Hasta no hace mucho los premios de los grandes festivales estaban acaparados por los hombres. Pero desde hace unos años el paradigma parece haber cambiado y son las mujeres las que copan los máximos galardones en una espiral profundamente renovadora.
En Cannes, Titate, de Dulia Ducournau y Anatomía de una caída, de Justine Triet; en Venecia, El acontecimiento, de Audrey Diwán y La belleza y el dolor, de Laura Poitras; en Berlín, Alcarràs, de Carla Simón y en San Sebastián, en estas tres últimas temporadas, las mujeres han hecho pleno: Beginning, de Dea Kulumbegashvili, Blue Moon, de Aline Grigori y ahora la española O Corno, el segundo largometraje de Jaione Camborda.
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Empoderamiento en lengua gallega
Es la mejor de las noticias para un filme pequeño, rodado en gallego y que alcanza una poderosa personalidad al abordar en primer plano los problemas de las mujeres en el espacio rural de la España de los años setenta. La directora nos enfrenta al parto, al sexo y al aborto de una manera tan física como sensitiva, pero además compone el relato de una mujer atrapada en un entorno de hombres que juzga y persigue y en el que tiene que encontrar su propio espacio para poder ser libre. Además, está producida por María Zamora y Andrea Vázquez, lo que confirma la importancia de esa nueva hornada de productoras femeninas que están revolucionando el panorama nacional.
No había grandes favoritas para la Concha de Oro este año. Ha sido un año de transición en el que prácticamente todas las películas se justificaban por sí mismas, pero no había ninguna pieza memorable. Premiar a O Corno era la decisión más sensible y también la más bonita. Porque es un trabajo repleto de sensibilidad y, en el fondo, también de lucha, de empoderamiento y está repleto de imágenes memorables y poderosas.
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El Premio del Jurado, que estaba presidido por la gran Claire Denis, ha ido a parar a Kalak, también con firma femenina, lo que no deja de ser una declaración de intenciones, la de Isabella Eklöf y procede de una cinematografía tan poco explorada como la de Groenlandia. Es una de esas películas que generan disparidad de opiniones, que es casi lo mejor que puede pasarle a una obra dentro de un festival, que se debata en torno a ella, y que en este caso gira en torno al abuso infantil. También ha obtenido el premio a la mejor fotografía, obra de Nadim Carlsem, rodada en 16 mm.
La lucha a través de la filosofía
La otra gran triunfadora de esta edición del Festival de San Sebastián ha sido Puán, dirigida por la pareja formada por María Alché y Benjamín Naishtat en la que nos introducimos en la universidad argentina de filosofía a través de la mirada de un profesor interpretado por Marcelo Subiotto, en un papel memorable que muy sabiamente ha sido galardonado con la Concha de Plata de interpretación, compartida con el mítico actor japonés Tatsuya Fuji (que ha trabajado con todos los grandes de su cinematografía) por Great Absense. Además, los dos directores, también se llevan el premio al mejor guion gracias a su exploración minuciosa de una entorno y de una forma forma de vida a través de la filosofía y la lucha en las aulas, a medio camino entre lo cómico, lo dramático y lo social.
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Desde hace unos años no hay distinción de género en los apartados actorales, como también ocurre en la Berlinale (donde este año triunfó la pequeña Sofía Otero con 20.000 especies de abejas), así que la mejor interpretación de reparto ha ido a parar a Hovik Keuchkerian, por su complicado rol en Un amor, de Isabel Coixet. Nada que objetar a la fuerza de su composición y el magnético dueto que compone junto con Laia Costa.
La Concha de Plata a la mejor dirección ha recaído en la taiwanesa Un viaje en primavera, también de dos directoras, Peng Tzu-Hui y Ping-Wen Wang. Era su primer largometraje, y uno de los más valorados en esta Sección Oficial por su forma tan delicada de tratar a los personajes y su audacia estética.