Sobrevivir a los abusos sexuales de tu padre: “Lo normalicé tanto que pensé que ocurría en todas las familias”

Laura Cuevas sufrió abusos sexuales por parte de su progenitor en su infancia y adolescencia y decidió contarlo muchos después en un libro autobiográfico. Según un estudio reciente de ‘Save the children’, en 8 de cada 10 casos el agresor es una persona del entorno familiar o conocida del menor

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Laura Cuevas, superviviente de abusos
Laura Cuevas, superviviente de abusos sexuales.(Cuco Cuervo)

Durante muchos años el trabajo consumió buena parte de la vida de Laura Cuevas. Lo hacía a propósito, para mantener la mente ocupada y no tener que lidiar con el trauma y las secuelas que le dejaron los abusos sexuales perpetrados por su padre durante su infancia y adolescencia. Se esforzaba por tener una vida “normal”, y así lo aparentaba por fuera, pero por dentro, asegura, “estaba rota”.

El sentimiento de culpa, la vergüenza y el miedo a no ser creída, a destrozar su familia, le impidió contar durante mucho tiempo que su padre la había violado, tanto que solo se atrevió a dar el paso 40 años después, en pleno confinamiento por la pandemia, cuando al estar encerrada en casa disponía de más tiempo y su cabeza no dejaba de dar vueltas, lo que incluía pensamientos suicidas. Si bien ya tenía por costumbre plasmar en papel lo que le perturbaba, el confinamiento le sirvió para dar un paso más y transformar su dolor en un libro que lleva por título Sin filtro, aunque no pudo denunciar porque el delito había prescrito.

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“Me senté y decidí escribirlo, pero desde la raíz donde me duele, donde lo dejé escondido tantos años, y la verdad es que me liberó muchísimo aunque también necesitaba hablarlo”, cuenta Laura a Infobae España, que confiesa que a pesar de haberlo contado hace un año y medio, aún sigue sintiendo culpa. “Cuesta mucho hablarlo, primero porque sigue considerándose un tabú y, segundo, porque el abusador te crea esa culpa desde que eres muy pequeña. A mí me decía que no podía hablarlo, que mataría a mi madre del disgusto, y me pedía perdón cada vez que abusaba de mí y decía que no volvería a pasar, pero después siempre volvía a ocurrir”.

Laura era la mediana y única chica de otros tres hermanos que vivieron ajenos a ese horror, como si se tratara de una casa diferente. Su padre solía abusar de ella de madrugada, cuando su madre debía levantarse temprano para ir a trabajar y sus hermanos dormían. Al principio él acudía a su habitación, después directamente la llevaba a su cama.

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Fue abusada por su progenitor desde los 6 hasta los 15 años y llegó un momento, asegura, en el que lo normalizó tanto que pensó que ocurría en todas las familias. Solo con el paso del tiempo, ya siendo adolescente, empezó a entender que esa situación no era normal, incluso ya había “un miedo en los ojos” de su padre, pero siguió guardando silencio. “Cuando llevas tantos años sufriendo abusos sexuales, crees que es imposible salir de ahí”, relata. También recuerda que siempre estaba “confundida” porque el mismo hombre que de noche abusaba de ella, por la mañana le servía el desayuno como al resto de sus hermanos y “actuaba normal”, como si nada hubiera pasado. “Es más, muchas veces tenía que escuchar a la gente decir que mi padre era muy bueno”, cuenta Laura, que ahora tiene 55 años.

Laura Cuevas firmando un ejemplar
Laura Cuevas firmando un ejemplar de su libro Sin filtro. (Cedida)

Laura, que siempre pensó que su madre la salvaría de todo aquello, asegura que llegó a odiarla más que a su propio agresor porque esa ayuda nunca llegó. Su madre, asegura, llegó saber que algo raro pasaba, pero “guardó silencio”.

Los agresores son conocidos o del entorno

Al igual que el suyo, en ocho de cada diez casos de abusos sexuales contra la infancia el agresor es una persona del entorno familiar o conocida del niño o niña, según el último informe de Save the Children tras analizar cerca de 400 sentencias judiciales en España. El análisis también indica que el 96% de los abusadores no tiene antecedentes penales relacionados con violencia sexual.

Además, según los últimos datos del Ministerio del Interior, en 2021 se presentaron 8.317 denuncias por delitos contra la libertad sexual que tenían como víctima a niños, niñas y adolescentes. Cifras que la ONG considera que “son solo la punta del iceberg, ya que se estima que apenas el 15% de los casos de abuso sexual llegan a denunciarse” y lamenta que aún exista la creencia colectiva de que estos casos apenas suceden cuando en realidad se trata de una de las formas de violencia contra la infancia y adolescencia más graves y ocultas.

El estudio también señala que la edad media a la que empiezan los abusos son los 11 años, y que en más del 80% de los casos la víctima es una niña o una adolescente.

Otros datos alarmantes son los que muestra el informe que el pasado viernes entregó el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, sobre los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica, que recoge testimonios de casi 500 personas. La investigación estima que el 0,6% de la población española ha sido agredida sexualmente por un sacerdote o religioso católico y denuncia la respuesta “insuficiente” por parte de la Iglesia.

Las cicatrices del abuso sexual

A Laura los abusos de su padre no solo le marcaron la infancia, sino que han afectado para siempre sus relaciones sociales, le han generado miedos y una aversión al sexo que se mantiene hasta hoy. “Siento rechazo por el sexo porque para mí era algo malo. Y ahora, a pesar de tener una pareja estable que lo sabe y que me ayuda muchísimo, esa parte de mí sigue ahí y es complicado de gestionar”, explica, si bien la terapia psicológica la ayuda a afrontarlo.

Los abusos también han lastimado su autoestima y la confianza en los demás. De hecho, Laura, que tiene tres hijos de tres relaciones diferentes, asegura que otra de las secuelas es que siempre acababa huyendo y “saltaba de una relación a otra”. A pesar de que han pasado ya muchos años, añade, sigue siendo “incapaz” de quedarse desnuda delante de cualquier persona “ya sea hombre o mujer”.

Laura Cuevas montando una exposición.
Laura Cuevas montando una exposición. (Cedida)

El calvario de Laura terminó cuando su hermano mayor y la pareja de este, que se había quedado embarazada, se fueron a vivir a la casa familiar, de forma que ella pasó a compartir habitación con sus otros dos hermanos. Tenía entonces 15 años y tan solo dos años después, con 17, conoció a un chico con el que tuvo su primer hijo. Admite que ni siquiera estaba enamorada, pero era una forma de huir, de dejar atrás su pasado.

Apoyo familiar

En cuanto a la reacción de su familia, Laura celebra haber recibido el apoyo de la mayoría, tanto de sus hermanos mayores como de tíos, sobrinos y primos, aunque lamenta especialmente que su hermano pequeño no hay sido capaz de entenderlo ni de mostrar empatía.

Sus padres, que “ya están muy mayores”, siguen viviendo en la misma casa familiar y no habla con ellos desde que decidió sacar a la luz los abusos sexuales y escribir el libro. Su madre, recuerda, solo le preguntó que por qué removía el pasado después de tanto tiempo.

Laura asegura que en todo este difícil camino sus hijos han sido su principal apoyo y que, de no ser por ellos, “no estaría aquí”. En 2022, con el objetivo de romper el silencio y ayudar a otras personas que hayan sufrido abusos sexuales, decidió crear la Asociación Contra los Abusos Sexuales en la Infancia Lulacris, un espacio donde ofrecen apoyo psicológico además de impartir charlas y talleres en el ámbito educativo para prevenir y sensibilizar sobre esta problemática.

“Yo solo quiero que mi historia sirva para ayudar a otras personas que han sufrido este tipo de abusos y, sobre todo, concienciar a la sociedad del gran problema que tenemos para intentar que no ocurra”, concluye.

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