Una mujer embarazada en un contenedor en medio del mar. Es uno de esos ‘high concepts’ que no dejan indiferente. Esa fue precisamente la idea embrionaria que le llegó a Albert Pintó para que desarrollara Nowhere, un thriller opresivo en la que ha podido explorar el género de la ‘survival movie’ en toda su dimensión angustiosa y hasta las últimas consecuencias.
En los primeros compases de la película nos introducimos en una sociedad distópica en la que la falta de recursos ha desembocado en un régimen militar que no tiene ningún tipo de escrúpulos para cortar con lo sano, es decir, eliminando a los más débiles, en primer lugar a los ancianos, después a los niños y a las mujeres embarazadas.
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En ese estado de auténtico terror, una pareja, Nico (Tamar Novas) y Mia (Anna Castillo), intentan escapar del país a través de una red de traficantes que, supuestamente, los trasladarían por mar a otro lugar. Ella está embarazada y arrastra el trauma de haber perdido a su hija dentro de esa situación demencial en la que se encuentran. Por supuesto, nada saldrá bien.
Los retos del ‘huis clos’, o espacio cerrado
A Albert Pintó lo conocimos formando pareja artística con Caye Casas en películas en las que se mezclaba el humor y el terror, como Matar a Dios, hasta que en solitario hizo Malasaña 32 y a partir de ahí empezaría a colaborar con Netflix en series de la casa como Sky Rojo o La casa de papel. “Cuando me propusieron este proyecto me encantó la idea, porque era muy poderosa y era algo que no había visto en este país... de hecho, en ninguna parte. Así que me lancé al reto, consciente de que había que hacerlo bien, porque o si no, se podía caer en el ridículo”, cuenta Albert Pintó a Infobae España.
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El director practica el ‘huis clos’, es decir, el espacio cerrado, y utiliza las herramientas del lenguaje para sacarle el mayor partido a los mínimos elementos y mantener la tensión y la acción en todo momento en estado álgido. Un personaje en un lugar aprisionado sin posibilidad de salir es todo un género en sí mismo, véase el caso de la celebrada Buried, de Rodrigo Cortés, en la que Ryan Reynolds tenía que sobrevivir en un ataúd bajo tierra.
“Es un subgénero que invita a la renovación, sí, a experimentar, a hacer cosas nuevas, porque el público pide a través de él sorprenderse, no ver lo mismo de siempre. ¿Cómo darle la vuelta a eso? Ahí está la magia del cine, como conseguir crear mundos que no existen, que es algo que adoro, esa parte de poder generar atmósferas y realidades imposibles”.
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Aquí veremos cómo el personaje interpretado por Anna Castillo sobrevive a un tiroteo masivo, da a luz en alta mar y se come su propia placenta para poder alimentarse. Una gincana de sufrimientos no apto para paladares sensibles. “Me entristece ver muchas películas que se hacen hoy que podrían ser mejores, pero que no se arriesgan lo suficiente por miedo a herir las sensibilidades. Y se quedan en un poco blancas para no incomodar, para ser políticamente correctas”, continúa.
Anna Castillo, sola frente al peligro
Hacer una película original de Netflix tiene sus propias normas, pero el director asegura que tuvo libertad total a la hora de rodar escenas más duras. “No quería pasar por encima como si nada, es algo que me pasa con la vida y con el cine. Si lo hacemos, los hacemos y con todas las consecuencias. Por eso, Anna Castillo me decía: Albert, hemos ido de chulos, nos hemos flipado”, bromea el director, que solo tuvo en la cabeza a la actriz de La llamada o Girasoles silvestres para interpretar a un personaje que aparece en todas las escenas, absolutamente sola y pasando calamidades de un segundo a otro.
“Ella viene del cine independiente y de autor y tiene esa mirada tan de verdad que lo impregna todo. Así que esa combinación con una película más técnica era muy potente. Yo solo me puedo imaginar esta película con ella, porque tiene la fuerza y la emoción para hacer que todo funcione”.