Con el cambio climático no solo han aumentado las temperaturas, sino también la sequedad del suelo y la falta de lluvias, por lo que en España se ha prolongado la temporada de incendios de marzo a noviembre y los fuegos son cada vez más violentos debido a la falta de gestión del paisaje. Así lo indica el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en un nuevo informe, donde también señala que en lo que va de año se han quemado más de 85.000 hectáreas y que 2023 es ya el tercer peor año en incendios forestales de la última década, sólo por detrás de 2022 y 2017.
En su balance de la temporada de incendios la organización destaca que han ardido esas 85.000 hectáreas “a pesar de que el de 2023 ha sido uno de los veranos con menos superficie quemada” de los últimos diez años y asimismo ha habido un 9,5% más de grandes incendios forestales, aunque los siniestros han disminuido un 14%. “Estos datos confirman que los incendios tienen un carácter más agresivo, de manera que, aunque haya menos incendios, la superficie que se quema es mayor”, indica la organización.
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A pesar de que cada vez hay una mayor sensibilización ciudadana en cuanto a no cometer imprudencias que pueden derivar en incendios, también “hay más probabilidades de que estén fuera de la capacidad de extinción y se conviertan en ingobernables, es decir, que solo se apagan cuando ya lo han arrasado todo o cuando bajan las temperaturas”, dice a Infobae España Lourdes Hernández, experta en incendios forestales de WWF España que se muestra preocupada no solo por la compleja situación en el país, sino “en todo el Mediterráneo y a nivel global”. “Son incendios que ponen en riesgo la vida de las personas, que cada vez impactan más en las poblaciones con un mayor número de evacuados”.
WWF también alerta de que este año está siendo especialmente inusual en cuanto a la distribución de los incendios a lo largo del calendario. Entre marzo y mayo destacaron los que se produjeron en Castellón y Teruel, y también algunos en Asturias con un comportamiento extremo, más propio de julio o agosto. Las altas temperaturas, junto a la escasez de lluvias durante el invierno y un gran déficit hídrico en el suelo, hicieron que el fuego “encontrara bosques enormemente estresados y mucho más vulnerables a incendios de alta intensidad”.
Problemas estructurales
En mayo, los vecinos de Las Hurdes y la Sierra de Gata en Cáceres vivieron también otro gran incendio que dejó unas 11.000 hectáreas quemadas. Sin embargo, recuerda la organización, estos incendios en territorios que arden de forma recurrente ponen de manifiesto que la crisis climática no es la única causante, sino que actúa como un agravante de los problemas estructurales que arrastra el monte español desde hace años, entre los que destaca “el éxodo rural, el envejecimiento de la población, el abandono de los usos y aprovechamientos o la ausencia generalizada de gestión forestal”.
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Por otro lado, el incendio más extenso ha sido el de Tenerife, con cerca de 13.600 hectáreas quemadas, 9.000 de ellas en el Parque Natural de la Corona Forestal, el mayor espacio protegido de Canarias con zonas de gran valor natural por la presencia de especies endémicas y amenazadas. Además, añade WWF, ha sido uno de los más difíciles de los últimos 40 años en las islas, “poniendo en riesgo varios núcleos de población”, y prueba de complejidad ha sido su reciente reactivación este mes de octubre.
Estrategia estatal para prevenir incendios
La organización también recuerda que la escalada en la magnitud y virulencia de los incendios registrados en 2023 en todo el mundo pone de manifiesto la necesidad de “dedicar presupuesto no solo a la extinción, sino también a la planificación y gestión del paisaje” para prevenir este tipo de catástrofes.
La actual política de extinción y las herramientas convencionales de prevención, alerta WWF, son “insuficientes para frenar los incendios extremos”, por lo que la organización reclama al Gobierno central la creación de estrategia estatal de prevención integral de incendios forestales junto a las comunidades autónomas “que ponga foco en diversificar el territorio recreando paisajes más resistentes y resilientes”.
“El territorio se puede aprovechar y conservar al mismo tiempo. Y este es el gran reto. Ser capaces de gestionar y adaptar el territorio con múltiples objetivos: prevenir incendios, adaptarlo al cambio climático, conservar la biodiversidad y contribuir al reto demográfico en las zonas rurales”, indica Hernández, que recuerda que España ya no tiene las mismas condiciones meteorológicas que hace 20 o 30 años, por lo que “hay que adaptar el territorio a esa nueva realidad”, insiste.
A través de la declaración sobre la gestión de los grandes incendios forestales en España, promovida por la Fundación Pau Costa, en la que ha participado WWF, se ha identificado la necesidad de invertir 1.000 millones de euros al año para impulsar una gestión forestal a escala nacional.