La paradoja del empleo sénior: más personas atrasan su jubilación, pero los parados mayores de 50 ya superan a los jóvenes

El envejecimiento y las diferencias educativas explican que haya más parados mayores a la vez que se demora el inicio del retiro. El Gobierno reconoce que el edadismo supone un obstáculo para aumentar la edad efectiva de jubilación

Guardar
Los desempleados de 50 años o más suponen un tercio de los parados totales y superan a los de menos de 30 años.
Los desempleados de 50 años o más suponen un tercio de los parados totales y superan a los de menos de 30 años.

La población envejece en España y el tipo de parado más frecuente también. Los jóvenes por debajo de los 30 años siguen teniendo las tasas de paro más elevadas, pero los parados con más de 50 ya los superan en número por primera vez. Esto supone un reto para los sistemas públicos de empleo, pero también para las pensiones y a nivel de inclusión social debido a las características de gran parte de los parados séniors.

Los datos de la EPA del segundo trimestre de 2023 reflejan que los parados que tienen 50 o más años ya suponen el 30,3% del total, frente al 28% que representan los menores de 30. En el mismo trimestre de hace dos décadas los parados séniors apenas suponían el 11,2%, frente al 43,9% de los jóvenes. Según explica a Infobae España Florentino Felgueroso, investigador asociado a Fedea, detrás de este cambio subyace fundamentalmente el envejecimiento de la población que produce un “efecto composición” en el paro.

“La tasa de paro de los mayores de 60 años es más alta que antes de la Gran Recesión. Siguen siendo pocos, pero vemos que en los últimos años de edad activa hay un progresivo aumento”, explica. Según la EPA, la tasa de paro de las personas entre 60 y 64 años fue del 11,4% en el segundo trimestre de 2023, pero solo alcanzaba el 5,9% en el mismo periodo de 2008. Lo mismo sucede entre los 65 y los 69 años. Esto contrasta con que, a la vez, crecen las tasas de actividad de ocupación entre los trabajadores de edad avanzada y hay más jubilaciones demoradas.

Según los datos del Ministerio de Seguridad Social, las personas que retrasan su jubilación se han duplicado en dos años y en 2023 son el 8,3% del total de quienes se jubilan. Sumando esto al aumento de la edad legal de jubilación hasta 2027 (cuando alcanzará los 67 años), da como resultado un ligero incremento de la edad media de las altas en la jubilación: la media de 2023 se encuentra por el momento en los 61,7 años, un año y medio más que en 2016.

La paradoja de tener más parados mayores pese a que el acceso a la jubilación se produce más tarde reside, primero, en el aumento de la población de edad avanzada y, segundo, en las diferencias por nivel educativo y tipo de ocupación de los trabajadores de estos años. Las personas con estudios más avanzados y difíciles de reemplazar por jóvenes con la misma cualificación estarían alargando su vida laboral, mientras que los trabajadores manuales y con menos estudios tienden a salir antes del mercado laboral y les es muy difícil que vuelvan a entrar. Esta brecha provoca diferencias sustanciales en los últimos años de cotización, claves para la pensión de jubilación.

Discriminación en la contratación y en el mantenimiento

Alargar los años de trabajo es uno de los objetivos de la reforma de las pensiones y su consecución cuadra las cuentas. Según el informe de proyecciones de gasto en pensiones del ministerio, la tasa de ocupación entre los 55 y los 74 años pasará del 37,6% en 2023 a una del 50,7% en 2050. Según Felgueroso, el mercado laboral está evolucionando por el momento en esta dirección, pero el propio Gobierno admite que hay riesgos. Fundamentalmente, que a las empresas les interese tener trabajadores de edad avanzada.

Felgueroso indica que existe una discriminación por edad en el mercado de trabajo consistente en que las empresas tienden a pensar que un empleado de edad avanzada “no está igual de dispuesto a trabajar más horas, horas extra o de manera más intensiva” que uno joven. Otro prejuicio es que resultará más difícil que los trabajadores mayores aumenten su productividad con el paso del tiempo en la empresa. Esto lleva a una discriminación en la contratación y en el mantenimiento de los empleados más veteranos, que además requieren sueldos más altos.

Fachada de una oficina del SEPE en Madrid (España).
Fachada de una oficina del SEPE en Madrid (España).

Hace unos meses, el centro de estudios Iseak midió este fenómeno de edadismo enviando 1.600 CVs de perfiles ficticios a más de 800 vacantes reales y constató que las tasas de contacto por parte de las empresas fueron “significativamente menores” para candidatos de mayor edad. “Una persona de 49 años debe mandar el doble de CVs que un trabajador análogo de 35 años para recibir una invitación para una entrevista laboral”, concluía el estudio.

Esto mismo reconoce el informe de Escrivá relativo a la sostenibilidad de las pensiones: “Para que estos mecanismos funcionen a la hora de incentivar el acceso demorado a la jubilación, también hay que hacer más atractiva para las empresas la contratación y el mantenimiento en el empleo de los trabajadores de más edad”. Algo que en el documento se achaca únicamente a la mayor incidencia en las bajas laborales por incapacidad temporal de los trabajadores mayores. Para evitarlo, la reforma de las pensiones ha incluido una bonificación del 75% de las cuotas empresariales cuando un empleado de 62 o más años acceda a una incapacidad temporal.

Además, una encuesta realizada por el ministerio para este estudio revela que más de dos tercios de los encuestados tendrían problemas para retrasar su jubilación en su empresa. La mayoría respondieron que podrían seguir con unos límites, pero un tercio aseguró que la decisión de seguir trabajando más allá de la edad legal de jubilación no es suya: “viene impuesta por su empleador”, señala el informe. “Hay que permitir que los trabajadores puedan jubilarse superadas las edades ordinarias”, advierte el documento en alusión a las empresas.

El 43% de los parados de larga duración tienen más de 50 años

A la discriminación se suma que hay “un grupo muy importante” de personas con bajo nivel de estudios entre los parados de edad avanzada, los cuales “han vivido de su experiencia laboral y esta se ha ido depreciando”, explica Felgueroso, por las nuevas tecnologías y por una menor capacidad física con la edad para los trabajos manuales. Además, al estar cercanos al final de la vida laboral, los costes que tienen que afrontar estos parados para formarse o moverse a otro sector u ocupación son mayores. “El problema es que el coste puede ser mayor al retorno de la inversión”, afirma el investigador de Fedea.

El conjunto de todos estos factores lleva a que los parados de más de 50 años supusieran en el segundo trimestre del año un 42,7% de los parados de larga duración, es decir, que llevan un año o más en búsqueda de empleo sin encontrarlo. El aumento de los parados sénior está repercutiendo en un enquistamiento del paro de larga duración, que pese a estar en niveles de 2009, duplica a las cifras del mismo trimestre de 2008, justo antes de la Gran Recesión.

El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, avisó de este fenómeno hace unas semanas y criticó que los servicios de empleo “no funcionan o funcionan con deficiencias” porque la Ley de Empleo, que no fue acordada con los agentes sociales, no ha solucionado los problemas históricos que acarrean.

Guardar