Simeone lo ha dejado claro en varias ocasiones. “Nos cuesta en Champions, nos falta intensidad”. El argentino entiende que el Atlético debe jugar a un ritmo más alto cuando sale a competir por Europa. No ante los equipos punteros del Viejo Continente, donde rara vez no compite, sino ante aquellos que sobre papel se encuentran un escalón por debajo. Sucedió el curso pasado ante Brujas y Bayer Leverkusen. Y esta temporada el Celtic se suma a la lista de clubes de ese perfil que han dado un toque de atención (2-2) a los de Simeone. Los escoceses, que contaban por derrotas sus dos partidos anteriores de Champions, imprimieron una velocidad más al partido y les valió con llevarse por delante al Atlético en la primera mitad para arañar su primer punto del curso europeo.
Volvía el Atlético a Celtic Park, el lugar que decantó la identidad colchonera y de donde salió airoso de la conocida Batalla de Glasgow hace medio siglo. Nada ha cambiado en el mítico feudo escocés. El túnel de vestuarios es igual de estrecho, el You’ll never walk alone sigue retumbando en la grada que recibe a su equipo bajo una atmósfera imponente. Las capas de pintura en las paredes y el juego de luces discotequeros revelan la modernidad del actual fútbol. Pero el ambiente sigue siendo estremecedor. Como lo era el del Vicente Calderón.
El arreón inicial escocés superó a los de Simeone
El césped en el que Ayala, Panadero, Irureta, Heredia y el resto jugadores escribieron su nombre en la historia del Atlético, lo pisaban los de Simeone con un nombre inédito en el once titular: Javi Galán. El exjugador del Celta pagó la novatada de las primeras veces. Brendan Rodgers, sabedor de la novedad, ordenó a Maeda, O’Riley y McGregor percutir por ese costado. Fue este último el que cedió a Furuhashi para que coronase una excelsa pared a la que el citado jugador del Atlético no llegó. Reaccionó tarde. Para cuando entendió que debía seguir y estorbar lo justo a Furuhashi, el nipón ya había batido a Oblak.
Rodgers había encontrado la llave para asaltar el partido. En la espalda de Galán estaban las costuras de un Atlético que sufrió con cada centro lateral. Así que los de Simeone decidieron bajar el balón al pasto y jugar sus armas. Poco a poco fueron sacudiendo la intensidad escocesa. De Paul conectaba con Molina, al que Taylor derribó dentro del área. Griezmann erró su lanzamiento, pero la fortuna le concedió una segunda oportunidad. Recogió el rechace de Hart y la cambió de palo. Imposible para el veterano meta inglés.
El espíritu del 74 dejó al Atlético sin opciones
Celebró poco el Atlético. Tres minutos después, otro nipón castigó la espalda de sus defensores. Maeda se la ganó a Molina y cambió a la banda izquierda donde Palma había hecho lo propio con Galán. El hondureño fusiló a Oblak y volvió a adelantar a los escoceses. Con muy poco, el Celtic hacía daño al Atlético. Tan solo tenía que llegar al área. Simeone agitó la coctelera dando entrada a Riquelme y Llorente en lugar de Saúl y un Galán suspenso en su estreno en Champions.
Rodgers había decidido mover el banquillo y dar entrada a un defensa para tratar de amarrar el resultado, pero para cuando se pudo realizar la sustitución Morata ya había empatado el partido tras un gran centro del recién entrado Llorente. El Atlético creció y poco a poco fue encerrando al Celtic y silenciando a un estadio que rugió cuando De Paul se marchó expulsado a falta de diez minutos para el final tras una entrada que en 1974 hubiera sido una carantoña. Con la última carrera del argentino rumbo al vestuario, se esfumó la ofensiva rojiblanca. Todo acabó en empate y con ambos equipos emplazando su última batalla a Madrid, como hace cincuenta años.