“De tanto correr por la vida sin freno, me olvidé que la vida se vive un momento. De tanto querer ser en todo el primero, me olvidé de vivir”. El autor de dicha estrofa es Julio Iglesias y pertenece la canción Me olvidé de vivir, la más escuchada de su trayectoria musical. Los miles de oyentes que tantas y tantas veces han entonado su letra, se hubieran quedado huérfanos de sintonía, de no ser por el capricho del destino. Antes de batir una infinidad de récords musicales, Julio Iglesias dio sus pinitos en el mundo del fútbol.
Su pasión por el balón crecía al mismo ritmo que cumplía años. Desde muy pequeño, acompañado por su padre, acudía cada fin de semana al Santiago Bernabéu para jugar al equipo de su vida, el Real Madrid. Su pasión por el club y talento bajo palos, le llevó a realizar y superar las pruebas de acceso a los juveniles del conjunto blanco. En poco tiempo pasó de ver a sus ídolos desde la grada del Bernabéu a compartir balón sobre el terreno de juego. Entre ellos, un Di Stefano al que le llegó a detener un penalti durante un entrenamiento.
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En aquel equipo también coincidió con futbolistas como Gento, Grosso y Manolo Vázquez que se convertirían en leyendas del Real Madrid de los yeyé, dominador del fútbol español durante la década de los años 60. “El mejor de mis recuerdos son con mis amigos de Amancio, Pirri… Yo estaba en los juveniles, pero los jugadores del primer equipo se ocupaban mucho de nosotros, nos echaban una mano y nos animaban a seguir luchando. El Real Madrid es como un segundo hogar para mí”, llegó a reconocer Julio Iglesias.
Un accidente cambió su vida
Iglesias fue quemando etapas y se acercaba a cumplir su sueño de formar parte del primer equipo hasta que un accidente de tráfico truncó su carrera deportiva. Durante la celebración de su vigésimo cumpleaños, el coche en el que se encontraba impactó contra unos arbustos e Iglesias se llevó la peor parte. Se quedó inconsciente y fue trasladado al hospital. Allí, una vez recobrada la consciencia, el primer parte médico aseguraba que no volvería a caminar. El cantante quedó paralítico durante un año y medio, de hecho, sus lesiones en la espalda le han dejado secuelas crónicas. En ese instante, a los 20 años recién cumplidos, se vio obligado a colgar los guantes.
Sin embargo, entre aquellas paredes descubrió una nueva pasión: la música. Su enfermero le regaló, a modo de terapia, una guitarra con la que ejercitar sus dedos. Fue ahí cuando compuse La vida sigue igual, su obra prima. “Esta canción la escribí pensando en lo que sentía en aquellos momentos después de mi operación. Saqué fuerzas que, no tenía, con la música que me daba una guitarra y escribí estos pequeños versos sin saber dónde iban a terminar o dónde iban a empezar y terminaron en el Festival de Benidorm de 1968″.
De los terrenos de juego a los escenarios
La vida sigue Igual fue aquella canción con la que ganó el Festival de Benidorm en 1968 y dio comienzo al mito. Un año después grabó su primer álbum e hizo su primera película al estilo de los cantantes españoles de la época. Pasó de los terrenos de juegos a los escenarios. “Alguna vez he soñado con que era yo el portero del Real Madrid, pero viendo las hazañas de Miguel Ángel o García Remón, o del resto de los guardametas de la Liga, creo que nunca hubiese llegado a ser tan bueno”, desveló.
Así, por un capricho del destino y sin proponérselo, comenzó su camino en el ambiente artístico que lo catapultó a la fama y lo convirtió en uno de los vocalistas más reconocidos de la historia de la música hispana. Con 80 primaveras a la espalda, un accidente privó a España de un gran futbolista, pero dio al mundo entero “un truhan y un señor”.