Se estima que antes del siglo XX el territorio cantábrico ocupado por el urogallo era de unos 30.000 km². A principios de los años 70, cuando se emprendió el primer censo sistemático del urogallo cantábrico, la superficie ocupada era ya solo un tercio de la original. Hoy la especie está presente en menos de 1 000 km², lo que supone una reducción del 90 % respecto a la ocupada hace 50 años, según un artículo publicado en The conversation.
La situación que describe el número de urogallos es, si cabe, peor. Estudios previos han mostrado que, en un área del oeste cantábrico, se ha perdido el 90 % de la población entre 1978 y 2019. Y el declive continúa. El urogallo cantábrico se considera “en peligro crítico de extinción”, y este mismo año la población pirenaica ha adquirido este mismo estatus al llevar el mismo camino.
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Javier Naves Cienfuegos, Eloy Revilla Sanchez y Miguel Clavero Pineda, los tres expertos que han escrito el artículo, indica que “es más que probable que la intensa caza haya sido el principal factor del declive del urogallo en la cordillera cantábrica y más allá”. Este ave se ha cazado mucho, tanto legal como ilegalmente. Solo entre 1956 y 1965 se dieron permisos para cazar más de 400 individuos. Pero las cifras de caza ilegal son mucho mayores, y abarcan el periodo posterior a la protección de la especie, en 1979.
6.000 urogallos cazados en 20 años
Las encuestas sobre urogallos cazados ilegalmente, realizadas a centenares de personas durante más de 20 años, muestran que unos 6.000 urogallos han muerto de esta forma desde los años 40 hasta el año 2000; el 95 % de ellos, machos. Para poner en contexto estas cifras solo hay que pensar que en 2019 quedaban menos de 200 urogallos en toda la cordillera cantábrica. Otros motores del declive pueden haber sido la pérdida de masa forestal y el cambio climático, indican. Aunque hoy hay nuevas actividades humanas que impactan en el hábitat del urogallo como el turismo o la caza.
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A pesar de la atenuación de muchas amenazas y de los proyectos de conservación emprendidos, la situación del urogallo cantábrico no ha dejado de empeorar. El contraste es muy evidente con otras especies emblemáticas de la fauna ibérica, como el lince ibérico, el oso pardo y el águila imperial.
Cerca de la extinción
Las poblaciones aisladas que han experimentado declives acusados debido a factores externos (caza) pueden ver reducida su diversidad genética debido a cruzamientos entre animales emparentados. Esa pérdida de diversidad puede dar lugar a una “depresión genética por endogamia”, si se acumulan variantes genéticas deletéreas que afecten negativamente a elementos clave en el ciclo vital de las especies, como el potencial reproductor o la supervivencia.
La depresión por endogamia puede incluso desencadenar por sí misma (sin intervención de las amenazas originales) declives adicionales y mayores pérdidas de diversidad genética, en un proceso autopropulsado llamado “espiral de extinción”.
Las causas originales de la espiral son debidas a actividades humanas (en este caso, la caza), pero una vez que el sistema se pone en marcha, se independiza de esas influencias humanas. Como resultado, la población pierde la capacidad de respuesta ante las dificultades y retos del entorno que en situaciones normales no supondrían mayores problemas.
Reconozco que hay algo personal en esta llamada de emergencia sobre el urogallo cantábrico. Me lleva a cuando era (más) joven y a unos rincones que no quiero volver a pisar. Y a un animal que me parece increíble que esté entre nosotros. Hay que intentarlohttps://t.co/vKJH1DxAmm
— Javier Naves (@javier_naves100) October 4, 2023
De la exclusividad a la extinción
Los expertos aseguran que los propios animales ha dejado de funcionar por lo que sería necesario “el rescate genético”, es decir, una operación que tiene como objetivo recuperar la diversidad genética y atenuar los efectos negativos de la endogamia.
En los años 60, el urogallo cantábrico fue descrito como una subespecie única (T. u. cantabricus). Adquirió entonces un estatus propio, como había ocurrido antes con las aves pirenaicas (T. u. aquitanus) y de muchas otras poblaciones (hay hasta 12 subespecies descritas). La descripción de estas subespecies nunca fue robusta, pues se basaba en caracteres morfológicos que solapan mucho entre poblaciones. Pero a través de estudios genéticos hace ya tiempo que sabemos con seguridad que las subespecies de urogallo en general, y la cantábrica en particular, no tienen soporte.
En general, se asume que la exclusividad es positiva, pues fomenta los esfuerzos de conservación. Pero la inflación taxonómica puede funcionar como una trampa, algo que está pasando con el urogallo cantábrico. Tanto se ha señalado su exclusividad, que la idea de mezclarlo con individuos de otras poblaciones, de Pirineos o más allá, nunca se ha coniderado.
“Ahora que sabemos que el urogallo cantábrico no es tan exclusivo como lo pintamos y que la depresión por endogamia puede haber hecho inviable la población, solo queda probar el rescate genético”, aseguran, afirman que el hecho de que la administración española haya unido las poblaciones cantábrica y pirenaica dentro de una única categoría de amenaza facilitaría esa actuación, aunque quizás hubiese que usar animales de otras poblaciones. “Puede ser ya demasiado tarde, pero vale la pena intentarlo”, finalizan.