“Somos como los hermanos Coen, él podría llamarse Fernando Mariscal y yo ser Javier Trueba”. Así resume a la perfección Javier Mariscal la complicidad y química de la que hacen gala él y Fernando Trueba sobre el escenario del Café Berlín, en el que se han juntado para atender a la prensa, pero que bien podría ser para tomar una copa y charlar como los buenos amigos que son. Se ríen, se tiran bromas e incluso a veces hasta acaban las frases el uno del otro: “Yo creo que el secreto es que Fernando es muy buena persona porque luego yo soy muy canalla, muy punky y trato siempre de ponerlo al límite de su bondad y de su entendimiento”, comenta Mariscal.
Ambos se han dejado caer por la mítica sala de conciertos donde, irónicamente, muchos de ellos suelen ser de jazz. Un escenario ideal para presentar su nueva película, Dispararon al pianista, en la que se vuelven a reunir más de diez años después de Chico y Rita, la cinta con la que ganaron el Goya de animación y con la que llegaron a estar entre las cinco nominadas a los Premios Oscar. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero la relación de Mariscal y Trueba ha seguido intacta. Son como esos amigos que pueden llevar sin verse años y que cuando se encuentran es como si todo siguiese igual que el primer día.
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Algo más de tiempo llevaba Fernando Trueba cavilando la película, desde que descubriera la historia del pianista brasileño Tenório Júnior a principios de los 2000. Pero necesitaba de la ayuda de Mariscal para poner en imágenes todo ese largo archivo de caras, historias, lugares y notas que había recopilado durante años, y que a Mariscal abrumaron al principio hasta poder trasladarlo todo a su paleta. “Él aporta una parte fundamental, que es un guion, toda una experiencia, toda una investigación bestial y mucha documentación gráfica. Y mi trabajo es poner aquellos textos en imágenes, puntos, rayas y paletas de colores. Trabajar la luz. Fernando aporta otra cosa que es fundamental, que es cómo se mueve la cámara sobre todo eso”, desgrana el director.
De Julia Roberts a Vinícius (y) Júnior
Con este nuevo filme, Mariscal y Trueba recuperan el formato animado –llevado ahora más hacia el documental– y el amor por la música, solo que en vez del jazz de Cuba en esta ocasión se viaja a la Brasil de los años 60 para descubrir el fascinante mundo de la bossa nova. Y también a la vida de Francisco Tenório Júnior, un gran pianista que desapareció en extrañas circunstancias. La historia no comienza en Río de Janeiro, sino en la mítica librería Strand de Nueva York, la favorita de Fernando Trueba y en la que incluye al hombre que trabaja allí desde hace veinte años, su buen amigo Art Spiegelman –el historietista autor de Maus–, y donde a punto estuvo de estar también Julia Roberts, aunque no fuera la librería de Notting Hill: “Me hubiera encantado sacarla pero no era creíble, ¿qué iba a hacer Julia Roberts en una presentación?”, comenta Mariscal entre risas.
Porque esta no es la historia de Julia Roberts, ni siquiera la de la Strand en la que comienza la aventura del periodista Jeff Harris, al que da voz Jeff Goldblum. Esta es la historia de Vinícius de Moraes, de Tom Jobim, de João Gilberto, de Toquinho y, sobre todo, la de Francisco Tenório Júnior, el misterioso pianista cuyo paradero persigue el protagonista. Todos ellos forman parte de la llamada bossa nova, el género musical derivado de la samba y el jazz que inundó Brasil sobre los años 60 y que terminó convirtiéndose en un importante movimiento cultural dentro del país carioca, aunque por el camino perdiera a alguno de sus integrantes, como se cuenta en Dispararon al pianista.
“Brasil siempre ha tenido una tradición musical bestial, pero ahí apareció una persona fundamental como Vinícius de Moraes, un gran poeta que logra hacer unas letras mezcladas con unas músicas muy sofisticadas, pero sobre unas bases muy populares”, explica Mariscal, mientras que Trueba pone títulos a esas notas: “Tú coges esos Chega de Saudade, o coges Desafinado o cualquiera de la bossa, y es que las escuchas y son una belleza, pero luego miras la letra y además dices, pero ¿cómo han podido hacer esta letra? Es que son redondas, son perfectas musicalmente”, comenta el director ganador del Oscar por Belle Époque.
Dispararon al pianista es un poco como una de esas canciones que describen con tanta emoción, una pieza bella que entraña también cierta tristeza y melancolía, sin llegar a caer en un exceso de nostalgia, pero consciente de que aquella bossa nova es una época que nunca se repetirá. “Era una música tan inteligente, pero a la vez tan sensible, tan que te llega, o sea, todo a la vez, ¿sabes? Creo que su magia es esa. Para ser bueno, culto y sofisticado, no hace falta ser inaccesible, puede ser al contrario, cercano. Y eso es, sobre todo para mí, Vinicius de Moraes”, concluye Trueba, que con Dispararon al pianista podría decirse que compone toda una trilogía en torno al jazz tras Chico y Rita y, anteriormente, Calle 54. No sabemos si encontrará a su próximo Tenório Júnior, pero si algo demuestra el filme es que hay mucha gente ahí fuera cuya historia merece ser contada, música que merece ser más escuchadas y películas que merecen ser más vistas. Como las de los hermanos Coen, o como las de Fernando Mariscal y Javier Trueba. ¿O era al revés?