A Arantxa Echevarría la conocimos gracias a Carmen y Lola, una película que, en clave costumbrista, abordaba un tema tabú como es la homosexualidad entre dos mujeres gitanas. Gracias a ella consiguió el Goya a la mejor película novel y ahora recupera ese espíritu en Chinas, en la que se interna en una comunidad tan aparentemente hermética como la procedente del país asiático en nuestro país.
Esta historia comenzó a gestarse mucho tiempo atrás, cuando la directora era una humilde cortometrajista que vivía en el barrio de Lavapiés y todos los días iba a una pequeña tienda de alimentación porque no tenía nevera para conservar los productos. Allí conoció a una niña, Lucía y a Sui, su madre. Un día esta le dio una carta que había escrito su hija, una carta a los Reyes Magos. No sabía quiénes eran y Arantxa le explicó esta tradición. “¿Cómo explicárselo? ¿Que hay tres tipos vestidos de ‘brilli brilli’ subidos en camellos y que van siguiendo una estrella?”, cuenta la directora a Infobae España.
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Para ella fue un auténtico choque cultural. “Le dije que los niños pedían regalos y que Lucía había pedido en la carta una muñeca. Ella me contestó que ya celebraban el Año Nuevo Chino y que les daban a los niños un sobre con algo de dinero”.
Pasaban los días y Arantxa se obsesionó con el tema, hasta el punto de que fue a El Corte Inglés y le compró la muñeca a la niña. No se atrevía a dársela a su madre, así que la metió por una rendija cuando el establecimiento estaba cerrado. Se fue pensando que era la tía más maja del mundo, pero, cuando estaba en la cama, de madrugada, se puso a darle vueltas al asunto: ¿qué estaba haciendo? ¿Quién era ella para inmiscuirse entre la relación entre una madre y una hija?
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Bajó a la calle en pijama e intentó recuperar la muñeca, pero no pudo, ni siquiera con un palo. “Volví a casa hecha una mierda, y nunca volví a la tienda de pura vergüenza”, cuenta. Nunca supo más de Lucía y de su madre. Ella se trasladó a vivir a otro sitio y cuando volvió la tienda se había traspasado. Pero esa historia se le quedó muy grabada dentro.
“Me dio mucho que pensar: de cómo miramos al otro, de la superioridad occidental... y ahí estaba el tema de la identidad”, afirma. Así que comenzó a documentarse, en este caso en Usera, el barrio de Madrid que alberga una mayor comunidad china, y se sentó a la mesa de una familia que le abrió las puertas para ver cómo vivían, cómo se sentían. A pesar del tiempo, todavía se acuerda de Lucía, que será ya una adolescente, y espera que esta película sirva para que vuelvan a encontrarse y le pueda explicar por qué desapareció sin decir nada.
Cómo abordar la difícil comunicación cultural
Chinas se centra en dos niñas de nueve años que coinciden en el mismo curso. Todo el mundo cree que serán amigas porque comparten los mismos rasgos, pero sus historias particulares son muy diferentes. Lucía pertenece a la segunda generación de una familia de inmigrantes que regenta un bazar y trabaja de sol a sol. Xiang es adoptada (sus padres en la ficción los interpretan Leonor Watling y Pablo Molinero).
La primera tiene un nombre español, que ha adoptado para integrarse en el país en el que nació. La segunda conserva su nombre chino porque su nueva familia cree que es mejor para ella que se sienta cerca de sus raíces, pero ella reivindica su derecho a considerarse española.
“Cuando me puse a explorar la comunidad china me encontré con la cantidad de prejuicios y estereotipos con la que nos acercamos a ellos. En realidad, no es que sean herméticos, es que son muy respetuosos y hay un problema de comunicación brutal, porque la mayoría viene a nuestro país con más de 35 años a buscarse la vida sin hablar nuestro idioma y para ellos es muy difícil acostumbrarse”, cuenta Echevarría. “Solo trabajan y trabajan para darles un futuro mejor a sus hijos y tienen miedo a decir algo mal por si ofenden, por eso son tan tímidos. Creo que nosotros los vemos desde fuera, y no empatizamos”.
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Por otro lado, las nuevas generaciones viven entre dos mundos, conservando sus orígenes, pero también queriéndose integrar en la sociedad normal. Por eso, la película también aborda la discriminación cultural y social y de cómo creamos las barreras que nos separan.
Chinas se rodó en el barrio de Usera y, como ocurría en Carmen y Lola, la directora se embarcó en un ambicioso casting a la hora de encontrar actores naturales. “Al principio tenían miedo de la imagen que pudiéramos dar de ellos, que me parece algo lógico. Y después, al hacer los castings, me di cuenta de que muchas de las escenas que había escrito las interpretaban de otra manera, porque incluso en los momentos de discusión, nunca había gritos, todo era muy contenido, por lo que me ayudaron a reescribir para acercarme a su forma de ver y sentir las cosas”.
En estos momentos, Arantxa Echevarría se encuentra embarcada en un nuevo proyecto. Se trata de La infiltrada, que estará protagonizada por Carolina Yuste, a la que descubrimos también en Carmen y Lola y aparece en Chinas. En ella, la actriz interpretará a una policía que, recién salida de la academia, con 22 años, fue reclutada para infiltrarse en la banda terrorista ETA. Un caso real que ahora tendrá su versión cinematográfica a través de la mirada de una directora combativa y siempre atenta a la mirada femenina en nuestro cine.