Médicos, empresarios, ingenieros… y todos oradores motivacionales: qué ha sido de los supervivientes de la tragedia de los Andes a 51 años del accidente aéreo

Algunos de los entrevistados por ‘Infobae España’ coinciden en destacar que la nueva película de Juan Antonio Bayona transmite fielmente lo que vivieron en la montaña en 1972. Recurrir a la antropofagia, aseguran, no fue lo más difícil de esa experiencia extrema

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Imagen de algunos de los supervivientes uruguayos del accidente aéreo ocurrido en los Andes en 1972.
Imagen de algunos de los supervivientes uruguayos del accidente aéreo ocurrido en los Andes en 1972.

El 13 de octubre de 1972 un avión se estrelló en medio de las montañas en plena cordillera de los Andes. Contra todo pronóstico, algunos de sus pasajeros no solo sobrevivieron al accidente, sino que lograron superar 72 días en la nieve, con temperaturas a 25 grados bajo cero y tras haber perdido a amigos y familiares. Las autoridades les habían dado por muertos, pero ellos no se rindieron, sacaron fuerzas de donde parecían agotadas y se alimentaron de los cuerpos de sus compañeros fallecidos para poder vivir hasta ser rescatados. salir de las montañas en busca de ayuda.

Los 16 supervivientes eran jugadores del equipo uruguayo de rugby Old Christians. Su viaje había comenzado en Montevideo a bordo de avión de la Fuerza Aérea Uruguaya con rumbo a Chile, donde iban a disputar unos partidos amistosos, y volaban acompañados de familiares y amigos. En total en la aeronave viajaban 45 personas, incluyendo la tripulación, y fue un error de cálculo del piloto por las adversas condiciones climatológicas lo que provocó el brutal choque con las cumbres. En el propio accidente murieron 12 personas y otras 17 lo harían días después, la mayoría a consecuencia de una avalancha de nieve que los sepultó.

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El accidente pasó a la historia como “el milagro de los Andes” y ha inspirado documentales, libros y películas como la más reciente de Juan Antonio Bayona, La Sociedad de la nieve, presentada en el Festival de San Sebastián después haber clausurado el de Venecia y haber sido elegida para representar a España en los Oscar.

Sobre la película de Bayona, a diferencia de otras, los propios protagonistas aseguran que ha logrado “transmitir fielmente muchas de las sensaciones” que vivieron en la montaña, lo que permite al espectador ponerse en su lugar y preguntarse qué decisiones habría tomado si hubiera estado allí.

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Tráiler de 'La sociedad de la nieve', la nueva película de J. A. Bayona que se estrenará en Netflix el 4 de enero de 2024.

Recurrir a la antropofagia “no fue lo más difícil”

Después del alud de nieve que sepultó parte del fuselaje del avión, los supervivientes sabían que su única posibilidad era escapar de la montaña para pedir ayuda, lo que implicaba escalar, debilitados, un enorme pico de más de 5.000 metros. Roberto Canessa fue una de las dos personas que junto a Fernando Parrado caminó durante 10 días hasta que encontraron a un arriero chileno que finalmente dio la voz de alarma para que los rescataran. Recorrieron 38 kilómetros.

“Habíamos creado la sociedad de la nieve, dejando atrás la civilizada, donde la comida eran los que ya no estaban y donde la fe religiosa surgió con una fuerza impresionante al estar al límite de nuestras capacidades”, dice Canessa en conversación telefónica con Infobae España. “Éramos personas comunes y corrientes enfrentándonos a una situación terrible y logramos salir de ahí. Ojalá hubiera sido tan fácil como comerse a los muertos para salir de la cordillera, ojalá eso y nada más, pero tuvimos que salir caminando, esperar a que mejorara el tiempo y cruzar los Andes… eso es lo que le apasiona a la gente, la diferencia entre lo que piensan y el prejuicio que tienen y lo que realmente nos pasó en la montaña”.

Roberto Canessa en una entrevista hace unos años. (Martín Rosenzveig)
Roberto Canessa en una entrevista hace unos años. (Martín Rosenzveig)

Por aquel entonces Canessa era estudiante de Medicina y no dudó en prestar cuidados a sus compañeros. Después, tras el accidente, continuó con su carrera hasta convertirse en un reconocido cardiólogo infantil en Uruguay, además de conferencista, como la mayoría de los supervivientes, que han recorrido el mundo dando charlas motivacionales y explicando cómo lograron su hazaña hace 51 años.

Los 16 supervivientes contaron su tragedia frente a un mundo atónito. Habían luchado para volver a sus casas, a sus estudios, al rugby, “pero con nuevas demandas porque estaban las familias de los amigos que habían desaparecido y querían saber qué había pasado”. “Nos apoyaron desde el dolor, nunca desde el odio, y eso fue muy importante para nosotros”, relata.

Canessa asegura que de la montaña “aprendió muchas cosas”, sobre todo que el temor al fracaso “cizalla tus posibilidades”, por lo que a partir de ahí decidió afrontar la realidad del día a día desde otra actitud, la de seguir hacia delante y “no esperar a que el helicóptero venga a buscarte”.

A sus 70 años, con tres hijos y varios nietos, sigue dando charlas motivacionales explicando cómo aplicar las lecciones de la montaña en el día a día para superar situaciones de adversidad. Los supervivientes no han cambiado de barrio en Montevideo, se siguen viendo con mucha frecuencia y han acudido varias veces al lugar del accidente para rendir homenaje a quienes no pudieron salir de las montañas. “Hay una gran hermandad”, explica Canessa, si bien recuerda que ya han fallecido por enfermedad dos de ellos, Javier Methol en 2015 y José Luis Inciarte el pasado mes de julio.

Otros de los supervivientes se hicieron empresarios, como Carlos Paéz, Pedro Algorta, Daniel Fernández, Ramón Sabella o Álvaro Mangino, o arquitectos como Eduardo Strauch, que fue junto a su primo Adolfo Strauch, ahora al frente de una explotación ganadera, quienes tras el accidente asumieron la difícil tarea de cortar la carne de quienes habían muerto. Fernando Parrado se convirtió en productor de televisión, Roy Harley en ingeniero, Bobby François en productor agropecuario y Alfredo Delgado se hizo notario.

El fuselaje blanco del avión se confundía con la nieve.
El fuselaje blanco del avión se confundía con la nieve.

Trabajo en equipo

Gustavo Zerbino también era estudiante de Medicina cuando ocurrió la tragedia en los Andes y desde el principio ayudó a curar a los heridos. De la montaña asegura que aprendió que la capacidad del ser humano es “ilimitada” y que cuando “el yo se transforma en nosotros se pueden lograr cosas extraordinarias”.

Él fue el encargado de recolectar los objetos personales de los compañeros fallecidos y cuando llegó a Montevideo “fue casa por casa, durante un mes,” para entregárselos a cada familia. Entre esos objetos había relojes, carnés de identidad, documentos, cruces y cartas tan emotivas como la que escribió a sus padres Arturo Nogueira, que murió entre sus brazos, recuerda Zerbino, o la que escribió Gustavo Nicolich a su novia y su madre en la que hablaba del pacto que hicieron en la montaña: si alguno moría, su cuerpo estaba a disposición del grupo para alimentarse y vivir.

“Es una historia de amor, solidaridad y vocación de servicio. Se terminó una etapa de incertidumbre al llegar a Uruguay y la película de Bayona hace un justo homenaje a esas personas extraordinarias” que perdieron la vida, dice a Infobae España.

Gustavo Zerbino visitando en 2022 la zona donde ocurrió el accidente, coincidiendo con el 50 aniversario de la tragedia. (Cedida)
Gustavo Zerbino visitando en 2022 la zona donde ocurrió el accidente, coincidiendo con el 50 aniversario de la tragedia. (Cedida)

Zerbino, padre de seis hijos, admite que ha tenido una vida muy afortunada, por lo que se siente “feliz y agradecido”. Fue presidente durante varios años, dice con orgullo, de la Unión de Rugby del Uruguay y actualmente trabaja en la industria farmacéutica, al frente de un laboratorio de salud animal, vegetal y humana. También da charlas motivacionales en universidades y empresas sobre gestión de la adversidad y liderazgo, y desde 2008 trabaja en cárceles con personas privadas de libertad para que puedan tener “una segunda oportunidad en la vida, utilizando los valores del rugby como el trabajo en equipo”.

Seguir intentándolo

Antonio Vizintín, más conocido como Tintín, era uno de los jugadores de rugby más jóvenes que viajaba en aquel avión. Tenía 19 años cuando le tocó vivir el peor episodio de su vida en los Andes. Cuenta a este medio que al principio pensaban que su historia “no interesaba mucho a la gente” porque nadie se atrevía a preguntar al creer que eso les perjudicaba, hasta que Fernando Parrado “empezó a hablar” y se dieron cuenta de que la gente quería saber qué había pasado en esas cumbres.

Al igual que Canessa y Zerbino, cree que la película de Bayona “aporta realismo y consigue que el espectador sienta una parte” de lo que vivieron en la montaña y también coincide en que la antropofagia no fue el momento más difícil. “Los momentos más dramáticos fueron la caída y el alud, el deterioro que íbamos teniendo. Comer la carne de los compañeros que habían fallecido fue una decisión tomada para seguir hacia delante porque la vida continuaba”.

En su caso, tras el accidente estudió Derecho y aunque “a veces en la facultad le miraban y cuchicheaban”, por lo demás admite que llevó una vida muy normal. Entre otros trabajos, se dedicó a la venta de inmuebles y fue gerente de una fábrica, si bien ahora tiene un emprendimiento inmobiliario junto a uno de sus hijos.

Antonio Vizintín junto a su familia en el Mundial de rugby. (Cedida por Antonio Vizintín)
Antonio Vizintín junto a su familia en el Mundial de rugby. (Cedida por Antonio Vizintín)

Al igual que sus compañeros, Antonio también ha recorrido el mundo dando charlas sobre su experiencia en la montaña, lo que le ha llevado hasta Corea o Hawái y no deja de sorprenderse del interés que sigue provocando su historia tras más de medio siglo. “Creo que tiene que ver con que aún estamos vivos y que la gente pueda escuchar nuestros testimonios y preguntarnos cómo fue”, sostiene.

“Todos tratamos de sobrevivir en este mundo tan competitivo. Nosotros tuvimos que encarar esa lucha y cuántas veces pensábamos que íbamos a tener éxito en una expedición y fracasábamos para después volver a empezar”, explica, y en su opinión, eso es lo que siente que falta ahora en la sociedad: “Hay que tratar de sacar las cosas buenas de lo malo, porque siempre hay alguna, y seguir intentándolo hasta tener éxito”.

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