“Picasso nos sigue hablando”, espeta Paloma Alarcó. “A pesar de todas estas capas interpretativas, sigue siendo un misterio y todavía dará mucho que hablar”, dice la comisaria de Picasso, lo sagrado y lo profano, una (nueva) exposición con la que el Museo Thyssen-Bornemisza pretende conmemorar el medio siglo que ha transcurrido desde la muerte del pintor malagueño.
Después de la muestra de Picasso y Chanel, la pinacoteca madrileña ahonda en otro aspecto de uno de los nombres más universales en el árbol genealógico artístico: la interpretación del pintor y escultor en todo lo relativo a lo sobrenatural y religioso. El pintor dialoga, en esta íntima y sintetizada muestra, con los maestros antiguos como El Greco, Rubens, Zurbarán, Pedro de Mena, Eugène Delacroix y Goya. También se explora la “idea picassiana” de que “no hay pasado o futuro, sólo presente”, consiguiendo diluir las fronteras entre el ayer y la modernidad, entre la creencia y la iconografía.
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¿Por qué entre lo profano y lo sagrado? “Porque Picasso se considera un chamán, un personaje consciente de ese poder sobrenatural y esa fuerza creadora que no podía contener”, indica Alarcó. No en vano, el malagueño “borró las fronteras entre lo sagrado y lo profano”. La exposición presenta un constante diálogo entre el artista y aquellos maestros que emprendieron el camino interpretativo de las fuerzas sacras, judeocristianas y mitológicas.
Las salas comisionadas por Alarcó, que admite haberse emocionado a la hora de conformar el espacio que se exhibe en la primera planta del museo y que contiene un total de 40 obras (22 de ellas del malagueño), Picasso parece entablar una conversación (además de una reinterpretación) con obras pictóricas como el Cristo abrazando la cruz de El Greco, Santa Casilda de Zurbarán, el San Jerónimo penitente de José de Ribera, el Retrato de un joven como San Sebastián de Bronzino, La Virgen y el Niño con santa Isabel y san Juanito de Rubens, el Ecce Homo de Pedro de Mena o la abstracción de Willem de Kooning.
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Para Bernard Ruiz-Picasso, nieto del pintor que dedica unas palabras a su abuelo en la rueda de prensa a la que acude Infobae España, la exposición del Thyssen “explica quiénes somos”, una representación en la que nos convertimos “en herederos de una historia que puede o no gustar”. En Picasso, lo sagrado y lo profano, el pintor mira al pasado para desvelar nuevas formas de interpretar la cronología del país. El pintor emplea temas y géneros de la tradición española (y europea) y los reinterpreta poniendo de manifiesto su singularidad pictórica.
A través de tres décadas de su producción y dividida en tres tramas temáticas, la exposición analiza el modo en el que los mitos (y ritos) paganos y cristianos se fusionan en muchas de sus creaciones, sobre todo a la hora de tratar los asuntos más universales de la vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor.
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“La exposición acierta a la hora de haber creado un microcosmos donde se reflejan muchas tendencias y pasiones de Picasso”, indica el director del Thyssen, Guillermo Solana. También es la confirmación de la “peculiar fascinación” del pintor malagueño en todo lo relativo a lo sagrado “tanto en sus manifestaciones paganas, como en su relación con la tradición católica y las supersticiones”, un tratado que “persiste” a lo largo de toda su carrera.
Para Solana, los “emparejamientos” que se abordan en Picasso, lo sagrado y lo profano no son predecibles, pues muestran una correlación en la que destaca “el gran mérito” de la comisaria de haber encontrado paralelismos entre pintores clásicos y el artista cubista.