El independentismo aprieta a Sánchez antes de la consulta con el rey: el referéndum como línea roja o volver a las tesis constitucionales

El líder socialista se prepara para salir candidato de la ronda de consultas con el monarca en medio de la compleja negociación con Junts y ERC. La consulta de autodeterminación marca el límite para un Sánchez que busca evitar la reptición electoral

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante un mitin en La Rinconada (Sevilla) este fin de semana. EUROPA PRESS

A estas alturas de su carrera no existen dudas de que Pedro Sánchez se ha convertido en uno de esos políticos acostumbrados a vivir permanentemente en el alambre. Al menos esa es su rutina desde hace mucho tiempo. El candidato del PSOE y actual presidente en funciones sortea y sortea contratiempos y encrucijadas con el aplomo y el temple del mejor equilibrista que uno pueda imaginar. Nada ni nadie le hace caer. Reto que afronta reto supera, ya sea una guerra interna, una pandemia mundial, un conflicto internacional o una visita a las urnas con todo en contra, como sucedió el pasado 23-J. Una y otra vez, Sánchez, que maneja los tiempos y la estrategia a la perfección, sale airoso. Y no solo eso, sino que lo hace como ganador, o, al menos, por si existen dudas, se presenta como tal. Es esa resistencia que expone en su manual y que amplía una y otra vez cuando la mayoría se empeña en anunciar un final que nunca llega. Ahora, una vez confirmado el fracaso de Alberto Núñez Feijóo en el proceso de investidura y a un día de sentarse con el rey en un encuentro del que saldrá como candidato a la presidencia, Sánchez afronta otro reto, de nuevo mayúsculo, puede incluso que el más complejo de todos: alcanzar un nuevo acuerdo con los independentistas que le permita mantenerse en la Moncloa y evitar la repetición electoral que ansía el PP.

Hasta la semana pasada, el éxito en la negociación con Junts y ERC parecía, como mínimo, factible. Y eso para los más pesimistas en el entorno del líder socialista. Fuentes cercanas a la dirección del partido confirmaban que las conversaciones avanzaban por el buen camino y confiaban en que el acuerdo se terminaría alcanzando. El motivo estaba claro. Sánchez y el PSOE habían asumido una concesión que hasta hace no mucho era una línea roja: la amnistía a los encausados por el procés. No existía una confirmación como tal, pero tampoco era estrictamente necesaria. La confrontación con los líderes históricos del partido que se posicionaban abiertamente en contra, como Felipe González o Alfonso Guerra, era ya una especie de peaje que evidenciaba la predisposición a ceder en este punto.

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Pero cuando el diálogo parecía relativamente encauzado, las fuerzas independentistas optaron la semana pasada por elevar de manera conjunta sus exigencias al acordar en el Parlament que no habría posibilidad de investidura si no les garantizaban las condiciones “para la celebración de un referéndum”. De repente, lo que se antojaba asumible se tornó poco menos que en un posible, porque esa línea, la de una consulta para la autodeterminación, sí parece ser un límite intraspasable para Sánchez y el PSOE. “No se cederá en este punto de ninguna manera”, valoran las fuentes. Los socialistas, de hecho, respondieron de inmediato. “Por ese camino, no hay avance posible. El camino es el de la convivencia y la cohesión, el entendimiento y el progreso económico y social de Cataluña y del resto de España, siempre dentro de la Constitución”, afirmaron.

Un 1-0 que evidencia rupturas

Más allá de peaje social que se arriesgue a pagar el PSOE, otro escollo que tendrá que superar Sánchez es el de una negociación con dos fuerzas, ERC y Junts, que libran su propia batalla. Cada uno va por su lado y cada uno exige un diálogo independiente, por más que se empeñen en forzar una unidad que parece imposible de alcanzar.

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Manifestación por el sexto aniversario del referéndum del 1 de octubre celebrada este domingo en Barcelona. EFE

Este distanciamiento en el discurso y en las posiciones quedó patente en el sexto aniversario del 1-0. Mientras que Junqueras, en la previa, y Àragones se mantuvieron firmes en la necesidad del referéndum, Puigdemont se mostró más esquivo y menos tajante. “El conflicto con el Estado solo puede resolverse votando en las urnas. Quiero hacer énfasis en la claridad de objetivos, en la autodeterminación y la amnistía”, afirmaba ayer el presidente de la Generalitat. El fundador de Junts, en cambio, evitó el referéndum. “Hoy las cosas han empezado a cambiar, no lo bastante ni mucho menos, pero sí en la buena dirección”, dijo, y añadió: “Tenemos que hacer lo posible no para una dispersión, sino para una confluencia de voluntades por la independencia, para que el 1-O sea el nervio que determine la acción política”.

Ganador en cualquier caso

Con todo, el objetivo de Sánchez es claro: quiere ser presidente antes del 26 de noviembre. Y si es en octubre, mejor. Su idea hasta hace unos días era acelerar todo lo posible su investidura. Pero al margen de ello, el líder socialista trabaja también en otra vía, atar bien el discurso para salir reforzado sea cual sea el resultado de la negociación con las fuerzas independentistas.

En caso de las conversaciones lleguen a buen puerto y consiga amarrar los apoyos para mantenerse en el Gobierno otros años, Sánchez trasladará una victoria frente a las aspiraciones independentistas. Su cambio de posición para aceptar una teórica amnistía enterrará el problema que se explotó en 2017 y evitará un resurgimiento del movimiento en la calle. Si finalmente no lo logra y ERC y Junts se mantienen firmes en su postura exigir el referéndum, tendrá la oportunidad de recuperar las tesis constitucionales y presentarse como un estadista ante la repetición electoral. Un win win para un Sánchez que, pase lo que pase, ampliará su resistencia. Lo hará, eso sí, rendido al independentismo o abrazado a la Constitución. Conjugar ambas cosas se le antoja muy difícil.

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