con el Barça: Champions (cinco goles y siete asistencias, a la par que un MVP más), Liga F (nueve goles y 10 asistencias) y Supercopa de España (enésimo MVP del año a base de dos goles y una asistencia).

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Pero la tercera ganadora española del Balón de Oro, tras Luis Suárez y Alexia Putellas, es, lo reconoce ella misma, discreta. Por eso, esperó esta distinción como lo haría cualquier persona de a pie sin ínfulas: muerta de los nervios. Lejos de esconderlo, lo evidenció con total naturalidad a la hora de agradecer el galardón: “Llevo sin dormir unos cuantos días. Es un sueño para mí”. Uno cumplido por el “talento único” de España para el deporte rey y forjado, en lo que a Bonmatí respecta, a base de una madurez descomunal a los 25.

En un discurso en el que no paró de hacer hincapié en la fuerza del colectivo como motor de la consecución de este trofeo, quiso que su condición de mejor jugadora del planeta sirviese de altavoz para reivindicar que el conformismo no es una opción. Por eso, mandó un mensaje alto y claro a las futbolistas: “Como jugadoras, nuestra responsabilidad va más allá del fútbol. Tenemos que seguir luchando para tener un mundo en paz e igualitario”. Hacerlo tiene recompensa, tal y como ha quedado demostrado unas horas antes de que lanzase esta sentencia.

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Este mismo lunes, llegaron el cuarto Balón de Oro en términos españoles y la inhabilitación del ya expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales. La FIFA le ha vetado tres años, sin posibilidad de ejercer ninguna actividad, ni nacional ni internacional, en el ámbito futbolístico. El beso no consentido que propinó a Jenni Hermoso en la celebración del título planetario propició una lucha encarnizada como la que Bonmatí pidió que siga desarrollándose.

El machismo primero y la falta de profesionalismo después llevaron a una situación límite a las campeonas y a la Federación. Sólo los cambios palpables desbloquearon, en la primera concentración posMundial, un conflicto que ni mucho menos se consideró finiquitado cuando Rubiales desapareció del mapa. Aquel sólo fue un primer paso, seguido de otros que, a posteriori, han permitido que las internacionales respiren más tranquilas: ahora gozan de mayor respeto y de mejores condiciones.

Rectificar es de sabios y lo que quedó empañado en un primer momento brilla con mayor intensidad cada día que pasa. Para muestra, el hito de Bonmatí, que sus admirados Xavi e Iniesta no alcanzaron en el pasado y que, caprichos del destino, se ha producido a la par que la máxima defenestración de Rubiales. “Desde ahora, anuncio que voy a apelar. Llegaré hasta la última instancia para que se haga justicia y resplandezca la verdad. Por muchos esfuerzos de algunos políticos, medios e instituciones, cada vez está más clara la desproporción e injusticia cometida”, declaraba el otrora dirigente en un comunicado.

No obstante, su posicionamiento pasó incluso desapercibido. Era el momento, como siempre debió serlo, de las protagonistas. “Dice mucho que llevemos tres años con el Balón de Oro en casa. Somos un país que vive el fútbol muchísimo y que trabaja cada día para ser las mejores”. Palabra de Aitana Bonmatí.