La temporada de Casper Ruud se puede resumir en una palabra: altibajos. El noruego comenzó el curso en el puesto número tres de la ATP con el objetivo en mente de tratar de discutir la corona a Alcaraz, que se encontraba líder del ranking en ese momento. Quería, al menos, ser una alternativa al español o Djokovic. Pero el inicio de la temporada fue, literalmente, un golpe de realidad y presagio de lo que vendría en los meses posteriores. Ruud, que había estado a solo un partido de alcanzar la cima del ránking, se quedó fuera del Open de Australia, el primer Grand Slam del curso, en segunda ronda tras caer ante Jenson Brooksby. Desde entonces, muchas decepciones y pocas alegrías, más bien solo una, la final de Roland Garros. Pero ni con esas. Tras su buen resultado en París, el noruego volvió a la espiral de la irregularidad que le ha atrapado toda la temporada. Ahora, con la Copa de Maestros como objetivo, se enfrenta en Pekín con un Carlos Alcaraz que afronta la gira asiática con ansias de recuperar el número uno.
El negativo curso de Ruud se resume a la perfección si se atienda a su participación en los grandes torneos. Ni en el Open de Australia, ni Indian Wells, ni en Miami, por ejemplo, consiguió cosechar dos victorias seguidas. En la arcilla, la victoria en Estoril tampoco le sirvió como empujón y en las plazas grandes previas a París también decepcionó: en Montecarlo, Barcelona y Madrid volvió a caer en las fases iniciales. Sí mejoró en Roma, donde alcanzó en las semifinales, justo antes de viajar al Roland Garros, donde ya fue finalista el curso pasado.
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En París, Ruud mostró su mejor nivel y su mejor tenis. Elias Ymer, Giulio Zeppieri, Zhizhen Zhang, Nicolas Jarry y Holger Rune (con quien se pudo tomar la revancha de Roma) se rindieron ante el juego del noruego. Tras ello, llegó le el turno a Alexander Zverev, con quien se enfrentó en semifinales, a tan solo un paso de la gran final, y tampoco falló. Como en 2022 –donde le tumbó Nadal– poco pudo hacer en la final. Djokokovic le despachó por la vía rápida (3-0).
Pese a quedarse de nuevo a las puertas, Ruud valoró el mérito de plantarse de nuevo en la final de uno de los cuatro grandes. “Lo más destacado ha sido volver a la final de Roland Garros, sin ese resultado estaría bastante decepcionado de cómo ha ido el año”, dijo hace semanas. A partir de ese momento, los vaivenes volvieron a ser su día a día en los torneos. En Wimbledon volvió a evidenciar su poco agrado por la hierba y cayó a las primeras de cambio. A partir de ahí, más de lo mismo: una final en Bastad, cuartos en Hamburgo, octavos en Toronto y unos decepcionantes dieciseisavos Cincinnati.
Pekín y el reto de superar a Alcaraz
Las sensaciones ante de encarar el US Open, donde también defendía la final, no eran nada positivas. Las sospechas se confirmaron con un nuevo revés. Ruud se quedó en segunda ronda, incapaz de superar a Emilio Nava, un tenista fuera del top-100. Los resultados, claro, han ido haciendo mella en el ránking, donde ha pasado de aspirar al número uno a pelear por no salir del top10 en solo un año.
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Ahora, Ruud llega a Pekín con la intención acabar el curso con buen sabor de boca y alcanzar la Copa de Maestros, competición que disputan las ocho mejores raquetas del año. De momento, el noruego, ha conseguido superar a Jan-Lennard Struff y al argentino Etcheverry. El siguiente reto es de una dimensión superlativa: Carlos Alcaraz. Casper tiene ante el español la ocasión de pegarse un nuevo lujo en un año difícil en el que no ha cumplido con las expectativas.