El Gobierno cuenta con que la brecha de género en las pensiones se extienda al menos otros 40 años

La tasa de empleo de las mujeres que se jubilarán entre la década de 2040 y la de 2060 es diez puntos menor que la de los hombres, por lo que generarán menos derechos a pensiones de jubilación contributivas

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Dos personas jubiladas. (Pixabay).
Dos personas jubiladas. (Pixabay).

El informe de proyecciones del gasto público en pensiones publicado esta semana por el Ejecutivo da cumplimiento a uno de los hitos del componente 30 del Plan de Recuperación y es, en la práctica, la base numérica para argumentar la sostenibilidad de la reforma de las pensiones finalizada en 2023. Varios de sus supuestos demográficos, macroeconómicos y financieros difieren de lo estimado por otras instituciones como la AIReF y el Banco de España y, entre ellas, llama la atención la previsión de la esperanza de vida de los jubilados.

El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones calcula que a quienes tengan 65 años en 2060 les quedarán, de media, 23,7 años de vida más, mientras que quienes tengan 67 años contarán con unos 21,9 años por delante. Ambas estimaciones suponen alcanzar casi los 90 años, pero son menores a las del INE, Eurostat o la AIReF. El INE calcula una esperanza de vida de algo más de 24 años para quienes tengan 65 en 2060 y por encima de los 22 para los de 67 años. Más optimista es aún Eurostat para ambas edades, estimando más de 25 (como la AIReF) y más de 23 años, respectivamente.

Esperanza de vida a los 65 y a los 67 años. Fuente: Informe de proyecciones del gasto en pensiones del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, 2023.
Esperanza de vida a los 65 y a los 67 años. Fuente: Informe de proyecciones del gasto en pensiones del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, 2023.

La diferencia en las previsiones reside en que la Seguridad Social ha calculado la esperanza de vida para las personas que cobran prestaciones contributivas y estas han tenido históricamente un mayor componente masculino. “La población pensionista contributiva, que supone el grueso del gasto en pensiones y que es la que se usa en este ejercicio, está más masculinizada que la población general de la misma edad, lo que podría explicar por qué las tasas de supervivencia agregadas en otros ejercicios son mayores”, explica el ministerio.

Dado que las mujeres viven más que los hombres, un menor acceso de ellas a las pensiones contributivas implica una rebaja de la esperanza de vida en el cálculo. No obstante, considerar que esta situación también se dará en 2060 da por hecho que la brecha de género en las pensiones se extiende al menos otros 40 años más: los hombres seguirían teniendo más peso en las pensiones que se generan por cotizar a través del trabajo.

Estimar cuánto vivirán los jubilados es determinante para calcular el gasto en pensiones previsto. A más longevidad de la población que cobra prestaciones contributivas, que suponen en torno al 90% del gasto total en pensiones, más se tendrán que prolongar los pagos de un sistema tensionado por el envejecimiento y la baja natalidad. Precisamente este aspecto era una de las variables incluidas en la fórmula del factor de sostenibilidad de la anterior reforma de pensiones, que perjudicaba a la cuantía de las pensiones según aumentaba la esperanza de vida, pero nunca se llegó a aplicar.

El 71% de las pensiones no contributivas de jubilación las recibe una mujer

Las mujeres se han incorporado de manera masiva al mercado laboral en las últimas décadas, algo que ha ido acompañado del descenso de la natalidad, ya que se correlaciona negativamente con la tasa de empleo de las mujeres y supone habitualmente interrupciones en la vida laboral. Pese a este cambio progresivo, el escenario del Ejecutivo a casi 40 años vista no prevé que la brecha de género en las pensiones se termine de cerrar.

Aunque se necesite un ejercicio en profundidad para determinar cuál será el estado de la brecha de género en 2060, lo cierto es que la tasa de empleo de las mujeres que se jubilarán entre la década de 2040 y 2060 es menor que la de los hombres. La tasa de empleo de las personas entre los 25 y los 54 años es del 83,97% en los hombres, mientras que solo asciende al 74,03% en las mujeres, casi 10 puntos porcentuales de diferencia en el segundo trimestre de 2023.

El tiempo cotizado es determinante para el cálculo de la pensión e incluso para dirimir si se tiene derecho a una prestación contributiva de jubilación o no contributiva, siendo las mujeres las mayoritarias en esta última. Con datos de septiembre de este año de la Seguridad Social y del Imserso se observa que las mujeres reciben el 40,7% de las pensiones contributivas de jubilación, pero el 71,5% de las pensiones no contributivas de este tipo.

Las cuantías de una y otra son muy distintas. En septiembre, el promedio de las pensiones de jubilación no contributivas ascendió a 483,19 euros mensuales, mientras que el promedio de las contributivas fue de 1.376,40 euros. También hay diferencias de género en estas últimas derivadas de la brecha en los salarios masculinos y femeninos: los jubilados cobran, de media, 1.579,93 euros, mientras que ellas perciben 1.079,58 euros.

Estas desigualdades deberían ir cerrándose en los próximos años, no solo por la mejora del mercado laboral, sino también por las medidas destinadas a ello. Por ejemplo, el pasado 1 de octubre se equiparó el trabajo a tiempo parcial con el trabajo a tiempo completo a efectos del cómputo de los períodos de cotización para las prestaciones. Esto beneficiará mayoritariamente a las mujeres, ya que son el 67,5% de los trabajadores a tiempo parcial.

Otras medidas son el nuevo complemento de la brecha de género incluido en la reforma de las pensiones, que pretende compensar el coste del nacimiento y el cuidado de los hijos. También la mejora de la cobertura de las lagunas de cotización para las mujeres, que cubre hasta cinco años de vacío de cotización con el 100% de la base mínima frente a los cuatro anteriores.

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