En 2009, Wes Anderson dirigió Fantástico Sr. Fox, su primera incursión animada (más tarde llegaría Isla de perros) porque sentía una conexión muy especial con el autor de la obra original, el escritor de literatura infantil y juvenil Roald Dahl. Comenzó a indagar de forma más profunda en sus trabajos y en su forma de narrar ya que desde hacía tiempo se había obsesionado con algunos vídeos en los que él mismo leía sus cuentos. De ahí, de alguna forma, surgió la idea de seguir explorando alrededor de él.
El director ya había experimentado con el formato del cortometraje en otras ocasiones y se le ocurrió que algunos textos cortos de Dahl eran podían encajar a la perfección con su estilo y sus intereses creativos a la hora de crear una cadencia entre imagen y palabra.
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El resultado: La maravillosa historia de Henry Sugar, Veneno, El cisne y El desratizador. La primera se presentó en el pasado Festival de Venecia y ahora se estrena en Netflix junto a las demás, que han pasado directamente a streaming en forma de antología.
Están rodados en 16mm y en ellos se fusiona el aspecto representacional con el visual. En definitiva, Wes Anderson nos cuenta estas historias a través de sus actores y de su particular estilo, apostando por la teatralidad, por el ritmo, la pura esencia narrativa y el poder de la fabulación.
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Fábulas oscuras repletas de humor negro
Roald Dahl ha pasado a formar parte de la cultura popular gracias a novelas fundamentales como Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, Las brujas o El gigante bonachón, todas ellas adaptadas a la gran pantalla y que han creado todo un universo imaginativo desbordante.
Pero también fue autor de obras con un punto macabro que podrían considerarse cuentos para adultos en los que latía el humor más negro. Algunos de ellos se recogieron en el volumen Cuentos de lo inesperado, e incluso Alfred Hitchcock (en la serie que presentaba) y más tarde Quentin Tarantino adaptaron algunos de ellos también en formato corto.
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Dos de los relatos que ahora recupera Wes Anderson se encuentran recopilados en Historias extraordinarias y fueron publicadas originalmente en 1977, aunque las escribió en diferentes etapas de su vida. Los temas que se tratan son diversos, desde la ambición a la crueldad humana.
La maravillosa historia de Henry Sugar, sirve para adentrarnos en este nueva cosmogonía que tiene sus propias reglas y en la que Ralph Fiennes sería un trasunto de Roald Dahl, en su casa, en pantuflas y contándonos un cuento. Este primer episodio, es el más largo, y en el conoceremos a Henry, un hombre rico y superficial que no tiene especial interés por nada, hasta que se obsesiona con un yogui que es capaz de ver sin utilizar los ojos. A partir de ese momento, comenzará a practicar la meditación hasta alcanzar la técnica precisa, aumentando todavía más su fortuna.
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El autor utiliza este mecanismo de miniaturista para introducir un delicioso juego de espejos representacional, que nos lleva de un lugar a otro, de una recreación a otra a través de imágenes en forma de palíndromo marcadas por la habitual perfección simétrica y los demás elementos formales de la marca Anderson. En el reparto, Ralph Fiennes, Dev Patel, Benedict Cumberbatch, Beng Kingsley, Richard Ayoade y el cantante de Pulp, Jarvis Cocker.
Entre el terror y la sátira
El cisne aborda el buyilling en su vertiente más sádica. Dos niños se convierten en auténticos torturadores de otro, llamado Peter Watson, que hará lo posible para defenderse y salir con vida. Pero Anderson no plasma esa violencia, solo la verbaliza a través de las palabras que recita el intérprete Rupert Friend. El fuera de campo, lo que no se ve, el auténtico terror, se convertirá en protagonista de la función.
Veneno es una historia corta que se publicó en los años cincuenta en la revista Collier’s y se ambienta en India, donde un hombre que está durmiendo descubrirá que tiene bajo la ropa una serpiente venenosa. Si se mueve un milímetro, le picará y morirá. Un doctor intentará con su ingenio salvarlo. Benedict Cumberbatch es el hombre con la serpiente, y Ben Kingsley, el afanado médico.
Por último, El desratizador recupera de nuevo a Ralph Fiennes, Rupert Friend y Richar Ayoade. Es quizás la más bizarra del conjunto, y en ella Fiennes compone un pequeño y memorable papel de hombre rata que disfruta matando a sus congéneres. En ella el director se adapta a esa forma que tenía el director de terminar el cuento con algún elemento imprevisto, de manera que la simbiosis entre ambos resulta perfecta.