Hace tan solo 12 días que Luis Rubiales presentó su dimisión como presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Un paso que tardó en dar 21 días, 21 días desde que se produjo el beso no consentido a Jenni Hermoso tras la histórica conquista del Mundial de Australia. El ya expresidente trató de atrincherarse a su puesto, pero finalmente se vio obligado a abandonar el barco y presentar su dimisión. Eso sí, después de cinco años al frente de la institución, deja una larga estela de fieles, personas de su confianza, que mantendrán el ‘rubialismo’ vivo, al menos, hasta que les dejen. Y, entre esas personas, se encuentra el actual presidente de la RFEF, Pedro Rocha, y la nueva entrenadora de la selección, Montse Tomé.
Pedro Rocha fue el primero de los dos en llegar a su nuevo cargo, hasta entonces al frente de la Federación extremeña, después de que la FIFA anunciara la suspensión cautelar a Luis Rubiales. Una situación que el propio expresidente de la Federación sabía que iba a llegar, sabía que antes o después le apartarían de su cargo y por ello trazó un plan: dejar todo atado para que Pedro Rocha fuera su sucesor. Para ello, decidió fulminar al resto de vicepresidente a excepción del extremeño. Así se gestó su ascenso: “De acuerdo con lo previsto en los Estatutos de la RFEF, el vicepresidente adjunto a la Presidencia, Pedro Rocha Junco, asume la presidencia interina durante este periodo”, rezaba el comunicado de la Federación. Un plan sin fisuras, tras su dimisión sería Rocha quien le sustituyera y así fue. El extremeño asumió el cargo.
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Con Rocha al frente de la Federación, el espíritu del ‘rubialismo’ continuaría vivo. O eso debió pensar el propio Rubiales al diseñar su estrategia. La primera pieza de su puzle ya estaba situada y, nada y nada menos, que al frente de la Federación. La siguiente sería la del entrenador, dado que Jorge Vilda llevaba tiempo en la cuerda floja y el único hombre que le mantenía en el cargo (Rubiales) había caído, quien no solo le mantuvo, sino que incluso le prometió una renovación por cuatro temporadas más a razón de medio millón de euros al año. Pero, el apoyo de Vilda al expresidente de la RFEF durante la cruzada con las jugadoras acabó por rematar su situación, y en vez de favorecer su situación (como probablemente pensara en un primer momento) para continuar al frente del conjunto nacional, provocó, todo lo contrario.
Montse Tomé al frente de la selección
Así, el 5 de septiembre, Rocha tomó la decisión y la Federación la ejecutó, publicando un comunicado en el que anunciaba la destitución del técnico, a quien le agradecieron los servicios prestados por su profesionalidad y su dedicación durante todos estos años, deseándole para el futuro los mejores éxitos. En su lugar, pusieron a la segunda de a bordo de Vilda, Montse Tomé. Luis Rubiales también había depositado su confianza en la ahora entrenadora nacional, a quien incluso le llegó a prometer el cargo de directora deportiva de la selección. Una promesa que pronunció junto a la de renovación de Vilda, aunque finalmente no fuera ni una ni la otra.
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Con la confianza de Rubiales y, por tanto, también la de Rocha, Tomé asumió el cargo. Una decisión que marcaría “una etapa nueva” y pondría “el contador a cero”. Pero, no podía negar que en sus venas corría sangre del ‘rubialismo’ y así, lo dejó ver durante su primera intervención ante la prensa, tan solo 13 días después asumir el cargo. El 18 de septiembre, la nueva técnica emitió la lista de convocadas para los partidos de clasificación de los Juegos Olímpicos de París 2024 y, para sorpresa de todos, en ella aparecían las jugadoras que habían rechazado vestir la camiseta roja hasta que se llevaran a cabo cambios. Es decir, durante su primera rueda de prensa ya se había puesto a todo el equipo en contra y había demostrado de qué lado estaba. Lo del “contador a cero” y la “nueva etapa”, por tanto, cayeron en saco roto.
Aunque la nueva entrenadora parece que durará poco en el cargo, lo que dure la convocatoria internacional. Mientras que Rocha permanecerá en el cargo al menos hasta que se lleven a cabo elecciones dentro de la Federación e, incluso, entonces todavía podría seguir manteniendo el trono si decide presentarse como candidato y sale elegido. Es decir, todavía queda ‘rubialismo’ para rato.