“Matar no es un placer para nadie”, dice Josu Urrutikoetxea a Jordi Évole a lo largo del documental en la que el periodista entrevista al exlíder de la banda terrorista ETA. Sin embargo, él fue uno de los brazos ejecutores del aparato político y militar de la organización y uno de sus máximos cabecillas.
No me llame Ternera se ha convertido en la máxima protagonista de la primera jornada del Festival de San Sebastián, generando un buen número de polémicas en torno a si era pertinente o no dar voz a un asesino que podría blanquear el discurso de la violencia.
Nada más lejos de la realidad. Évole pone contra las cuerdas a Urrutikoetxea poniendo de manifiesto todas las incongruencias en las que cae su discurso, así como evidenciando la escasez de un discurso pobre a nivel ideológico e intelectual y repleto de contradicciones.
Víctimas y verdugos
El documental comienza con la aparición de Francisco Ruiz, víctima de terrorismo en un atentado que acabó con la vida del alcalde de Galdako, Víctor Legorburu, en 1976 y en el que él recibió 12 disparos. A continuación, se da paso a la entrevista con Josu Urrutikoetxea, que reconoce haber sido uno de los perpetradores de esa acción que nunca se le había atribuido. Ese es uno de los golpes de efecto utilizados para introducirnos en el relato, es decir, en la historia de España, en la aparición de ETA y en el repaso de la vinculación de Ternera dentro de la banda armada.
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Évole se encarga de ir nombrando cada uno de los grandes momentos por los que atravesó la organización, haciendo hincapié en los atentados más sanguinarios, desde la dictadura franquista a la democracia, pasando por los años de plomo y los diferentes gobiernos. Así, el recorrido comienza con el asesinato de Carrero Blanco, en el que participó Ternera a través del robo de explosivos, hasta la masacre de Hipercor o del cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde en ambos casos la mitad de las víctimas fueron menores de edad. “¿Considera Hipercor un error?”, pregunta Évole. “La culpa la tuvo el Gobierno por no desalojar. ETA no hacía terrorismo, el objetivo era provocar daños materiales”.
Ternera no encuentra una línea argumental a su discurso en ningún momento, como si todo lo que hubiera pasado a lo largo de los casi 50 años en los que perteneció como miembro activo de la lucha armada de la izquierda abertzale no fueran con él. “Yo soy una persona normal, como cualquier otra, con sus convicciones políticas, sociales y culturales”. “Ni usted ni nadie me habrá escuchado decir que matar está bien”, son algunas de las perlas que suelta.
Incongruencias en el discurso
En varios momentos, Évole intenta comparar el terrorismo yihadista con el de ETA y de nuevo comienzan las justificaciones y excusas. Ternera asegura que no tienen nada que ver, que no es justificable que cualquier ciudadano sea un objetivo. El periodista contraataca con todas las víctimas coyunturales que causó el conflicto vasco. Unos matan en nombre de Dios, los otros, en nombre de la Patria. ¿No es lo mismo? “Una cosa son las creencias y otra la religión, yo creo en la naturaleza y en el ser humano”, responde Urrutikoetxea. No puede defender nada, pero de alguna forma, trata de excusar todo con vaguedades.
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El etarra no tiene nada que decir en torno al secuestro de Ortega Lara, y sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco. “No me puedo poner en la cabeza de aquellos que tomaron esas decisiones”. Sin embargo, asegura que fue el primero que dio pasos para que se detuviera la lucha armada, algo que se contradice con lo ocurrido con su compañera Yoyes, que fue asesinada por la banda por intentar pactar con el Ministerio del Interior.
El documental firmado por Jordi Évole y Màrius Sánchez ha generado una presión política en los últimos días antes de que se pudiera ver y analizar, utilizándolo como arma arrojadiza por los grupos de ultraderecha para desacreditar un trabajo que es meramente periodístico y que, además, se encarga de destapar todas las contradicciones del discurso histórico sobre el que sustentaba la ideología de la banda.
“¿Cree que todo esto ha tenido algún sentido?” Ni siquiera Ternera sabe contestar a esta pregunta, consciente de que sería admitir que su vida ha sido un fracaso, así como todo el recorrido de ETA.