“Dar voz y conocer la realidad de las mujeres que viven en el entorno rural para saber cuántos de sus malestares a nivel emocional están determinados por el hecho de ser mujer”. Ese es el objetivo con el que nació en 2018 el Proyecto Julia: mujeres rurales y salud mental, una iniciativa que ofrece redes de apoyo para combatir el aislamiento y la falta de atención psicológica en los pueblos de Castilla y León, la región más extensa y despoblada de España.
El proyecto, que fue impulsado por la Federación Salud Mental Castilla y León, imparte talleres presenciales en pueblos de toda región, favoreciendo la creación de redes de apoyo para prevenir la exclusión social y la violencia de género, un problema más invisibilizado en el ámbito rural. Y es que la iniciativa surgió precisamente tras un estudio que evidenciaba “altos niveles de violencia contra las mujeres” en el entorno rural, mientras que la participación femenina “a nivel social y dentro de las entidades del movimiento asociativo” era baja, excepto en el ámbito familiar en su rol de cuidadoras, explica a Infobae España Cristina Pérez, responsable del Área de Mujer de la Asociación de Salud Mental de Aranda de Duero (Burgos). De ahí la necesidad de generar recursos específicos para las mujeres, añade esta trabajadora social.
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“Ese estudio, realizado entre 2017 y 2018, mostró que los hombres acudían más a los recursos de apoyo cuando las estadísticas indican que las mujeres tienen más probabilidades de sufrir un problema de salud mental como una depresión”, señala Pérez. Y así lo avalan los datos, ya que en España, donde más de dos millones de personas padecen depresión, la prevalencia de esta enfermedad en mujeres duplica a la de hombres (7,1% frente a 3,5%) y por cada caso grave en hombres hay 3,5 en mujeres, según el Instituto Nacional de Estadística.
Falta de anonimato y recursos en el ámbito rural
Las mujeres en entornos rurales se enfrentan a una doble discriminación: por ser mujer y por la falta de oportunidades y servicios en ese ámbito. En los pueblos, donde todo el mundo se conoce, hay otras dinámicas y otras formas de relacionarse, las mujeres tienen acceso a menos puestos de trabajo y asumen una mayor sobrecarga en las tareas de cuidados. Por eso, Pérez considera que “el género pesa más en el entorno rural, donde la falta de anonimato y los estereotipos de género suelen estar más marcados, y donde el acceso a los recursos de apoyo y atención a mujeres también es más complicado”. En realidad, añade, en los pueblos “faltan servicios que generen un impacto en ese ámbito, recursos para que las personas puedan mantenerse allí, que es donde quieren vivir”.
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La situación que describe coincide con la que muestra un estudio realizado por el Ministerio de Igualdad sobre la violencia de género en el ámbito rural en el que se entrevistó a 167 mujeres en municipios de menos de 20.000 habitantes, pues vivían en entornos donde “son habituales los modelos patriarcales, las creencias sexistas y discriminatorias de género”. El estudio también identificó la existencia de violencia psicológica en el 100% de las mujeres, seguida de la física (78,26%) y la económica (56,52%) como las formas más prevalentes. La violencia sexual se dio en un 39,13% de las mujeres víctimas y la ambiental en un 34,78%.
Tejer redes
El proyecto Julia (acrónimo de juntas, únicas, libres, independientes y activas), ya ha brindado servicio a más de 380 mujeres de edades comprendidas entre los 30 y los 80 años -si bien el rango mayoritario es el de más de 60 años- y de perfiles muy diversos, “desde quienes acarrean problemas de salud mental desde hace tiempo” a otras que simplemente han pasado por un momento de malestar emocional o que quieren reflexionar sobre cómo las condiciona el género.
Lo que consigue el proyecto, asegura Pérez, es que pone en contacto a mujeres de diferentes sitios y realidades “y se dan cuenta de que muchos de sus males convergen y se parecen”. Se genera, en definitiva, un espacio de reflexión, de debate, “donde pueden expresarse libremente, y eso es algo con lo que no cuentan en sus pueblos”, pues en muchas ocasiones se trata de localidades de menos de 100 habitantes.
“Tejer redes es una de las cosas que más valoran”, concluye. Esos lazos, además, no solo se dan durante el tiempo en que se desarrolla el proyecto, sino que continúan, pues las usuarias siguen hablando y quedando a través de grupos de WhatsApp.
Hasta el momento el Proyecto Julia ha llevado a cabo 54 talleres grupales en toda Castilla y León y, en concreto, en este primer semestre del año se han realizado 16, de 25 horas de duración, en los que han participado 139 mujeres en las localidades de Navas del Marqués, Cebreros y La Adrada (Ávila); Lerma y Villarcayo (Burgos); Bembibre, San Justo de la Vega y Villaseca de Laciana (León), Aguilar de Campoo, Cervera de Pisuerga y Otero de Guardo (Palencia), Ciudad Rodrigo (Salamanca), Riaza (Segovia), Covaleda (Soria), Mojados (Valladolid) y Alcañices (Zamora).