El pueblo de las galletas que tiene un monasterio resucitado

Uno de los mayores placeres de la vida es levantarse por las mañanas y desayunar un buen tazón de leche con galletas. Un momento que traslada a la infancia a los más mayores y que los más pequeños disfrutan con plenitud. Pero, ¿de dónde sale este preciado manjar? En tierras palentinas, se localiza un pueblo que durante los años 60 fue conocido como el ‘pueblo de las galletas’ y no es para menos, pues llegó a albergar hasta cinco fábricas de este dulce.

Estamos hablando de Aguilar de Campoo, una villa que complementa a la perfección la gastronomía con el turismo. De hecho, desde su portal turístico señalan que en la actualidad es “el mayor clúster agroalimentario del país, además de un sector turístico pujante que se beneficia de las bondades del territorio y del patrimonio natural y cultural del mismo”.

Te puede interesar: De granja abandonada a hotel de lujo sobre un acantilado en un pueblo surfero: así es Aethos

Esto se enmarca dentro del paraje natural de la Montaña Palentina y al Geoparque Mundial Unesco Las Loras, el cual brinda un paisaje mágico que completa todo sus encantos. Igualmente, su casco histórico fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1966 gracias al importante patrimonio arquitectónico que alberga.

Durante los años 60, la vida de los vecinos de Aguilar de Campoo estaba prácticamente ligada a las galletas. Durante este periodo, llegó a contar con hasta cinco fábricas (Fontaneda, Gullón, Fontibre, Ruvil y Tefe). Sin embargo, en el año 2002, el pueblo se levantó en contra de la multinacional que compró Fontaneda, pues esta quería cerra la fábrica fundada en los años 20. Hubo huelgas, encierros y manifestaciones, y finalmente el Grupo Siro se hizo cargo de las instalaciones y de la mayor parte de la plantilla, que fue trasladada progresivamente a su nueva fábrica en el polígono industrial de Aguilar.

Te puede interesar: El castillo de Neuschwanstein: la fortaleza que inspiró a Disney y es el sueño de un ‘rey loco’

Actualmente, el lugar donde se encontraba la antigua fábrica de Fontaneda, en el centro de Aguilar, sirve de aparcamiento frente a la iglesia de Santa Cecilia y de las ruinas del castillo. No obstante, la localidad sigue siendo una villa con una potente industria alimentaria, aunque cada vez está más enfocada al turismo. Esto no es de extrañar, pues alberga multitud de rincones que son de gran interés, donde monumentos como la fortaleza son el reflejo de su historia.

La mejor forma de descubrir Aguilar de Campoo es dando un paseo por sus sinuosas calles, la cuales permiten conocer todos sus rincones secretos. Así, el viajero se adentra en la historia de la villa, la cual está dominada por los restos del castillo. Se ubican en lo alto de un cerro, a 970 metros de altitud, estratégicamente situado, vigilante de lo que acontece en la bella villa galletera. Se construyó en el siglo XII, aunque entre los siglos IX y X, ya existía una pequeña fortaleza que coincide con la actual torre del homenaje,

Igualmente, el casco antiguo conserva seis de las siete puertas que franqueaban la muralla medieval y está salpicado de más de 100 escudos nobiliarios que adornan casonas y palacios, como los de los Manrique de Lara, en la pintoresca plaza de España. A su vez, los monasterios e iglesias son el reflejo del gran patrimonio eclesiástico que incluye, muestra de ello es la colegiata de San Miguel. En ella conviven los estilos románico, gótico, renacentista y barroco.

Muy cerca de ella se ubica la calle Tobalina, donde antiguamente se situaba el barrio judío y que desemboca en la Puerta de Tobalina, una de las más especiales del pueblo. Fuera de las murallas se ubica uno de los rincones más especiales de la villa, se trata del monasterio de Santa María la Real, cuyo aspecto actual nada tiene que ver con su avanzado estado de ruina que presentaba a principios del siglo XX.

Tal fue el estado en el que se encontraba el monasterio de Santa María la Real, que hasta Miguel de Unamuno expresó su disgusto “Las ruinas de Santa María la Real, convento que fue de premonstratenses ¡Ruinas!”, tal y como recoge Francesc Ribes en el libro Rutas para descubrir la España vacía (Anaya Touring). El monasterio fue levantado entre los siglos XII y XIII, en plena transición del románico al gótico, y tras la desamortización de Mendizábal en 1835, fue sometido a un abandono y deterioro imposible de recuperar.

Sin embargo, entre 1955 y 1968 se restauraron las cubiertas de la iglesia, el claustro y la sala capitular, y a finales de los setenta se fundó la Asociación de Amigos del Monasterio de Aguilar, impulsada por José María Pérez, Peridis. El célebre arquitecto y dibujante era un apasionado del románico, por lo que impulsó el proyecto hasta convertir el monasterio en un gran centro de desarrollo cultural, social y económico. La iniciativa, aparte de restaurar el monasterio, pretendía darle una segunda vida.

Así, el monasterio de Santa María la Real ha resucitado para convertirse en un conjunto cultural único en la provincia. Esto es gracias a que alberga:

• Un instituto de Educación Secundaria.
• Un centro de la UNED.
• La Escuela Oficial de Idiomas de Palencia.
• Una posada.
• El Centro Expositivo del Románico y Territorio, un moderno museo del arte románico que ocupa la sacristía y la iglesia y que da a conocer el contexto histórico del arte que nació en la Edad Media.

Desde Palencia, el viaje tiene una duración de alrededor de 55 minutos por la carretera A-67. Por su parte, desde Burgos el trayecto tiene la misma duración por la vía N-627.