Las Islas Canarias suelen ser uno de los destinos preferidos por turistas tanto nacionales como internacionales, en buena medida porque su clima suave y estable convierte al archipiélago en un refugio cuando en la península hace mucho frío o mucho calor. Este año, sin embargo, Canarias ha sufrido en pleno otoño una intensa ola de calor que se ha prolongado durante más de 10 días, una situación sin precedentes que ha llevado a su gobierno a cancelar las clases en todos los niveles educativos. Con temperaturas que superaban los 35, varios centros reportaron desmayos y lipotimias.
Durante muchos días de este verano, que ya ha sido catalogado como el tercero más caluroso en España desde que comenzaron los registros en 1981, tampoco el norte fue un refugio turístico contra el calor, pues en agosto el mercurio llegó a marcar más de 40 grados en varios puntos de Cantabria y País Vasco.
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Pero no solo se trata del aumento de las temperaturas, el cambio climático también está provocando la falta de lluvias y sequedad del suelo, por lo que la temporada de incendios ya se extiende desde marzo a noviembre, cuando antes se concentraban principalmente en los meses de verano. Si a ello le sumamos el abandono de la gestión forestal, el resultado son unos fuegos cada vez más voraces, “ingobernables” en muchas ocasiones, tal y como ha advertido en su último informe el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que indica que en lo que va de año ya se han quemado más de 85.000 hectáreas en el país.
El calentamiento global es, sin duda, uno de los principales retos colectivos que afrontamos como sociedad y “requiere transformar nuestros hábitos y formas de vida, además de nuestras ciudades para que sean más sostenibles, incluyendo estrategias que prioricen la salud de las personas”, dice a Infobae España Marta Vall-llossera, presidenta del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Sin embargo, por lo general las administraciones públicas siguen sin tomar medidas severas para combatir el cambio climático.
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Adaptación y gestión de riesgos
España, uno de los países mediterráneos más afectados por el aumento de las temperaturas y las olas de calor, debe incluso plantearse, según los expertos, un cambio de modelo productivo en el que el turismo no tenga tanto peso. De momento, dice Julio Díez, profesor de investigación en el Instituto de Salud Carlos III, “se va a producir un desplazamiento de la estacionalidad del turismo, porque nadie quiere estar en un sitio sin agua a 45 grados” y los viajeros preferirán el norte con temperaturas más benévolas y con zonas de baño cerca.
El doctor en física recuerda que las únicas armas disponibles hasta el momento para luchar contra el cambio climático son la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, “algo que no estamos haciendo bien”, la adaptación al calor y la gestión del riesgo. Respecto a la adaptación, asegura que España está aplicando medidas que sí funcionan como los planes de prevención ante olas de calor, las mejoras socioeconómicas y sanitarias o la educación ambiental, “porque la gente sabe que el calor mata”, mientras que en cuanto a la gestión de riesgos “se deberían crear protocolos y actuaciones claras” para que las comunidades autónomas no actúen por sí solas. “Necesitamos planes integrales, porque el cambio climático no es una cuestión política, sino de ciencia”, asevera.
“Cuando se produce una ola de calor es importante saber qué hay que hacer, pero no tiene sentido que cada comunidad autónoma haga una cosa por su cuenta,”, añade Díez en referencia a la suspensión de clases en Canarias, ya que de esa forma el problema “se traspasa a las familias y lo más probable es que en sus casas también haga calor” o, si optan por salir a la calle, respiren el polvo y los tóxicos que transporta la calima. De ahí la importancia de homogeneizar criterios. “Siempre es mejor tomar medidas que no hacer nada, pero hay que sopesar todas las alternativas”, señala el experto, que recuerda que no existen protocolos de actuación en los colegios para cuando se producen altas temperaturas, más allá de algunos consejos generales como evitar la radiación solar directa o habilitar zonas de sombra.
Cómo pueden adaptarse las ciudades
En el caso de las ciudades, que son los lugares más vulnerables al calor y donde más población vive, “se necesita, de forma urgente, un gran pacto político, económico y social a medio y largo plazo, que sea transversal y multinivel, y que dé respuesta al desafío medioambiental”, señala por su parte Vall-llossera, que insiste en no olvidar el reto demográfico debido al progresivo envejecimiento de la población, así como las dificultades para acceder a una vivienda digna y “el desequilibrio territorial que ilustra el fenómeno de la España vaciada”.
La sucesión de fenómenos atmosféricos extremos como las olas de calor en meses atípicos, las lluvias torrenciales o la situación de sequía severa de algunas regiones del país “convierten a nuestras ciudades en el escenario de la acción estratégica frente al cambio climático”, asegura la experta.
Por ello, desde el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España proponen adoptar medidas como una “transformación urbana integral”, que comprenda desde la rehabilitación del parque de edificios existentes y la conservación del patrimonio hasta acciones de regeneración urbana, “apostando por un diseño ambiental y un urbanismo bioclimático”. También destacan la importancia de promover una movilidad sostenible, basada en sistemas peatonales y carriles ciclistas y el fomento del uso del transporte público.
Asimismo, el CSCAE considera necesaria la integración y recuperación de infraestructuras verdes y azules para mejorar la calidad del aire y para preservar la biodiversidad. También aboga por la implementación de un modelo energético más sostenible “basado en fuentes renovables que apueste por la descarbonización” y por la descentralización de la generación energética.