España no lo tuvo fácil este domingo para vencer a Noruega en Oslo, pero finalmente lo logró (0-1) y consumó su presencia en la Eurocopa 2024. Una cita en la que ahora mismo se antoja complicado que pueda estar su último rival, que para nada facilitó la clasificación a la Roja en el Ullevaal Stadion. Si hay que buscar culpables de ese esfuerzo finalmente sin premio, uno está en el banquillo: Stale Solbakken. El nombre de pila del seleccionador noruego significa, en el idioma de su país natal, ‘duro’, ‘acero’. Algo que casa a la perfección con la situación de gravedad que vivió y superó, cuando otros no lo habrían contado, hace 22 años.
El 13 de marzo de 2001, parecía un día cualquiera en la vida de Solbakken. Todavía era futbolista y militaba en las filas del Copenhague, en cuya ciudad deportiva se entrenaba con normalidad entonces. Hasta que, de pronto y sin previo aviso, se desplomó en el suelo. Él mismo contó, a posteriori, qué fue lo que le sucedió exactamente: “Mi corazón dejó de latir”. El infarto fue tan drástico que cuando la ambulancia llegó al lugar, ocho minutos después, todo parecía haber acabado para el centrocampista.
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“Estaba clínicamente muerto”, llegó a confesar quien en ese momento era médico del Copenhague, Frank Odgaard, que estuvo intentando reanimar a Solbakken, sin éxito, con un masaje cardiaco. Por fortuna, el jugador reaccionó cuando se encontraba de camino al hospital: “Estuve técnicamente muerto durante siete minutos. Me estaban llevando en la ambulancia cuando finalmente respondí y mi corazón comenzó de nuevo a latir. Estuve en coma durante casi 30 horas e ingresado en el hospital durante 14 días”.
Podría decirse que Solbakken tiene, desde aquel antes y después, dos fechas de cumpleaños. El 27 de febrero de 1968 y ese 13 de marzo de 2001 en el que, con 33 años, renació. Nunca había padecido ningún problema de salud grave y no fue hasta que aconteció el suceso casi trágico cuando se supo que había nacido con un defecto en el corazón. Uno que, a pesar de todo, no le impedía retomar el fútbol: llegó a recibir el alta médica para jugar.
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Ante la duda, una retirada quizá a tiempo
Tras varias semanas de descanso, Solbakken volvió a ponerse en forma. Entrenaba al mismo ritmo que sus compañeros, aun con un marcapasos. Las pruebas a las que fue sometido dieron fe de que estaba recuperado. Sin embargo, había un riesgo teórico de que algo volviese a fallar. Por eso, decidió que lo más sensato, “con los niños y una familia”, era colgar la camiseta.
“Es un milagro que aún esté vivo”, expuso bien a las claras el que fue su doctor en el Copenhague. Así terminaba una carrera deportiva que le llevó a pasar por el HamKam y el Lillestrøm SK en Noruega, el Wimbledon en Inglaterra y el Aalborg y el Copenhague en Dinamarca. También fue internacional absoluto, con 58 partidos, nueve goles, un Mundial, Francia 1998, y una Eurocopa, Países Bajos y Bélgica 2000, a sus espaldas: tuvo enfrente a la España de Clemente cuando José Francisco Molina, portero, tuvo que saltar al terreno de juego como extremo (y a punto estuvo de marcar un gol), por carencia de jugadores de campo, en el 96.
Pero el vínculo de Stale Solbakken con el deporte rey no se había disipado para siempre: al poco tiempo, inició una nueva etapa como entrenador. Esta le ha llevado, por el momento, a dirigir al HamKam, al Copenhague (en dos etapas y llegando a disputar la Champions), al Colonia alemán, al Wolverhampton inglés y, desde 2020, al equipo nacional noruego. El metal que lleva implícito su nombre le ha llevado a resistir sin mayor sobresalto desde que pudo superar uno fatal en la inmensa mayoría de casos.