Marcelo (Marcelo Subiotto) es un profesor de filosofía que acaba de perder a su mentor. Toda la cátedra se encuentra desconsolada porque era el pensador sobre el que todo se articulaba, tanto las relaciones personales como las relacionadas con los estudios. En el funeral aparecerá otro de sus antiguos alumnos, Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), que ha iniciado una carrera internacional más próxima a otras corrientes relacionadas con la filosofía más moderna y es un poco arrogante y sabihondo, mientras que Marcelo es introvertido y algo patoso.
Este es el punto de partida de Puán, la película que han dirigido María Alché y Benjamin Naishtat. Ambos ya habían estado presente en el Festival de San Sebastián: ella con su ópera prima, Familia sumergida, con la que consiguió el Premio Horizontes Latinos y él con Rojo, thriller oscuro protagonizado por Dario Grandinetti gracias a la que se alzó con la Concha de Plata al mejor director.
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Pero, ¿qué es Puán? “Es algo difícil de definir, es un lugar espacial en la calle del Barrio del Caballito, en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires, y la facultad que siempre ha estado ahí se terminó por llamar Puán, como si fuera su sobrenombre”, explica Benjamin Naisthat para situar a todos aquellos que no son porteños. “A la gente que estudia allí se les llama los ‘puaners’ y se imparten varias carreras de letras y las humanidades, literatura, geografía, filosofía”, añade Alché, que también es ‘puaner’.
Ambos comenzaron a escribir el guion durante la pandemia, cuando todo dio un vuelco hacia lo digital, las clases, las reuniones se hacían a través del ordenador y ellos quería recuperar la presencia física en ese momento tan virtual que nos rodeaba, porque no todos los lugares son los mismo, y quería que, de alguna manera, Puán escapara de esa globalización. “Frente a la falta de identidad que tiende a haber en el presente, a la homogeneización, nosotros queríamos apostar por lo físico, por lo único, por lo que tiene una personalidad concreta”.
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Reivindicar la filosofía
Pero también de lo que se trata es de poner en valor la Filosofía, una asignatura que siempre parece estar en el hilo cuando se cambian los planes de estudio. “Como que siempre está en peligro, es cierto, y está en el origen de todo. Las ideas empiezan porque alguien pensó una cosa y son las ideas las que cambian el mundo, así que ahí estaba la idea de, bueno, pongamos el ojo en esto porque es importante poder pensar”. La propuesta es encontrarse con las preguntas. “Los griegos se empezaron a hacer preguntas que todavía no han sido contestadas y creo que solo por eso sigue teniendo sentido estudiar filosofía y dejarse tanto llevar por lo automático en un mundo que parece que ha perdido la capacidad de hacerse preguntas”, añade Naishtat.
Benjamín Naishtat comenzó a ir de oyente a Puán, donde estudiaba Alché y comenzaron a hablar de lo que tenía de especial ese lugar, “medio milagroso, medio absurdo también”, dicen. Y ahí empezó a germinar esa idea de que querían hacer una de película de cómo en un país periférico como Buenos Aires, se concentraba esa escuela tan potente de pensamiento.
Pero también había otra razón, querían trabajar con Marcelo Subiotto y darle un gran papel. “Creemos que es un talento mayor en nuestro cine al que le faltaba explotar de alguna manera, y tratamos de escribir un guion a su medida”
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A Subiotto lo hemos podido ver en películas como Me casé con un boludo, La larga noche de Francisco Sanctis, en la propia Familia sumergida o en Animal. Pero nunca se había hecho cargo de un personaje protagónico así y el el resultado es memorable, digno del premio de interpretación masculina del festival.
Protesta contra el ultraderechista Milei
Tanto Alché como Naisthat se sumaron a la protesta que buena parte del cine argentino presente en el Festival hizo en contra de las palabras del líder ultraderechista Javier Milei, que amenaza con desmantelar las instituciones culturales.
“Fue una toma de posición, de conciencia por la situación que está pasando en Argentina con la posibilidad de que la extrema derecha gane las elecciones presidenciales tras anunciar que iba a cerrar el Ministerio de Educación, el de Salud, el de Cultura y el Instituto del Cine. Y todo por un personaje al que prefiero no nombrar que se muestra con una motosierra diciendo que la va a utilizar para recortar qué sé yo y que se parece al protagonista de La matanza de Texas, de Tobbe Hopper, Caracuero”.
El director cree que hay un síntoma de época, como si la globalización estuviera fracasado y estuviéramos retrocediendo. Y lo que se suponía que iba a distribuir una especie de calidad de vida, ha desembocado en desigualdad y comienza a afectar al abandono de los aparatos del estado. “Eso genera mucha desesperación y la gente como que se vuelca al fascismo. Pasó en los años veinte y la historia se repite”.