Pocas películas de terror contemporáneo han tenido un impacto tan grande como The Ring (El círculo) o Ringu en la cultura popular. Se encargó además de inaugurar una nueva ola denominada J-Horror, o Japan Horror, que tenía unos códigos de lo más específicos ya que se basaba en el folclore autóctono, en las historias de fantasmas procedentes de las creencias espirituales propias.
Todo ese boom empezó con ella, como si se tratase una especie de círculo maligno al que remitía el propio título de la película y que tenía que ver con la maldición que provocaban unas imágenes.
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Sadako y la maldición de la cinta
Si veías una cinta de VHS, a los pocos días, morías. El director se basó en la novela homónima escrita por Kōji Suzuki que a su vez que inspiraba en un leyenda popular, la de Banchō Sarayashiki, una chica que después de ser torturada, caía a un pozo y su espíritu vagaba para siempre. Ese sería el antecedente de Sadako, la joven de pelo largo que se vengaba desde el más allá llevándose por delante a todo aquel que pudiera a ese pozo sin fondo. Todo este sustrato procede de los yūrei, fantasmas que regresan al mundo físico para atormentar a los vivos y que son habituales en la tradición nipona.
Se acercaba el cambio de milenio, todavía Internet no había llegado de forma masiva a los hogares (poco más tarde los virus se transmitirían a través de la red), pero ya se percibía en el ambiente de qué forma las imágenes podían constituir una fuente de perversión, ya las vieras o no de forma voluntaria.
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El año siguiente, The Ring arrasó en el Festival de Sitges y precisamente en esta última edición el director volvió al certamen para ser homenajeado y presentar su última película, Juego prohibido (The Forbidden Play), que llega a la cartelera este fin de semana.
En ella vuelve a abordar las bases constitutivas del género que él mismo se encargó de fijar. En este caso, una directora de vídeos para internet visitará la casa de un antiguo amigo que ha perdido a su esposa y verá cómo su hijo recita un extraño conjuro. A partir de ese momento, comenzarán a producirse fenómenos extraños que los conducirán a un territorio de locura sobrenatural.
A partir de la aparición de The Ring, se desató una verdadera euforia dentro del cine de terror japonés. En realidad, todas las películas tenían su base en creencias del pasado remoto, y ya algunos cineastas se habían encargado de plasmarlas en películas tan icónicas como El más allá, de Masaki Yobayashi en los años sesenta.
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Grandes obras del Japan Horror
Pero, el Japan Horror parecía tener sus propias reglas, conectadas a los nuevos tiempos. Así, surgió La maldición (The Grudge), firmada por otro exponente del género como fue Takashi Shimizu, que generó toda una saga o Llamada perdida, de Takashi Miike, en la que la cinta de vídeo se sustituía por el móvil y una melodía condenaba irremediablemente a aquellos que la recibían.
El propio Hideo Nakata alcanzaría un enorme reconocimiento con su película Dark Water, que también tuvo una versión americana, como prácticamente todas las demás, desatándose una espiral de adaptaciones, de clones, sin personalidad, hasta que el subgénero no dio más de sí.
Otro de los grandes obras de esta tendencia, sería Pulse (Kairo), de Kiyoshi Kurosawa, que precisamente se encargó de inaugurar el nuevo milenio, y en la que se abordaban los miedos del hombre contemporáneo frente al cambio de siglo.
En ella, los espíritus del más allá comenzaban a sustituir a los vivos introduciéndose a través de los ordenadores y los aparatos electrónicos instalados en sus hogares, en su zona de confort. El resultado, la humanidad desaparecía. Una lectura de lo más inquietante sobre la digitalización de nuestro mundo que todavía tiene vigencia en la actualidad. ¿Y si ahora Sadako saliera en un vídeo de Tik Tok? La humanidad estaría condenada.