Vox se rompe: Abascal entrega el poder a los ultras en plena crisis por las irregularidades

El partido de extrema derecha aviva la batalla cultural y da más poder a Jorge Buxadé, del ala más radical del partido, para reflotar una formación que lleva un año en crisis

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El líder de Vox a la Presidencia del Gobierno de España, Santiago Abascal (A. Pérez Meca / Europa Press)
El líder de Vox a la Presidencia del Gobierno de España, Santiago Abascal (A. Pérez Meca / Europa Press)

Hace poco más de un año, el partido de Santiago Abascal vivía un momento bastante estable, aunque propio de la calma previa a una tormenta. Tenía todavía 52 escaños en el Congreso de los Diputados, que les situaban como tercera fuerza parlamentaria, además de una estructura de partido hermética y aparentemente fusionada. Pero llegó septiembre de 2022 y todo lo que Vox había afeado a otras formaciones sobre luchas internas y financiaciones sospechosas les empezó a salpicar desde sus propios techos. En las últimas 48 horas, todas las paredes se resquebrajaron.

Vox ha perdido a sus pesos pesados, tiene la soga al cuello por las sospechas sobre el uso irregular de dinero público, se ha quedado sin peso parlamentario y vive un goteo constante de salidas que evidencian una crisis interna que los de Abascal no cesan en desmentir. Todo ello, en un turbulento presente para el partido, que solo se puede explicar poniendo nombre y apellidos a un determinante pasado.

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Macarena Olona: las fisuras

Las primeras goteras empezaron con la salida de su ariete parlamentario, Macarena Olona, para irse de candidata en las elecciones andaluzas. Allí emprendió su camino hasta San Telmo a bombo y platillo: las apariciones mediáticas de la política alicantina en una campaña “a la andaluza” insistían en el tópico, y tampoco resultó bien parada en los temas más administrativos, como su empadronamiento exprés en Granada, o la declaración de inmuebles, donde se destapó el abultado patrimonio de un partido que suele cargar contra el “gasto político ineficaz”. Sin embargo, Olona no estaba en el comité de campaña que teledirigía Buxadé desde la sede de Bambú, en Madrid.

Macarena Olona, en la redacción de 'Infobae España' (Foto: Helena Margarit)
Macarena Olona, en la redacción de 'Infobae España' (Foto: Helena Margarit)

Así, tras ser la gran sorpresa cuatro años atrás irrumpiendo en el Parlamento andaluz con 12 escaños, que serían el caldo de cultivo para lograr 52 en el Congreso de los Diputados, Vox dejó paso a una mayoría absoluta de Juanma Moreno en las elecciones andaluzas de 2022, sentenciando su estancamiento. El partido perdió en el Congreso y en Andalucía: el efecto Olona lo fue a la inversa. La candidata anunció que dejaba la política “por motivos de salud”, pero pronto se dio cuenta de que no la querían dentro del partido. En ese momento, se abrió la primera grieta que permitía observar las verdaderas entrañas de Vox.

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Falta de democracia interna, campañas de acoso, la deriva y división en el seno del partido y, no menos importante, las irregularidades en la Fundación Disenso: Olona denunció que la fundación había recibido 4,5 millones de euros de dinero público transferidos desde Vox. “Lo advertí hace un año (...), señalé el elefante en la habitación”, escribió recientemente en su cuenta de X (antes Twitter). Al respecto, también ha anunciado la publicación de un libro en el que habla de “los planos del edificio” donde, hace un año, se situaba su casa.

Iván Espinosa de los Monteros: las familias

Olona también dio otra pista sobre el partido, hablando por primera vez de sus “dos almas”: un ala más falangista en la que estaría Jorge Buxadé y un ala más liberal en la que se encontraría Iván Espinosa de los Monteros. Esto da lugar a situaciones contradictorias, según quién esté hablando, apuntó la exdiputada durante una crucial entrevista con Jordi Évole a principios de este año.

Iván Espinosa de los Monteros deja la política "por motivos personales y familiares" pero no Vox, donde continuará como afiliado.

En la facción liberal de la ultraderecha se sitúan cinco personas a las que se les ha despojado de fuerza orgánica en Vox o directamente están fuera del partido: Olona, Espinosa de los Monteros, Víctor Sánchez del Real, Rubén Manso y Juan Luis Steegmann. Del lado de los más radicales siguen, y cada día con más fuerza, Buxadé, Garriga, Carla Toscano o Ignacio de Hoces.

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La salida clave fue la de Espinosa de los Monteros, que evidenció las grietas y la crisis interna que vivía el partido. Lo hizo después de la pérdida de 19 escaños en las elecciones del 23 de julio, que también dejaba en carne viva una herida que ya parecía incurable. Algunas voces, como la de Ortega-Smith, apuntaron públicamente a que la dimisión de Espinosa de los Monteros fue provocada por las discrepancias internas.

Y es que Ortega-Smith también representa otra de las familias de Vox que, tras la despedida del exportavoz, ha unido sus fuerzas a las de Rocío Monasterio para intentar sobrevivir a una tierra hostil comandada por los de Buxadé. Ambos dirigentes madrileños, presentes en el nacimiento del partido, se sitúan ahora en un segundo plano al defender plazas donde el Partido Popular cuenta con una mayoría absoluta: la de José Luis Martínez-Almeida y la de Isabel Díaz Ayuso.

El nombre de Espinosa de los Monteros ha vuelto a tensar el partido en los últimos días, al publicarse las fotografías de un almuerzo a mediados de septiembre entre ex de Vox encabezado por él mismo. A esta reunión, que apunta a volver a repetirse en diciembre, acudieron diputados de la anterior legislatura y siete de la actual (Alberto Asarta, Tomás Fernández, Patricia Rueda, José María Sánchez, José Ramírez del Río, Emilio del Valle y Alberto Rodríguez), pero nadie de la cúpula, a pesar de estar invitados.

Jorge Buxadé e Ignacio Garriga: las sospechas

Con estos mimbres, Vox se quedó con un partido fracturado y débil a nivel nacional, pero las sospechas vertidas por Macarena Olona sobre su financiación todavía no habían calado. Solo la exportavoz señalaba a Disenso, el resto de los ex no se habían pronunciado al respecto. Pero hace unos días saltó la liebre mediática después de la información publicada por ElDiario.es sobre este think tank, revelando que Vox habría traspasado casi siete millones de euros de dinero público que recibe el partido a la fundación ideológica presidida por Abascal en cuatro años. La última transferencia sería de 1,5 millones entre enero y junio de este año, a la espera de saber si ha transferido más al cierre de 2023, que se suman a las anteriores “donaciones”.

Esto, sumado a la “reestructuración” del partido por los resultados electorales y las fugas y fracturas en el último año, han colmado el vaso de los que aún no hablaban de crisis interna. Vox ha estrechado la cúpula, pasando de 12 a seis vicesecretarios, y ensalzando la figura de Buxadé, que será el máximo responsable de la estrategia jurídica, especialmente relevante para el partido de Abascal. Ignacio Garriga seguirá siendo la voz del partido, ahora monopolizado tanto externa, como internamente, por la facción ultra de la que hablaba Olona.

El vicepresidente de Acción Política y eurodiputado de VOX, Jorge Buxadé, durante una rueda de prensa (Carlos Luján / Europa Press)
El vicepresidente de Acción Política y eurodiputado de VOX, Jorge Buxadé, durante una rueda de prensa (Carlos Luján / Europa Press)

Fuentes de Vox no quieren hablar de ceses y apuntan a que ya avanzaron estos cambios en el mes de junio, tras las elecciones del 28 de mayo, donde ganaron bastante fuerza territorial. Esto también les enfrenta a una contradicción: la de un partido que reniega del poder territorial, de las estructuras políticas en las autonomías y localidades, pero que ahora se reorganiza para dotarlas de poder a costa de la estructura nacional, que se ha convertido en un sistema minúsculo y cerrado del que ya no se fía el resto del engranaje. Los cimientos de Vox, el partido que aspiró a dar fuerza y voz a la derecha más conservadora, se tambalean.

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