Los defensores del dinero en efectivo llegan al Congreso: “La gente se siente controlada”

La plataforma Salvemos el Dinero Físico ha registrado una iniciativa legislativa para acabar con los límites que establece la política antifraude

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Una mujer paga con dinero
Una mujer paga con dinero en efectivo en el supermercado. (Shutterstock)

El dinero en efectivo corre peligro, al menos, eso piensan algunos ciudadanos españoles, que han llevado sus convicciones hasta el Congreso de los Diputados. La plataforma Salvemos el Dinero Físico ha registrado una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para acabar con los límites que establece la actual política antifraude y conseguir que todos los establecimientos acepten “sin trabas” los billetes y monedas. España tiene restringidos los pagos en efectivo y las facturas de más de 1.000 euros se tienen que saldar mediante transferencia bancaria o con la tarjeta de crédito.

Los promotores de la iniciativa necesitan 500.000 firmas para sacar adelante la propuesta. “Es importante garantizar la privacidad de las transacciones financieras, proteger las comunidades rurales y evitar una dependencia excesiva del gobierno”, explican en su página web. La plataforma pone el foco en el papel de los bancos y pide el fin de las comisiones. El texto publicado en el Boletín de las Cortes Generales dice textualmente que “la limitación del dinero en metálico obliga en la práctica a una relación comercial con una entidad bancaria” que lleva implícitos unos costes y pone en jaque la privacidad.

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Es un tema polémico y recurrente. El dinero no puede desaparecer, porque la digitalización no ha llegado a todo el mundo. Te pongo un ejemplo, cuando se inventó el ascensor no han desaparecido las escaleras, ¿verdad?”, se pregunta Mario Cantalapiedra, economista y profesor en la Universidad de Nebrija. España no es el único país que limita los pagos en efectivo. Francia, Italia y Portugal establecen el mismo tope que la normativa española. Las restricciones más laxas son las de los países del este —en algunos casos, se permiten pagos de hasta 15.000 euros—. Alemania y Reino Unido no establecen ningún techo, pero piden la identificación de los compradores que superan las cinco cifras.

La iniciativa también obliga a los bancos a tramitar sin coste para el cliente los pagos en efectivo por bienes o servicios recibidos. Los miembros de Salvemos el Dinero Físico han alertado del auge de las operaciones digitales y creen que, de prohibir los pagos en efectivo, se confirmaría la desaparición de las monedas. “La banca electrónica también tiene sus riesgos, porque los ciberataques están al orden del día. Lo lógico es que los dos métodos de pago convivan, aunque cada vez se utilice menos el dinero en metálico”, apunta el docente.

Una persona utiliza un cajero
Una persona utiliza un cajero automático de Caixabank en Barcelona. (Nacho Doce / Reuters)

La política antifraude que rige en España nace para identificar las operaciones fraudulentas y prevenir la evasión de impuestos. “El límite no me parece bajo, pero la gente se siente controlada. Los pagos con efectivo no tienen por qué significar algo malo. Los consumidores también hacen regalos, estos movimientos no siempre van asociados al blanqueo”, termina Mario Cantalapiedra. El pequeño comercio, las personas migrantes, los pensionistas y el mundo rural son solo cuatro de los pilares que mantienen en pie —al menos, de momento— el dinero convencional.

Los españoles prefieren la banca electrónica

El 74% de la población española prefiere relacionarse de manera digital con su banco, según el último sondeo publicado por la consultora Metroscopia. En términos generales, la digitalización ha crecido casi ocho puntos en menos de dos años, aunque todavía existe una importante brecha generacional. Los clientes de menos de 49 años se decantan por la banca electrónica, mientras que solo el 51% de los pensionistas opta por gestionar sus cuentas a través de la aplicación. Las operaciones complejas, en cambio, todavía son un lastre para los consumidores, que prefieren por unanimidad acudir de motu propio a su oficina de confianza.

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