A caballo entre el mar y la montaña, Cantabria sobresale como una comunidad donde la armonía de sus paisajes es única. La escarpada costa del cantábrico combina a la perfección con las extensas praderas y montañas que suceden en el interior, todo ello salpicado por pequeñas poblaciones pesqueras o rurales que terminan por enamorar al viajero. Santander es el centro administrativo de la región, pero no solo eso, sino que ofrece un amplio abanico turístico.
Monumentos como el palacio de la Magdalena o la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, y playas como la del Sardinero son visitas obligadas en la agenda de cualquier turista. Sin embargo, esto no se queda aquí, pues no muy lejos se ubica un rincón que es toda una leyenda y que está directamente ligado con la historia de Santander.
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Estamos hablando de la isla de Mouro, un pequeño islote situado en la salida de la bahía de Santander, frente a la península de la Magdalena. Su rico fondo marino es perfecto para los amantes del buceo, pues permite contemplar una amplia biodiversidad. Esto ha hecho que la isla fuera declarada Reserva Natural en 1986.
Un enclave crucial
El nombre original de la isla fue isla de Mogro, sinónimo de “castro”, que hacía referencia a una roca o saliente de la costa, quedando este aislado por el mar. Sin embargo, en el siglo XVIII un error del cartógrafo Vicente Tofiño de San Miguel en la transcripción del primer Atlas Hidrográfico de España cambió el nombre al actual. Entre las cosas que pudieron ser y no fueron se encuentra el castillo, el cual fue proyectado en el año 1570 para finalmente terminar construyéndose en la península de la Magdalena.
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Con lo que sí cuenta es con un faro, el cual se construyó en el siglo XIX, durante el reinado de Isabel II y que entró en funcionamiento en 1860. Su altura, de poco más de 18 metros, avisaba a los barcos de su llegada a la bahía de Santander. Además, estuvo ocupado hasta 1921 por dos fareros que frecuentemente quedaban aislados por los temporales. De esta forma, desde ese año se llevó a cabo la automatización del faro.
Por si fuera poco, durante la Guerra de Independencia su emplazamiento fue crucial para el desembarco de las tropas españolas en la playa de El Sardinero, ya que fue capaz de expulsar a los franceses de la península de la Magdalena.
El destino ideal para el buceo
La isla de Mouro tiene una extensión de alrededor de 1,7 hectáreas, unas dimensiones un tanto pequeñas. Sin embargo, la belleza del paisaje que alberga es toda una delicia, sobre todo su fondo marino. Tanto es así, que en el año 1986 fue declarada Reserva Natural gracias la increíble biodiversidad que alberga y su gran valor ecológico y medioambiental. Alrededor de 40 especies de peces habitan la isla, lo cual es perfecto para cualquier amante del buceo.
Gracias a la cantidad de entrantes y salientes que incluye, permite realizar multitud de inmersiones donde poder ver un hermoso fondo marino repleto de colores. Para ello, uno se puede acercar en kayak o en una embarcación, siempre respetando el entorno y de forma sostenible. Además, hay que tener especial cuidado con el estado de la mar, pues solo se puede hacer cuando esté en calma.