La economista y profesora estadounidense Claudia Goldin ha sido galardonada este lunes con el Premio Nobel de Economía por sus múltiples estudios sobre la brecha de género y el papel de la mujer en el mercado laboral. La decisión, por sí misma, es un hito. La docente es la tercera mujer en conseguir este reconocimiento, solo por detrás de Elinor Ostrom y de la francesa Esther Duflo. El archivo de investigaciones y análisis de la catedrática neoyorquina es interminable, pero tiene varias publicaciones que destacan por encima de las demás. El poder de la píldora es una de ellas.
En esta revisión, Claudia Goldin estudió el papel que juegan los anticonceptivos orales en la carrera profesional de las mujeres trabajadoras. La píldora ha sido fundamental para retrasar la maternidad y ampliar la formación académica, normalmente asociada a un mejor abanico de oportunidades. Los años setenta se caracterizaron por lo que Goldin calificó de “auténtica revolución”: mujeres solteras, con estudios y centradas en la promoción de sus carreras. Los hallazgos de la condecorada economista se limitan a la realidad americana, pero todos tienen su réplica al otro lado del charco.
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“Nosotros hemos vivido una dictadura, los métodos anticonceptivos estaban prohibidos y eso nos ha condicionado frente al resto de países europeos. La democracia abrió muchas puertas. Las mujeres comenzaron a ver en los estudios una forma de luchar contra la segregación y la discriminación del mercado laboral”, explica Óscar D. Marcenaro, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Málaga. En 2021, las mujeres representaban el 56% del alumnado matriculado en las universidades españolas, frente al 44% que suponían los hombres, según datos del Ministerio de Educación. En los años setenta, solo una de cada cuatro alumnas tenía nombre de mujer.
La llegada de la píldora ha retrasado la edad a la que las mujeres españolas deciden tener su primer hijo. La media se sitúa actualmente en torno a los 33 años, una cifra ocho puntos más elevada que durante la época de la transición, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). “La maternidad no deja de ser un obstáculo para las mujeres. Los anticonceptivos nos han permitido amplificar las aspiraciones profesionales, pero todavía queda mucho por hacer. ¿Por qué tenemos que pagar ese peaje?”, se pregunta Laura Triviño, profesora titular de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Málaga.
La brecha de género, un problema que se atasca
“La segunda ola de teorías feministas también tuvo mucho que ver. Las mujeres empezaron a reclamar protagonismo fuera del ámbito doméstico, cuestionaron los modelos tradicionales, porque no querían depender económicamente de sus maridos. La revolución llegó después de la dictadura y se consolidó en los años ochenta”, detalla Jorge García Marín, profesor de Sociología en la Universidad de Santiago de Compostela. En España, la brecha de género salarial todavía supera el 20% y los trabajadores con puestos de mando visten mayoritariamente corbata.
“Las encuestas demuestran que, para muchas mujeres, la posibilidad de tener hijos es un riesgo, tanto en el sector público como en el privado. La brecha también es psicológica y la conciliación juega un papel fundamental”, sostiene Óscar D. Marcenaro, que compagina la docencia con la paternidad. Un estudio reciente del Banco de España ha constatado que las políticas de igualdad reducen la brecha de género en el terreno profesional, aunque la tasa de empleo femenina tiene una relación negativa con la natalidad y las mujeres que conviven con menores a su cargo tienen menos presencia.
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La jornada parcial todavía es la única solución para muchas madres que no tienen a su alcance medidas de conciliación. Dos de cada tres mujeres trabajan con un contrato de este tipo, mientras que solo uno de cada tres hombres lo acepta. “La foto actual no quiere decir que todo esté solucionado. Los techos de cristal, los suelos pegajosos y el liderazgo sin perspectiva de género todavía son realidades demasiado comunes”, matiza Jorge García Marín.
Los retos del futuro: conciliación y sostenibilidad
El retraso de la maternidad lleva implícitos una serie de costes sociales, como el riesgo para la salud de las mujeres y el envejecimiento de la población. La sostenibilidad del sistema de pensiones está, por lo tanto, en el punto de mira. Los expertos prevén una reducción automática de la brecha de género, aunque los efectos tardarán varias décadas en ser tangibles. “Las mujeres, dada la formación reglada, van a ir ocupando cada vez más puestos de mando. Las empresas tienen que facilitar la conciliación, de hecho, la equiparación de los permisos de paternidad ha sido una de las medidas estrella de los últimos tiempos”, termina Óscar D. Marcenaro. La implicación masculina en los cuidados y el compromiso con la familias monomarentales son dos de los grandes desafíos a corto plazo.